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Verdad breve para actuar, no excusas largas

Creado el: 10 de agosto de 2025

Di la verdad breve que te permita actuar, no la excusa larga. — Chimamanda Ngozi Adichie
Di la verdad breve que te permita actuar, no la excusa larga. — Chimamanda Ngozi Adichie

Di la verdad breve que te permita actuar, no la excusa larga. — Chimamanda Ngozi Adichie

La brújula de la concisión

Al inicio, la frase de Adichie condensa una ética de acción: di lo esencial y deja libre el camino para decidir. La concisión no es pobreza, sino enfoque; al podar lo accesorio, la situación queda nítida y, por tanto, abordable. En narrativa, Adichie ha mostrado cómo una voz clara puede mover a la audiencia de la reflexión al compromiso práctico; aquí la claridad opera como brújula, señalando el norte de la próxima acción y evitando que la retórica se convierta en refugio.

Excusas: relatos que paralizan

Ahora bien, ¿por qué las excusas se alargan? La psicología sugiere que defendemos nuestra autoimagen con relatos extensos: la teoría de la disonancia cognitiva de Leon Festinger (1957) explica cómo racionalizamos para reducir malestar. Asimismo, la investigación sobre procrastinación de Piers Steel en The Procrastination Equation (2010) muestra que cuanto más difusas y complejas percibimos las tareas, más las aplazamos. La excusa larga, al multiplicar causas y matices, crea una niebla que justifica la inacción.

Del enredo al movimiento

En cambio, la verdad breve habilita movimiento porque desemboca en un gesto concreto. Los estudios de Peter Gollwitzer sobre intenciones de implementación (1999) prueban que enunciados si-entonces del tipo “Si es lunes a las 8, envío el informe” aumentan drásticamente la probabilidad de actuar. Compárese: “Llegué tarde porque el tráfico, la lluvia y…” con “Llegué tarde: me dormí; pondré dos alarmas desde hoy”. La primera expande el pasado; la segunda contrae el presente en una decisión operativa.

Una tradición que respalda la brevedad

Esta preferencia por la concisión tiene raíces culturales. Shakespeare, en Hamlet (c. 1601), afirmó que la brevedad es el alma del ingenio; Blaise Pascal escribió en las Cartas provinciales (1657): “Hice esta carta más larga porque no tuve tiempo de hacerla más corta”, recordándonos que la precisión exige trabajo. Más cerca, Ernest Hemingway formuló el principio del iceberg (Death in the Afternoon, 1932): decir lo justo para que lo esencial emerja. Todas coinciden: lo corto, bien pensado, libera sentido.

Brevidad sin simplismos

Con todo, brevedad no equivale a simplismo. En su charla The Danger of a Single Story (TED, 2009), Adichie advierte contra las simplificaciones que borran la complejidad humana. La clave es una verdad breve que conserve lo decisivo para actuar sin convertir a nadie en caricatura. Su ensayo Todos deberíamos ser feministas (2014) cristaliza un mensaje nítido que, por ejemplo, fue distribuido a estudiantes de secundaria en Suecia en 2015, catalizando conversaciones y políticas escolares concretas.

Una técnica para el día a día

Así, puede adoptarse una fórmula de bolsillo: hecho, causa controlable, siguiente paso. Por ejemplo: “Perdimos al cliente; no medimos bien el riesgo; mañana validamos supuestos con datos y ajustamos la propuesta”. Al enlazar lo ocurrido con una palanca bajo nuestro control y un cuándo específico, el discurso deja de ser coartada y se convierte en plan. Finalmente, practicar esta disciplina de lenguaje entrena una ética: menos justificaciones, más aprendizaje y responsabilidad compartida.