Primero el mundo, luego la palabra
Creado el: 10 de agosto de 2025

La lectura del mundo precede siempre a la lectura de la palabra. — Paulo Freire
Experiencia que antecede a la letra
En primer lugar, la sentencia de Freire recuerda que todos aprendemos a interpretar el entorno antes de descifrar grafías. Un bebé reconoce rostros, tonos, peligros y afectos; una niña entiende que el cielo encapotado anuncia lluvia y que una mirada evasiva puede significar desacuerdo. Esa lectura del mundo organiza categorías, valores y expectativas que, más tarde, harán posible asociar signos escritos con significados vivos. Así, cuando llega la alfabetización formal, no parte de un vacío: se apoya en mapas mentales trazados por la experiencia. De ahí que la comprensión profunda no dependa solo de fonemas y sílabas, sino de contextos, historias y relaciones que dan sentido a las palabras.
El giro freireano en la alfabetización
A partir de esta premisa, Freire propone un giro radical frente a la educación bancaria que deposita contenidos. En Pedagogía del oprimido (1970), plantea una educación problematizadora, donde leer el mundo es condición para leer la palabra con conciencia crítica. Su ensayo La importancia del acto de leer (1982) lo formula con nitidez: la decodificación mecánica empobrece si no se enlaza con la comprensión de la realidad. Por tanto, alfabetizar no es entrenar para repetir, sino invitar a nombrar experiencias, identificar contradicciones y descubrir posibilidades de cambio. Solo entonces las palabras dejan de ser abstracciones y se vuelven herramientas de interpretación y emancipación.
Angicos 1963: el mundo como aula
Por ejemplo, en Angicos, Brasil, 1963, las clases con trabajadores rurales no partían de listas neutras, sino de palabras generadoras vinculadas a su vida: hambre, sequía, tierra, voto. Al debatir esas palabras, emergían historias de deudas, cercas y promesas políticas; la sílaba se aprendía al mismo tiempo que se investigaba la realidad. Testimonios del proyecto recogidos por el equipo de Freire relatan cómo la discusión colectiva abría preguntas y, a la vez, motivaba la escritura de cartas y peticiones. En consecuencia, el aula se extendía al ingenio, a la plaza y al sindicato. La lectura de la palabra crecía en espiral desde la lectura del mundo, y cada nuevo texto devolvía preguntas a la experiencia.
Puentes con Vygotsky y los medios
Asimismo, este enfoque dialoga con la psicología cultural. Vygotsky, en Pensamiento y lenguaje (1934), mostró que el significado se construye socialmente y que las herramientas simbólicas median el desarrollo. Leer, entonces, es una práctica situada en relaciones y tareas compartidas. Del otro lado, los estudios de medios amplían la idea: Stuart Hall, en Encoding/Decoding (1973), explica que los públicos interpretan mensajes desde marcos previos, confirmando que no hay lectura inocente. Vistas juntas, estas tradiciones sostienen a Freire: la comprensión surge del cruce entre signos y contextos. Sin ese entramado, la palabra se queda huérfana; con él, adquiere espesura ética y política.
Alfabetizaciones múltiples en la era digital
De este modo, en la cultura digital la frase cobra renovada urgencia. El New London Group, en A Pedagogy of Multiliteracies (1996), defendió alfabetizaciones múltiples: textual, visual, sonora y digital. Hoy leer también significa interpretar imágenes, interfaces, datos y algoritmos que median la vida cotidiana. Un estudiante que entiende un meme, una gráfica de contagios o las lógicas de recomendación está leyendo mundos antes de pronunciarlos. Por ende, la escuela necesita cultivar lecturas críticas de plataformas, sesgos de datos y economías de la atención. Solo así las palabras en pantalla se conectan con estructuras materiales que configuran oportunidades y riesgos.
Implicaciones didácticas: del barrio al currículo
Concretamente, esto exige currículos situados. Un proyecto puede iniciar mapeando el barrio: rutas de transporte, plazas, comercios, ausencias. De ese mapa emergen bancos de palabras, entrevistas y crónicas; luego llegan estadísticas, poemas y propuestas a autoridades. La secuencia mantiene el hilo freireano: nombrar el mundo para reescribirlo. Docentes y estudiantes co-diseñan preguntas, negocian fuentes y revisan el lenguaje para que diga lo que de verdad importa. Al cuidar el diálogo, la evaluación también cambia: se valoran comprensiones, colaboraciones y acciones, no solo decodificaciones. Así, la alfabetización se vuelve investigación compartida y compromiso cívico.
Praxis: leer para transformar
Finalmente, Freire llama praxis al encuentro entre reflexión y acción. Leer el mundo, articularlo en palabras y devolverlo convertido en transformación forman un mismo gesto ético. Bell hooks, en Teaching to Transgress (1994), retoma esta tradición: enseñar es un acto de libertad cuando invita a cruzar fronteras entre saber y vida. En suma, la palabra florece cuando enraíza en la experiencia. Y al regresar al mundo en forma de diálogo y cambio, cierra el círculo que la propia frase de Freire anticipa.