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Entre oscuridad y deber: la misión generacional

Creado el: 10 de agosto de 2025

Cada generación debe, en una relativa oscuridad, descubrir su misión, cumplirla o traicionarla. — Fr
Cada generación debe, en una relativa oscuridad, descubrir su misión, cumplirla o traicionarla. — Frantz Fanon

Cada generación debe, en una relativa oscuridad, descubrir su misión, cumplirla o traicionarla. — Frantz Fanon

La llamada de una época

Fanon condensa en una frase una responsabilidad ineludible: cada generación recibe una tarea histórica que no elige, pero sí define con sus actos. No es un destino escrito, sino una invitación a interpretar el momento y a decidir si se estará a la altura. Así, la misión surge como un deber situado, no abstracto, que reclama imaginación, coraje y sentido de justicia. La disyuntiva —cumplirla o traicionarla— no es moralismo; es un recordatorio de que la pasividad también toma partido.

La relativa oscuridad: límites y posibilidades

Cuando Fanon habla de “relativa oscuridad” alude a la opacidad de todo presente: información incompleta, miedos, propaganda y estructuras que distorsionan la realidad. Sin embargo, esa penumbra no es solo obstáculo, también es caldo de cultivo para la invención política. Escribiendo en el contexto de la descolonización, Los condenados de la tierra (1961) nombra tanto la ceguera inducida por el colonialismo como la posibilidad de ver de nuevo. En consecuencia, la oscuridad obliga a escuchar a los marginados y a contrastar discursos con experiencias vividas.

El hallazgo de la misión

Desde esa penumbra, la misión no se recibe como mandato; se descubre en la fricción con la realidad. Fanon observó cómo la lucha misma clarifica fines y medios: en El año V de la Revolución Argelina (1959) describió transformaciones cotidianas —por ejemplo, la reconfiguración de roles de género durante la guerra— que redefinieron el “para qué” colectivo. De modo parecido, la Conferencia de Bandung (1955) mostró cómo el diálogo entre pueblos colonizados condensó aspiraciones dispersas en una agenda política. Así, el descubrimiento es proceso, no epifanía.

Cumplimiento o traición: pruebas concretas

Llegados aquí, cumplir la misión implica convertir el diagnóstico en prácticas sostenibles, capaces de resistir cooptaciones. Paulo Freire, en Pedagogía del oprimido (1968), llamó a una praxis que une reflexión y acción para evitar que la consigna sustituya al cambio real. Por contraste, la traición adopta formas sutiles: estetizar la rebeldía, sacrificar principios por acceso o confundir visibilidad con poder. En última instancia, la fidelidad se mide por efectos materiales en la vida de quienes estaban excluidos.

Advertencias y ejemplos históricos

Fanon anticipó riesgos tras la independencia en su capítulo sobre los “peligros de la conciencia nacional”: una burguesía local podía heredar los privilegios coloniales sin transformar la estructura. La historia ofreció confirmaciones y matices: la liberación argelina (1962) demostró potencia emancipadora, pero también las tensiones de construir instituciones inclusivas; en Estados Unidos, la presión sostenida del movimiento por los derechos civiles logró hitos como las leyes de 1964–1965, revelando que la misión exige persistencia y vigilancia para que las conquistas no se diluyan.

Retos presentes: clima, datos y desigualdad

Hoy la oscuridad adopta nuevas formas: emergencia climática, hiperconcentración de datos y desigualdades interseccionadas. El IPCC, en su Informe de Síntesis AR6 (2023), advierte que el espacio de acción se estrecha, pero que las decisiones de esta década son decisivas. Asimismo, las arquitecturas digitales plantean dilemas de vigilancia y monopolio que afectan la deliberación democrática. En consecuencia, la misión contemporánea combina justicia ecológica, soberanía tecnológica y derechos laborales, articuladas con agendas locales para evitar soluciones impuestas desde arriba.

Hacia una ética de la acción

Para transitar de la consigna al cumplimiento, conviene unir generaciones, cuidar los cuerpos que sostienen la lucha y construir instituciones porosas. Experiencias como el presupuesto participativo de Porto Alegre (1989) ilustran cómo la imaginación cívica puede volverse regla de juego. A la vez, la memoria —archivos, testimonios, lenguas— permite aprender sin repetir tropiezos. Por último, medir impactos con transparencia y corregir rumbos asegura que la misión siga viva. Así, incluso en la oscuridad, la acción compartida enciende un camino.