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Desde la oscuridad: misiones que forjan épocas

Creado el: 10 de agosto de 2025

Cada generación debe, desde una relativa oscuridad, descubrir su misión, cumplirla o traicionarla. —
Cada generación debe, desde una relativa oscuridad, descubrir su misión, cumplirla o traicionarla. — Frantz Fanon

Cada generación debe, desde una relativa oscuridad, descubrir su misión, cumplirla o traicionarla. — Frantz Fanon

La penumbra como punto de partida

Para empezar, la «relativa oscuridad» de la que habla Fanon no es mero vacío, sino una zona de incertidumbre fecunda donde se gestan nuevos horizontes. En su diagnóstico del colonialismo, *Los condenados de la tierra* (1961) revela que la opresión produce desorientación, pero también talla sensibilidades capaces de imaginar salidas inéditas. Desde esa penumbra, la misión de una generación no es un mandato dado, sino una búsqueda colectiva que se dirime entre miedo, memoria y deseo. Fanon, psiquiatra en Argelia, comprendía que la claridad política rara vez antecede a la acción: surge en el proceso mismo de romper silencios y nombrar lo que duele.

Descubrir la misión colectiva

A partir de ahí, descubrir la misión no equivale a hallar un eslogan, sino a leer las contradicciones del tiempo. José Ortega y Gasset en *El tema de nuestro tiempo* (1923) sugiere que cada época impone una tarea específica; Paulo Freire, en *Pedagogía del oprimido* (1970), convierte esa lectura en praxis emancipadora. Las misiones emergen cuando comunidades, sindicatos, colectivos de barrio y aulas convierten malestares dispersos en un mapa compartido. Nombrar la misión, entonces, es traducir sufrimientos privados en causa pública y, mediante ensayo y error, trazar prioridades que convoquen a la mayoría sin borrar diferencias.

Cumplir o traicionar: las bifurcaciones

Asimismo, toda misión enfrenta un punto de bifurcación: cumplirla demanda coherencia sostenida; traicionarla, en cambio, puede disfrazarse de pragmatismo. La lucha antiapartheid en Sudáfrica cumplió una misión histórica al abrir el sufragio en 1994 y apostar por la Comisión de la Verdad y Reconciliación (1996). Sin embargo, Aimé Césaire advertía en *Discurso sobre el colonialismo* (1950) que las élites poscoloniales podían reproducir lógicas de dominación si olvidaban a quienes les dieron legitimidad. De igual forma, primaveras cívicas han derivado en estancamiento o regresión cuando la energía inaugural no se tradujo en instituciones justas y control ciudadano. Cumplir exige mantener el vínculo entre promesa y política cotidiana.

Memoria intergeneracional y herencia en disputa

Sin embargo, ninguna generación actúa en vacío: hereda victorias, traumas y herramientas. Mayo del 68 irrigó imaginarios feministas y ecologistas que madurarían décadas después; en América Latina, las transiciones democráticas abrieron cauces para luchas por verdad y reparación. Esta memoria no dicta la misión actual, pero orienta sus límites y posibilidades. Por eso, honrar a quienes vinieron antes no es repetir sus consignas, sino reversionarlas frente a problemas nuevos: desigualdad digital, crisis climática o migraciones masivas. La herencia, entonces, es brújula y advertencia a la vez.

Imaginación política y estética

De igual modo, las misiones se sostienen con imaginación que desborde lo normativo. La poesía de la Negritud y Césaire ofreció lenguajes para reconfigurar dignidad; Augusto Boal, con *Teatro del oprimido* (1974), convirtió el escenario en ensayo de democracia. Fanon mismo entendió la clínica como laboratorio de emancipación simbólica, donde sanar implicaba rehacer el mundo. Así, narrativas, obras y rituales no son adorno: cambian lo que una comunidad cree posible y, por ende, lo que se atreve a organizar. Sin nuevos relatos, las misiones se marchitan en tecnicismos.

Ética del riesgo y del cuidado

Ahora bien, cumplir una misión exige coraje, pero también límites éticos. Fanon analizó la violencia como ruptura de un orden violento; no obstante, la construcción duradera demanda protección de la vida, del disenso y de quienes cargan con el costo de la transformación. Diseñar instituciones con controles, prácticas de cuidado y distribución justa del poder evita que la urgencia devore el propósito. En este equilibrio, el fin deja de justificar medios que socavan la comunidad que se busca fundar.

Criterios para saber si cumplimos

Por último, cabe preguntarse cómo medir el cumplimiento. Amartya Sen, en *Desarrollo y libertad* (1999), propone evaluar la expansión de capacidades reales de las personas. Trasladado a la misión generacional, los criterios podrían ser claros: más dignidad y tiempo para vivir, mayor participación efectiva, reparación de daños históricos y sostenibilidad ecológica. Si las decisiones amplían estas capacidades, avanzamos; si las restringen, hemos empezado a traicionarnos. Así, desde la oscuridad inicial hasta la luz parcial de los logros, el camino se vuelve legible.