El cambio como verdad perdurable y recíproca
Creado el: 10 de agosto de 2025

Todo lo que tocas, lo cambias. Todo lo que cambias, te cambia. La única verdad perdurable es el cambio. — Octavia E. Butler
Tocar es transformar
Para empezar, Butler condensa una intuición radical: toda intervención transforma el mundo y, con la misma fuerza, nos reconfigura. Esa reciprocidad convierte cada gesto en un intercambio de forma: tocamos y somos tocados. Lejos de ser una metáfora suave, este principio recuerda que el sujeto nunca está fuera de la escena; como en el efecto del observador en física, la medición altera lo medido (Heisenberg, 1927), y la alteración vuelve sobre quien observa. Así, la identidad se vuelve proceso y no patrimonio. En este marco, cambiar deja de ser una anomalía para volverse condición: al mover una pieza del sistema, reordenamos la figura completa —y nuestra propia posición en ella—.
Earthseed: Dios es Cambio
Tras ese marco, su universo de Earthseed lo formula sin rodeos: 'Dios es Cambio'. En Parable of the Sower (1993), Lauren Olamina compone Los Libros de la Semilla con el verso que citamos: 'Todo lo que tocas, lo cambias...' Al convertir el cambio en divinidad, Butler trastoca el problema del control por el de la adaptación deliberada. En Parable of the Talents (1998), la comunidad aprende a sembrar instituciones flexibles: reglas revisables, memoria común y migración estratégica. La fe no promete estabilidad; promete capacidad de respuesta. Así, la espiritualidad se vuelve una tecnología social: un conjunto de prácticas para sintonizar con lo mutable y convertir la incertidumbre en dirección.
Ecos filosóficos y clásicos
A continuación, la intuición dialoga con tradiciones antiguas. Heráclito sostuvo que 'todo fluye' (frag. B12 DK), y su río donde no podemos bañarnos dos veces anticipa la idea de identidad como continuidad cambiante. Ovidio, en Metamorfosis (8 d. C.), hace del cambio la materia de la épica: dioses y mortales son historias en tránsito. Incluso el dilema de la nave de Teseo muestra que la permanencia reside en patrones, no en piezas. Butler hereda y activa esos hilos: donde los antiguos vieron destino, ella ve capacidad de diseño. De la fatalidad del flujo pasamos a la agencia en el flujo.
Ciencia del cambio: vida y mente
Asimismo, la ciencia confirma que la vida prospera cambiando. La evolución por selección natural explica la innovación acumulada de los linajes (Darwin, 1859), mientras que la plasticidad sináptica registra cómo la experiencia reescribe el cerebro a lo largo de la vida (Doidge, 2007). En ecología, sucesiones y bucles de retroalimentación reconfiguran bosques tras incendios, estabilizándolos en nuevos regímenes. Esta evidencia respalda la cláusula más incisiva de Butler: lo duradero no es una forma fija, sino la regla de variación que sostiene formas compatibles. En vez de buscar la roca inmutable, conviene aprender a leer corrientes, umbrales y puntos de no retorno.
Retroalimentaciones sociales y tecnológicas
Además, en sociedades red y mercados de datos, el cambio es co-producido. Nuestros clics entrenan algoritmos que, a su vez, entrenan nuestros deseos (Pariser, 2011), creando cámaras de eco que se endurecen si no se interviene con diseño institucional (Meadows, 2008). De manera análoga, políticas públicas generan expectativas que reconfiguran la economía que debían describir; performan realidades. Reconocer estos bucles convierte el eslogan en método: mapear actores, incentivos y retardos, y decidir dónde tocar para cambiar con menor costo y mayor justicia. Así, la mutabilidad deja de ser amenaza y se vuelve palanca.
Prácticas para habitar la mutabilidad
Por otro lado, habitar el cambio exige prácticas concretas. La planeación por escenarios —pionerizada en Shell por Pierre Wack en los 70— enseña a preparar múltiples futuros plausibles y a ensayar respuestas antes de necesitarlas. Hábitos como retrospectivas periódicas, métricas provisionales y contratos reversibles elevan la tasa de aprendizaje y reducen el arrepentimiento. Incluso a nivel personal, la regla de revisibilidad —poner fecha de caducidad a nuestras certezas— integra humildad epistémica sin caer en parálisis. El objetivo, siguiendo a Butler, no es dominar el río, sino aprender su pulso para remar con intención.
Ética de la co-transformación
Finalmente, si todo cambio nos cambia, hay una ética implicada: responsabilidad por las transformaciones que iniciamos. Kindred (1979) muestra cómo un acto atraviesa linajes y obliga a reparar vínculos más allá del tiempo; Dawn (1987) pregunta qué significa consentir cuando la supervivencia exige mutación. En ambos casos, intervenir es inevitable, pero no indiferente. Elegimos dónde tocar, con quién y para qué patrón. Así, el mensaje no se agota en aceptar la impermanencia; invita a cultivar instituciones y relaciones que puedan cambiar bien. Porque lo único perdurable, nos recuerda Butler, es nuestra capacidad de aprender a cambiar.