Amar como verbo: compromiso, cuidado y responsabilidad
Creado el: 10 de agosto de 2025

El amor es una acción, nunca simplemente un sentimiento. — bell hooks
Del sentimiento a la práctica
Al iniciar, la afirmación de bell hooks desmantela una ilusión común: sentir ternura no equivale a amar. Los sentimientos fluctúan; las acciones encarnan. Amar se verifica en decisiones repetidas, especialmente cuando el entusiasmo disminuye y aparecen el cansancio, el conflicto o la diferencia. No se trata de intensidad momentánea, sino de presencia sostenida: sostener una conversación difícil, reparar un daño, llegar a tiempo, escuchar sin interrumpir, compartir recursos. Estas prácticas hacen del amor algo verificable, no un espejismo emotivo. Por eso, antes que emoción, el amor reclama criterios y disciplina cotidiana.
Una definición exigente del amor
Desde aquí, hooks propone una definición concreta: cuidado, compromiso, confianza, conocimiento, responsabilidad y respeto. Su libro All About Love: New Visions (2000) muestra que, si falta alguno de estos elementos, lo que queda puede ser deseo, apego o costumbre, pero no amor pleno. Nombrar estos componentes crea un estándar ético que desplaza la ambigüedad: ya no basta decir ‘te amo’; hay que cuidar, responder por los actos, aprender al otro y elegir el respeto incluso bajo presión. Con un marco así, amar deja de ser un accidente afectivo y se vuelve un proyecto intencional.
El arte de amar se aprende
A continuación, otros pensadores refuerzan esta idea de práctica. Erich Fromm, en El arte de amar (1956), sostiene que amar es una capacidad que exige disciplina, paciencia y concentración, como cualquier oficio. En la misma línea, M. Scott Peck definió el amor como la voluntad de extenderse por el crecimiento propio y del otro (The Road Less Traveled, 1978). Si el amor es acción, también es entrenamiento: cultivar atención, regular impulsos, reparar con rapidez, y sostener acuerdos cuando la emoción baja. Así, la destreza afectiva no nace sola; se ejercita con hábitos verificables.
Cuidado en lo cotidiano
Esta comprensión aterriza en gestos simples y repetibles. Una pareja crea un ‘check-in’ semanal de 20 minutos para revisar cargas, agradecer y planear reparaciones antes de que la frustración escale. Un grupo de amigas pacta un ‘ritual de reparación’ de 24 horas: si ocurre una herida, se nombra, se escucha y se propone una acción concreta de cuidado. La investigación de John Gottman sugiere que atender las ofertas de conexión y usar intentos de reparación predice la estabilidad relacional (The Seven Principles for Making Marriage Work, 1999). Así, pequeñas decisiones, repetidas, dan cuerpo al verbo amar.
Amor y justicia: dimensión social
Asimismo, para hooks el amor es incompatible con la dominación. En Salvation: Black People and Love (2001) y en su pedagogía de Teaching to Transgress (1994), el amor aparece como práctica de libertad: combatir racismo, sexismo y violencia no es un adorno político, sino una expresión amorosa. Elegir condiciones donde todos puedan florecer es cuidado en escala comunitaria: salarios justos, crianza sin violencia, escuelas que dignifican, redes de apoyo mutuo. De este modo, el amor sale del ámbito privado y se convierte en ética pública que transforma estructuras, no solo estados de ánimo.
Coraje, límites y verdad
Por último, sostener el amor requiere decir la verdad y poner límites. hooks insiste en que respetar la dignidad propia y ajena implica nombrar lo que duele, pedir cambios y aceptar consecuencias. Harriet Lerner describe cómo los límites saludables no castigan: clarifican responsabilidades y hacen posible la cercanía (The Dance of Connection, 2001). Pedir perdón, hacer restitución y ajustar conductas son actos de amor porque privilegian la realidad sobre la apariencia. Así, el coraje de la honestidad preserva el vínculo; sin él, el sentimiento se agota y la acción amorosa se desvanece.