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Inhalar y exhalar: el arte de calmarse

Creado el: 10 de agosto de 2025

Al inhalar, calmo mi cuerpo. Al exhalar, sonrío. — Thich Nhat Hanh
Al inhalar, calmo mi cuerpo. Al exhalar, sonrío. — Thich Nhat Hanh

Al inhalar, calmo mi cuerpo. Al exhalar, sonrío. — Thich Nhat Hanh

Una brújula para el presente

Al comienzo, el gatha de Thich Nhat Hanh —al inhalar calmo, al exhalar sonrío— condensa la esencia de la atención plena: convertir la respiración en una orientación clara. En El milagro del mindfulness (1975) propone etiquetar cada ciclo: inhalando, sé que inhalo; exhalando, sé que exhalo. Esta sencillez no es evasión, sino una disciplina afectuosa que nos devuelve al cuerpo donde la vida realmente sucede. Al calmar en la inhalación reconocemos el terreno; al sonreír en la exhalación elegimos la actitud con la que lo habitamos. Desde aquí, se abre un camino práctico que la ciencia y la experiencia cotidiana confirman.

Fisiología del sosiego respiratorio

A continuación, la biología explica por qué la práctica funciona. La respiración modula la arritmia sinusal respiratoria: al inhalar, el pulso sube levemente; al exhalar, desciende. Este vaivén activa el nervio vago y el sistema parasimpático, claves para el reposo y la reparación. Exhalaciones un poco más largas incrementan el tono vagal y reducen la reactividad (Porges, 2007). Revisiones científicas señalan que la respiración lenta —alrededor de 6 ciclos por minuto— aumenta la variabilidad de la frecuencia cardiaca y favorece la calma y la claridad atencional (Zaccaro et al., 2018, Frontiers in Human Neuroscience). Así, ‘calmo mi cuerpo’ deja de ser metáfora y se vuelve una intervención somática precisa que prepara la siguiente mitad del gesto: la sonrisa.

La sonrisa que regula la mente

Asimismo, la sonrisa suave en la exhalación funciona como un ancla somática. Thich Nhat Hanh la llama la media sonrisa del Buda en La paz está en cada paso (1991): no es forzar alegría, sino relajar microtensiones que alimentan la alarma interna. La hipótesis de la retroalimentación facial sugiere que la musculatura del rostro influye en el estado de ánimo (Strack et al., 1988), pese a debates posteriores sobre replicación; aun así, prácticas suaves y sostenidas muestran efectos reguladores. Sonreír al exhalar invita al sistema nervioso a salir del modo amenaza y a entrar en una disponibilidad cálida. Desde esa base, la mente piensa con más amplitud y responde con menos prisa.

Del yo al interser compasivo

Por otra parte, la calma naciente se ensancha hacia el interser, concepto central en la obra de Hanh. En Ser paz (1987) y El arte de comunicar (2013) propone la escucha profunda: asentados en el cuerpo, podemos escuchar sin armarnos de respuestas. La exhalación con sonrisa es un mensaje tácito: estoy aquí para ti. Cuando cesa la agitación, disminuye el habla reactiva y crece la comprensión; la frontera entre mi sufrimiento y el tuyo se vuelve porosa. Así, el cuidado de uno mismo deja de ser un proyecto individualista y se convierte en el primer servicio que prestamos a la comunidad.

Micro-rituales para una jornada plena

En la vida cotidiana, la práctica se sostiene con recordatorios breves. En Plum Village suena una campana y todos hacen tres respiraciones conscientes; en la ciudad, el timbre del teléfono o un semáforo pueden ocupar ese lugar. Una enfermera de UCI contó en un retiro que, antes de cada habitación, practicaba un ciclo: inhalar y calmar; exhalar y sonreír. Notó menos errores y más paciencia en turnos largos. Del mismo modo, al abrir el correo, esperar el ascensor o escuchar hervir el agua, podemos pausar. Con estas estaciones de presencia, lo extraordinario se teje discretamente en lo ordinario.

Activismo sereno y sostenibilidad interior

Finalmente, esta consigna sostiene una ética del cuidado duradero. El budismo comprometido de Thich Nhat Hanh invita a actuar sin perder la raíz de la calma: respirar y sonreír no es retirarse del mundo, sino regular la energía para sostener causas largas, desde el clima hasta el acompañamiento comunitario. En Ser paz (1987) advierte que la prisa desfondada erosiona la compasión; en cambio, el descanso atento vuelve sostenibles la lucidez y la valentía. Así, cada inhalación funda estabilidad y cada exhalación ofrece benevolencia: una política del corazón practicable en cada momento.