Site logo

Viajar sin pies: el poder de los libros

Creado el: 10 de agosto de 2025

Eso es lo que tienen los libros. Te permiten viajar sin mover los pies. — Jhumpa Lahiri
Eso es lo que tienen los libros. Te permiten viajar sin mover los pies. — Jhumpa Lahiri

Eso es lo que tienen los libros. Te permiten viajar sin mover los pies. — Jhumpa Lahiri

La promesa del viaje inmóvil

La frase de Jhumpa Lahiri condensa una experiencia universal: al abrir un libro, el mundo se despliega sin que el cuerpo se desplace. No es casual que lo diga una autora que ha vivido entre idiomas y países; su obra respira tránsito y pertenencias múltiples. Así, la lectura se vuelve un vehículo discreto que, entre líneas, nos traslada a paisajes, tiempos y vidas ajenas. Y, mientras el tren de la historia avanza, el lector permanece en su asiento, con la mente a toda velocidad.

El cerebro que imagina caminos

Desde lo cognitivo, ese viaje tiene cimientos palpables. Estudios sobre simulación mental muestran que, al leer acciones, el cerebro activa redes sensoriomotoras como si las ejecutara (Speer et al., Psychological Science, 2009). Además, la ficción guía mapas internos que organizan recuerdos y escenarios posibles (Mar y Oatley, 2008). Esta cartografía neuronal explica por qué un párrafo puede oler a lluvia o crujir como la nieve: la palabra convoca sensaciones y, con ellas, rutas interiores. De ahí que la quietud física no impida atravesar desiertos o cruzar mares imaginados.

Lectura, empatía y alteridad

A partir de esa base, la lectura no solo mueve por geografías, sino por conciencias. Investigaciones señalan que la ficción literaria puede afinar la teoría de la mente, es decir, nuestra capacidad de inferir estados ajenos (Kidd y Castano, Science, 2013). Cuando habitamos a personajes que sufren, desean o dudan, ensayamos perspectivas que luego trasladamos a la vida cotidiana. Así, viajar sin mover los pies también es desplazarse hacia el lugar del otro; un tránsito silencioso que, poco a poco, amplía nuestro mapa moral.

Una tradición de viajes desde el sillón

Esta intuición resuena en una larga tradición. Xavier de Maistre convirtió su habitación en mundo con Viaje alrededor de mi cuarto (1794), mientras Julio Verne nos llevó a mares y lunas sin abandonar el salón (1870, 1865). Italo Calvino, en Las ciudades invisibles (1972), dibujó urbes posibles que son espejos del deseo, y Borges condensó el cosmos en un punto en El Aleph (1945). Incluso don Quijote demuestra el motor de la lectura: antes de cabalgar La Mancha, ya había recorrido bibliotecas enteras con la imaginación.

La traducción como pasaporte cultural

Además, la traducción expide visados que cruzan fronteras invisibles. La propia Lahiri narró su mudanza lingüística al italiano en In altre parole (2015), mostrando cómo un idioma adoptado reconfigura el yo y, con él, el itinerario lector. Traducir y ser traducido multiplica destinos: un lector en Lima puede internarse en Kioto gracias a una versión minuciosa; una voz de Lagos resuena en Madrid cuando un puente léxico la sostiene. Así, el viaje textual se vuelve verdaderamente transnacional.

Ética y límites del viaje textual

No obstante, todo viaje implica responsabilidad. La lectura puede perpetuar miradas sesgadas si no interrogamos sus mapas; Edward Said advirtió en Orientalismo (1978) cómo ciertos relatos dibujaron al “otro” como exotismo. Por eso conviene alternar rutas: comparar voces locales y foráneas, buscar cronistas diversos y leer críticamente. Con esa brújula ética, viajar con libros es también una forma sostenible de explorar: reduce huellas materiales mientras amplía el horizonte sin convertirlo en postal.

Comunidades lectoras como mapas compartidos

Finalmente, el viaje se enriquece cuando se comparte. Clubes de lectura, bibliotecas y proyectos itinerantes abren caminos comunitarios: el Biblioburro de Luis Soriano en Colombia lleva libros por trochas desde fines de los noventa; las Little Free Libraries (2009) siembran estanterías en barrios del mundo. Cada préstamo es una invitación a partir y a regresar con historias que, al contarse, trazan rutas nuevas. Así, los libros no solo nos mueven por dentro: también nos reúnen en un mapa común.