Educar hoy: no talar, sino regar desiertos
Creado el: 10 de agosto de 2025

La tarea del educador moderno no es talar selvas, sino regar desiertos. — C. S. Lewis
La metáfora que reorienta la enseñanza
La afirmación de C. S. Lewis en La abolición del hombre (1943) invierte una intuición común: el educador moderno no debe podar excesos sino provocar vida donde falta. “No talar selvas” alude a no sofocar la vitalidad con normativas sin propósito; “regar desiertos” implica activar curiosidad, propósito y significado en terrenos áridos. Así, el foco se desplaza de corregir en exceso a nutrir lo que todavía no brota. Esta metáfora no aboga por laxitud, sino por una exigencia distinta: crear condiciones para que surja el deseo de saber.
Del control al cultivo
A partir de esta imagen, el rol docente se parece menos al del guardabosques que contiene y más al del jardinero que diseña clima, suelo y riego. En lugar de empezar por límites, se comienza por condiciones: tiempo para explorar, preguntas desafiantes y vínculos que sostienen. De este modo, la disciplina deja de ser un fin para convertirse en un medio que preserva la humedad del asombro. Este giro prepara el terreno para reconocer que no es nuevo: tiene raíces profundas en la historia de la pedagogía.
Raíces y ecos históricos
Desde esta perspectiva, el hilo se percibe en Emilio de Rousseau (1762), que defendía educar según las necesidades del desarrollo; en Democracia y educación de Dewey (1916), donde la experiencia vivida guía el aprendizaje; y en la Casa dei Bambini de Montessori (1907), que organizó ambientes que invitan a la autoexploración. Más tarde, Freire en Pedagogía del oprimido (1968) denunció la “educación bancaria” y propuso el diálogo como agua que fecunda la conciencia crítica. Estos ecos anticipan lo que hoy confirma la ciencia del aprendizaje.
La ciencia de la motivación y el asombro
La Teoría de la Autodeterminación de Deci y Ryan (1985) muestra que la motivación florece cuando hay autonomía, competencia y vínculo. Carol Dweck en Mindset (2006) evidencia que creer en la posibilidad de crecer convierte el error en riego, no en sequía. A su vez, Immordino‑Yang en Emotions, Learning, and the Brain (2016) demuestra que la emoción es el canal por el que el conocimiento penetra. Y Daniel Willingham en Why Don’t Students Like School? (2009) recuerda que la curiosidad se activa con acertijos cognitivos, no con respuestas prefabricadas. De aquí se desprenden prácticas concretas.
Prácticas que riegan la curiosidad
Para transformar el aula en oasis, sirven proyectos con propósito público, preguntas esenciales y rutinas de pensamiento visibles. Un ejemplo: una maestra de ciencias en Oaxaca coloca una “caja de preguntas” semanal; los estudiantes votan una y diseñan micro‑experimentos con materiales cotidianos. El clima cambia: la participación sube y los informes se vuelven más argumentativos. La evaluación de pares y la exhibición comunitaria añaden sentido. Así, el riego no es espectacular, pero sí constante: pequeñas infusiones de autonomía, reto y reconocimiento.
Evaluar para nutrir, no para podar
Siguiendo la misma lógica, la evaluación formativa funciona como humedad sostenida. Black y Wiliam, en Assessment and Classroom Learning (1998), mostraron que retroalimentación específica y criterios claros mejoran el aprendizaje, especialmente en quienes más lo necesitan. Dylan Wiliam, en Embedded Formative Assessment (2011), detalla estrategias como preguntas de sondeo, andamiajes y co‑construcción de criterios. Esta evaluación no sanciona la aridez; la combate revelando dónde falta agua y cómo aportarla. Ello abre la puerta a una cuestión decisiva: la equidad.
Equidad: desiertos creados por sistemas
Muchos desiertos no son naturales; son obra de desigualdades. Gloria Ladson‑Billings, en “From the Achievement Gap to the Education Debt” (2006), describe una deuda educativa acumulada por injusticias históricas. El enfoque de fondos de conocimiento de Moll et al. (1992) muestra que los hogares poseen saberes valiosos que la escuela a menudo ignora. Regar, entonces, implica reconocer lenguas, culturas y experiencias como manantiales, no como carencias. Cuando la escuela integra esos recursos, el terreno retiene mejor el agua del aprendizaje.
En la era digital, agua es significado
Paradójicamente, vivimos entre selvas de información y desiertos de interpretación. Neil Postman en Amusing Ourselves to Death (1985) advirtió que el ruido mediático puede erosionar el sentido. Por eso, regar hoy significa enseñar a filtrar, conectar y crear valor con datos: pensamiento crítico, producción multimodal y ética digital. Al cerrar el círculo, la invitación de Lewis vuelve a brillar: el educador moderno no derriba lo exuberante, sino que hace brotar lo latente, hasta que el paisaje común se vuelva fértil.