Site logo

La grandeza que brota de las tareas sencillas

Creado el: 10 de agosto de 2025

Pon todo tu ser en las tareas sencillas; de ellas nace la grandeza. — Ada Limón
Pon todo tu ser en las tareas sencillas; de ellas nace la grandeza. — Ada Limón

Pon todo tu ser en las tareas sencillas; de ellas nace la grandeza. — Ada Limón

La poética de lo menudo

Para empezar, la frase de Ada Limón condensa un credo: la atención plena a lo pequeño fertiliza lo extraordinario. Como Poeta Laureada de Estados Unidos (2022–2025), su obra insiste en ese mirar sin prisa. En colecciones como The Carrying (2018) y The Hurting Kind (2022), los gestos domésticos —regar una planta, escuchar a un pariente— se vuelven lugares de revelación. No se trata de idealizar lo trivial, sino de habitarlo con todo el cuerpo. Al hacerlo, sugiere, la grandeza deja de ser un trofeo lejano y se vuelve una consecuencia natural de la presencia.

Presencia como disciplina cotidiana

A continuación, la presencia funciona como disciplina, no como espontaneidad efímera. Thich Nhat Hanh, en The Miracle of Mindfulness (1975), proponía lavar los platos solo para lavar los platos: nada de apresurarse hacia el siguiente momento. Esa práctica convierte una tarea sencilla en una escuela de atención. Bajo esa luz, poner todo tu ser en lo cotidiano no agota, sino que integra; el yo disperso se reúne en un acto concreto. Así, la grandeza que promete Limón no nace de lo grandilocuente, sino del rigor afectuoso aplicado a lo mínimo.

Atención, percepción y valor

Asimismo, la psicología de la atención respalda esta intuición poética. William James anotó en The Principles of Psychology (1890) que nuestra experiencia es aquello a lo que decidimos atender. Si orientamos la mirada a las tareas sencillas, las dotamos de valor y, a la vez, entrenamos el músculo atencional. Esta gimnasia perceptiva transforma el mundo: lo que parecía ruido de fondo se vuelve campo de sentido. Y cuando el sentido se multiplica en lo pequeño, la excelencia deja de ser una excepción y empieza a ser un hábito.

Flujo en lo humilde

Además, esa entrega facilita el estado de flujo descrito por Mihaly Csikszentmihalyi en Flow (1990): una absorción tan plena que el tiempo se diluye. No solo los atletas o artistas lo alcanzan; barrer, tejer o cocinar también pueden producirlo cuando el desafío se ajusta a la destreza. Al entrar en flujo, la tarea sencilla se vuelve autotelia, valiosa por sí misma. De esa constancia gozosa emergen destrezas finas, y con ellas una grandeza discreta, más sostenible que las cumbres esporádicas del rendimiento.

Ritual y excelencia en lo simple

Por su parte, las tradiciones artesanales han sabido esto desde hace siglos. En la ceremonia del té, se atribuye a Sen no Rikyū (s. XVI) la máxima: el té no es más que hervir agua, preparar el té y beberlo. La aparente simplicidad oculta una ética: cada gesto importa, cada repetición pule la atención. Cuando el ritual no pretende impresionar, sino cuidar, la excelencia aparece como subproducto. Así, la grandeza no es espectáculo, sino precisión compasiva ejercida una y otra vez.

Hábito que forma carácter

En consecuencia, la filosofía moral conecta grandeza y hábito. Aristóteles sostiene en la Ética a Nicómaco que la virtud se adquiere practicándola hasta que deviene segunda naturaleza. Traducido al ámbito de las tareas sencillas: barrer bien, escuchar bien, escribir bien una carta son entrenamientos del carácter. Lo que repetimos con cuidado nos repite, hasta que somos eso que cuidamos. La frase de Limón, entonces, no es exhortación romántica, sino una técnica de formación de la excelencia.

Del gesto mínimo al bien común

Por último, lo pequeño escala hacia lo colectivo. Elinor Ostrom mostró en Governing the Commons (1990) que los bienes comunes prosperan cuando muchas personas sostienen reglas y cuidados cotidianos: verificar, regar, reparar. Del mismo modo, regar un huerto comunitario o reciclar con constancia modela instituciones vivas. La grandeza, aquí, no es de una persona, sino de una trama. Y esa trama se teje con la misma hebra: poner todo nuestro ser, con paciencia, en las tareas sencillas que nos sostienen.