Cuando preguntar revela sabiduría más que responder
Creado el: 10 de agosto de 2025

Puedes saber si un hombre es inteligente por sus respuestas. Puedes saber si un hombre es sabio por sus preguntas. — Naguib Mahfouz
Del acierto al asombro: inteligencia vs sabiduría
La máxima de Naguib Mahfouz separa dos virtudes que a menudo confundimos: la inteligencia, visible en la precisión de las respuestas, y la sabiduría, discernible en la calidad de las preguntas. Una respuesta correcta resuelve; una pregunta poderosa abre horizontes, redefine el problema y convoca perspectivas. Así, la inteligencia optimiza lo dado, mientras la sabiduría cuestiona lo supuesto. Partiendo de ahí, Mahfouz nos invita a valorar no solo quién sabe mucho, sino quién sabe indagar mejor.
El método socrático y la ignorancia aprendida
Esta intuición remite a la Atenas clásica. La Apología de Platón (c. 399 a. C.) muestra a Sócrates como maestro de la pregunta: interroga hasta que las certezas de sus interlocutores revelan grietas. De ese vaciamiento surge un saber más honesto, pues, como resume la tradición, el sabio reconoce lo que no sabe. El paso de responder a preguntar no es fuga de la verdad, sino un acercamiento más riguroso a ella: al examinar supuestos, el diálogo socrático transforma la mente del que pregunta y del que responde.
La ciencia progresa por preguntas fecundas
Trasladada a la ciencia, la diferencia se vuelve crucial: no toda respuesta empuja la frontera del conocimiento, pero una buena pregunta sí. Thomas Kuhn, en La estructura de las revoluciones científicas (1962), mostró cómo las anomalías, planteadas como preguntas persistentes, desencadenan cambios de paradigma. A la vez, el Nobel Isidor Rabi contaba que su madre no le preguntaba qué había aprendido, sino qué buenas preguntas había hecho ese día; ese hábito, decía, lo hizo científico. Así, la curiosidad disciplinada convierte la duda en motor de descubrimiento.
Liderazgo y mejora continua: el poder del por qué
En el trabajo, la sabiduría también se reconoce por el tipo de preguntas. Taiichi Ohno popularizó en Toyota los Cinco porqués para llegar a la causa raíz y evitar soluciones cosméticas. Preguntar por qué, para qué y qué pasaría si convierte problemas recurrentes en oportunidades de aprendizaje. Además, al invitar al equipo a indagar, el líder distribuye la inteligencia colectiva y crea compromiso. No se trata de escepticismo interminable, sino de dirigir la curiosidad hacia la comprensión que habilita decisiones mejores.
Educación dialógica: aprender preguntando
Si bajamos al aula, el contraste entre respuestas y preguntas redefine la enseñanza. Paulo Freire, en Pedagogía del oprimido (1968), propuso una educación problematizadora: el docente no deposita respuestas, sino que co-investiga con los alumnos. Las preguntas activan experiencia, conectan saberes y fortalecen la autonomía intelectual. Incluso los seminarios socráticos contemporáneos muestran que la comprensión profunda surge cuando los estudiantes aprenden a formular, afinar y encadenar interrogantes que iluminan textos y realidades.
Cómo entrenar preguntas que iluminan
Finalmente, las buenas preguntas se entrenan. Útiles son: cuáles son mis supuestos y qué evidencia los respalda; qué evidencia los refutaría (Popper, Conjeturas y refutaciones, 1963); qué alternativa plausible estoy ignorando; cómo sabré que esto funciona y para quién podría fallar. También ayudan los marcos prácticos: descomponer en causas y condiciones, pensar en escenarios si-entonces y probar el contraejemplo. Al cultivar estas rutinas, nuestras respuestas ganan en claridad, pero, sobre todo, nuestras preguntas se vuelven más sabias: abren camino sin perder el terreno.