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Pensar lo impensado en lo que todos ven

Creado el: 10 de agosto de 2025

La tarea no es ver lo que nunca se ha visto, sino pensar lo que nunca se ha pensado acerca de aquell
La tarea no es ver lo que nunca se ha visto, sino pensar lo que nunca se ha pensado acerca de aquello que todos ven. — Arthur Schopenhauer

La tarea no es ver lo que nunca se ha visto, sino pensar lo que nunca se ha pensado acerca de aquello que todos ven. — Arthur Schopenhauer

De mirar a comprender

La sentencia invita a desplazar la ambición desde la rareza de la mirada hacia la originalidad del juicio. No se trata de coleccionar fenómenos inéditos, sino de generar interpretaciones fértiles sobre lo común. Así, el valor no reside en ver antes que otros, sino en pensar de un modo que ensanche el sentido de lo que cualquiera puede observar en la calle, el laboratorio o la vida diaria. En consecuencia, la tarea intelectual aparece como un arte de enlazar lo visible con nuevas preguntas, categorías y analogías.

Schopenhauer y el velo de la representación

Desde esta premisa, el trasfondo schopenhaueriano es claro: el mundo que todos vemos es ante todo representación, una apariencia filtrada por nuestras formas de conocer; lo real último, para él, es voluntad (Schopenhauer, El mundo como voluntad y representación, 1818). Si todos comparten las mismas apariencias, pensar de manera inédita implica penetrar ese velo con conceptos menos obvios. En esa clave, la originalidad no es excentricidad visual, sino profundidad interpretativa capaz de revelar fuerza, finalidad o estructura donde antes solo había costumbre.

Hallazgos en lo cotidiano

Aterrizando la idea, muchos descubrimientos nacen de reimaginar lo evidente. El famoso episodio de la manzana no celebra la fruta que cae, sino la pregunta afilada sobre su causa: Newton convirtió un gesto trivial en ley universal (William Stukeley, Memoirs of Sir Isaac Newton’s Life, 1752). De modo afín, Barry Marshall y Robin Warren reinterpretaron la úlcera—atribuida al estrés—como infección por H. pylori, corroborada con evidencia clínica y coronada con el Nobel (1984; 2005). En ambos casos, millones vieron manzanas y estómagos; la diferencia radicó en el marco conceptual que conectó lo ordinario con una explicación transformadora.

Paradigmas y rupturas

En términos teóricos, Thomas Kuhn mostró que la ciencia progresa por cambios de paradigma, cuando anomalías persistentes obligan a reconfigurar lo que damos por sentado (La estructura de las revoluciones científicas, 1962). La deriva continental de Wegener, ridiculizada en 1912, devino tectónica de placas cuando nuevas evidencias reordenaron datos ya conocidos: la consonancia de costas, fósiles y magnetismo marino adquirió otro sentido. Así, pensar lo impensado no inventa continentes, sino que recompone patrones y los hace hablar de otro modo.

Negocio y arte: valor en lo evidente

De forma análoga en otros campos, la innovación surge al reconfigurar lo familiar. Cirque du Soleil eliminó animales y estrellas de circo para mezclar teatro y acrobacia, creando un nuevo espacio de mercado (Kim y Mauborgne, Blue Ocean Strategy, 2005). En arte, Duchamp convirtió un urinario en obra al cambiar el contexto y la pregunta sobre qué es arte (Fountain, 1917). En ambos casos, el objeto visto por todos permaneció; lo que cambió fue la lente que definió su valor y propósito.

Técnicas para pensar distinto

Para ejercitar esta mirada, sirven métodos específicos. El extrañamiento propone describir lo cotidiano como si fuera ajeno, buscando rasgos que la costumbre oculta (Viktor Shklovski, 1917). El análisis por primeros principios descompone problemas hasta sus elementos básicos para reconstruirlos sin inercias (Descartes, Discurso del método, 1637). A ello pueden sumarse la inversión de supuestos—preguntar qué pasaría si lo contrario fuese cierto—y las analogías lejanas que trasladan soluciones de un dominio a otro. Estas prácticas convierten lo obvio en interrogante productivo.

Rigor y responsabilidad

Por último, pensar lo impensado requiere más que ocurrencias: demanda contrastación. Karl Popper defendió que las buenas teorías se exponen a refutación y sobreviven a pruebas severas (La lógica de la investigación científica, 1934). El entusiasmo por la novedad debe acompañarse de evidencia, reproducibilidad y atención a consecuencias no previstas. Solo así la originalidad trasciende el impacto retórico y se convierte en conocimiento confiable que, sin cambiar lo que vemos, transforma lo que comprendemos.