Hermandad en las mismas corrientes de humanidad
Creado el: 11 de agosto de 2025

Somos conchas marinas mecidas por las mismas corrientes. Actúa con esa hermandad. — Nadine Gordimer
La metáfora de las corrientes compartidas
Gordimer nos invita a vernos como conchas marinas: distintos en forma y color, pero mecidos por las mismas corrientes. La imagen desplaza el énfasis del yo a lo que nos atraviesa, recordando que nadie flota solo. Así, “actuar con esa hermandad” no es sentimentalismo, sino una ética de navegación común: comprender que el oleaje que impulsa a otros también define nuestro rumbo. En esa perspectiva, el prójimo deja de ser un extraño y se vuelve compañero de viaje.
Gordimer frente al apartheid
Desde esa imagen, su contexto cobra relieve: en la Sudáfrica del apartheid, Gordimer escribió contra un sistema que negaba la corriente compartida. Burger’s Daughter (1979) explora la responsabilidad heredada en la lucha, mientras July’s People (1981) imagina un vuelco social que expone interdependencias silenciadas. Además, en su Nobel Lecture (1991) subrayó el deber del escritor como testigo del destino común, no como juez distante. Por eso su exhortación a la hermandad no es abstracta: es la respuesta concreta a corrientes históricas que, si se niegan, se vuelven remolinos de violencia.
Lecciones del océano y la ecología
Asimismo, la ciencia del mar confirma la intuición: las corrientes superficiales y los giros oceánicos transportan semillas, larvas y conchas a lo largo de continentes, entretejiendo ecosistemas distantes. Lo mismo ocurre con nuestros residuos; el estudio de Jambeck et al., Science (2015), mostró cómo el plástico liberado en una costa termina afectando arrecifes y pesquerías remotas. Incluso fenómenos como El Niño redistribuyen calor y lluvias, recordándonos que lo que arrojamos al agua regresa a la orilla de todos. De esta interdependencia ecológica se desprende una ética: cuidar el mar compartido es cuidarnos.
Filosofías de interdependencia
A continuación, varias tradiciones iluminan la misma corriente. El estoicismo, con la idea de la cosmópolis, propone que somos miembros de una comunidad racional común (Marco Aurelio, Meditaciones). En África austral, el Ubuntu—“umuntu ngumuntu ngabantu”—sostiene que una persona es persona a través de otras (Desmond Tutu, No Future Without Forgiveness, 1999). Y en Oriente, Thich Nhat Hanh habla de “interser” para nombrar la co-pertenencia de todas las cosas (Interbeing, 1987). Aunque difieren, confluyen en un cauce: el yo se realiza cuando reconoce y cultiva sus riberas compartidas.
Las corrientes invisibles de las redes
Por otra parte, la sociología cuantifica estas mareas humanas. Mark Granovetter mostró que los “vínculos débiles” conectan oportunidades y saberes entre grupos diversos (The Strength of Weak Ties, 1973). Más tarde, Watts y Strogatz describieron redes de “mundo pequeño” donde la cercanía inesperada acelera la difusión de ideas, empleos o ayuda (Nature, 1998). Así como una corriente puede llevar nutrientes o contaminantes, nuestras conexiones pueden propagar solidaridad o desinformación. Reconocer el patrón permite orientar el flujo hacia el cuidado y no hacia el daño.
Prácticas concretas de hermandad
Con todo, la hermandad se prueba en actos cotidianos. Escuchar antes de juzgar, compartir información verificada, sostener redes de cuidados y comprar a productores locales son gestos que recalibran la marea. Durante la pandemia de 2020, múltiples barrios organizaron despensas comunitarias y cadenas de llamadas a personas mayores; esas pequeñas olas amortiguaron un oleaje global. Asimismo, políticas como presupuestos participativos y datos abiertos canalizan la energía cívica para que la corriente común llegue a quienes más la necesitan. La ética de Gordimer se vuelve así una práctica distribuida.
Cuidar la diferencia dentro de la unidad
Finalmente, actuar con hermandad no homogeneiza: respeta singularidades mientras comparte el cauce. Martin Buber, en Yo y Tú (1923), sugiere un encuentro que no reduce al otro a objeto, sino que lo reconoce como presencia. En ese espíritu, la justicia reparadora—como mostró la Comisión de Verdad y Reconciliación de Sudáfrica (1995)—busca verdad y responsabilidad para que la convivencia no sea olvido, sino reconstrucción. Así, las conchas conservan su dibujo único, pero avanzan en la misma agua: una unidad que se fortalece al cuidar la diferencia.