Mide el avance por lo iniciado, no pendientes
Creado el: 23 de septiembre de 2025

Mide tu progreso por lo que comenzaste, no por lo que queda sin hacer. — Paulo Coelho
Reencuadrar el sentido del progreso
La frase de Coelho propone un desplazamiento sutil pero poderoso: del déficit a la inercia ganada. En lugar de dejarnos abrumar por la lista interminable de pendientes, invita a reconocer la fuerza que ya está en marcha desde el primer paso. Así, el progreso deja de ser una meta distante y se convierte en un rastro tangible de comienzos valientes. Este reencuadre reduce la parálisis por análisis y convierte la acción inicial en evidencia visible de compromiso. En consecuencia, cada inicio opera como un ancla psicológica: recuerda que el proyecto vive, que no estás en cero y que el impulso—una vez creado—resulta más fácil de mantener que de recuperar.
Lo que muestra la psicología de la motivación
En esta línea, Teresa Amabile y Steven Kramer documentan en The Progress Principle (2011) que la percepción de avance, por pequeño que sea, eleva la motivación y la creatividad. A la vez, el efecto Zeigarnik (1927) explica por qué las tareas inconclusas ocupan nuestra mente; pero enfocarnos en lo que ya iniciamos transforma esa tensión en motor de continuidad, no en ansiedad. De este modo, la atención al tramo recorrido funciona como recompensa inmediata, favoreciendo la dopamina asociada a micrologros. En suma, la ciencia respalda el énfasis en los comienzos: ver el hilo ya trenzado nos impulsa a añadir más hebras con menos fricción emocional.
El poder de empezar pequeño y encadenar acción
Asimismo, la psicología conductual habla de activación: una acción mínima reduce la inercia y facilita la siguiente. David Allen propone la “regla de los dos minutos” en Getting Things Done (2001): si algo toma menos de dos minutos, hazlo ahora; así el arranque deja de intimidar. En paralelo, James Clear sugiere el 1% diario y los hábitos de identidad en Atomic Habits (2018): al iniciar, confirmas “soy el tipo de persona que…”. Incluso la técnica popular “no rompas la cadena”, atribuida a Jerry Seinfeld, utiliza comienzos cotidianos para sostener consistencia. En conjunto, no se trata de heroicidades puntuales, sino de sumar inicios modestos que, encadenados, crean tracción sostenida.
De la mesa al equipo: prácticas ágiles
Trasladado a proyectos, los marcos ágiles privilegian valor entregado sobre promesas, como plantea el Manifiesto Ágil (2001). Un burn-up chart destaca lo logrado, no solo lo pendiente; y Kanban limita el trabajo en progreso para que lo iniciado fluya hasta completarse. Además, dividir en historias pequeñas y entregables tempranos visibiliza avances desde el día uno, reforzando moral y aprendizaje temprano. Al medir por incrementos iniciados y concretados con frecuencia, los equipos mantienen foco, reciben retroalimentación real y evitan el espejismo de grandes planes sin arranque operativo. Así, comenzar bien y a menudo se convierte en métrica de salud del sistema, no en mera anécdota.
Un ejemplo inspirador: Frida y el primer trazo
Por ejemplo, Frida Kahlo comenzó a pintar durante su convalecencia tras el accidente de 1925; con un espejo en el dosel de su cama, convirtió el primer trazo en rito de afirmación. Ese comienzo—modesto en medios, enorme en significado—no liquidó sus dolores ni sus pendientes, pero sí inauguró una obra que creció trazo a trazo. La lección conecta con la cita: medir por lo iniciado reconoce el coraje de empezar incluso en condiciones adversas, y otorga combustible emocional para continuar. De este modo, el inicio deja de ser un umbral temido y se vuelve la evidencia de que ya estamos dentro del camino.
Evitar malentendidos: empezar no es dispersarse
Con todo, iniciar no equivale a multiplicar frentes sin cierre. Por eso conviene definir criterios de finalización claros (Definition of Done), limitar el número de iniciativas simultáneas y revisar la tasa de cierre junto a la de inicio. En organizaciones, OKR con resultados clave medibles sostienen el enfoque en impacto; en lo personal, una lista “hoy” con tres comienzos esenciales evita la dilución. Así, medimos por lo que arrancamos para nutrir la motivación, pero lo alineamos con prioridades verificables. La fórmula es doble: empezar para ganar impulso y terminar para capturar valor, en un bucle que se retroalimenta.
Rituales prácticos para aplicar desde ahora
Finalmente, algunas pautas sencillas consolidan el enfoque. 1) Bitácora de comienzos: al final del día, anota qué iniciaste y por qué importa. 2) Primera acción ridículamente fácil: 5–15 minutos de arranque sin negociación. 3) Bloques de arranque: agenda la “ceremonia de apertura” de cada tarea clave. 4) Revisión semanal: celebra inicios significativos y convierte dos en entregables concretos. Así, lo iniciado deja de ser un gesto aislado y se vuelve un sistema de tracción. Medir por los comienzos no niega lo que falta; simplemente asegura que el camino ya esté en marcha.