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Cerrar capítulos, escribir futuros: pedagogía de esperanza

Creado el: 23 de septiembre de 2025

Pasa la página cuando termine un capítulo; nueva tinta aguarda. — Paulo Freire
Pasa la página cuando termine un capítulo; nueva tinta aguarda. — Paulo Freire

Pasa la página cuando termine un capítulo; nueva tinta aguarda. — Paulo Freire

La metáfora del paso de página

La sentencia de Freire sugiere que cuando un capítulo concluye, es preciso pasar la página porque solo así aparece la “nueva tinta”—las posibilidades que se abren si no seguimos subrayando lo ya leído. No es un llamado a la prisa, sino a reconocer el ritmo de los procesos: cierre, pausa, elaboración y nuevo comienzo. Así, la metáfora desplaza el foco del final al acto de seguir escribiendo, es decir, de asumir agencia sobre el relato propio. En lugar de quedar atrapados en un párrafo que ya cumplió su función, la invitación es a transformar la experiencia en material creativo. Con ello, el aprendizaje deja de ser acumulación de notas marginales para convertirse en autoría responsable: pasamos la página, no para olvidar, sino para disponer el espacio donde reelaborar lo vivido y convertirlo en palabra y acción.

Inacabamiento y praxis en Freire

A partir de esta clave, el “inacabamiento” humano que Freire describe en Pedagogía del oprimido (1970) y desarrolla en Pedagogía de la esperanza (1992) explica por qué siempre aguarda tinta nueva. Somos seres en proceso; por eso, aprender implica praxis: reflexión y acción que se corrigen mutuamente. La página que pasa es la síntesis de un ciclo; la siguiente no es un salto al vacío, sino una hipótesis de trabajo informada por lo anterior. En esa dialéctica, la esperanza deja de ser expectativa pasiva y deviene verbo: esperanzar, es decir, apostar por prácticas que abran futuro. De este modo, la frase no romantiza la novedad; la encuadra como tarea ética y política: reescribir el mundo con los otros, corrigiendo borradores sin miedo a tachar.

Dialogicidad y reescritura colectiva

Desde allí, el paso de página se vuelve colectivo mediante la dialogicidad. Freire mostró en los círculos de cultura cómo los sujetos, al nombrar el mundo, coproducen sentido; así ocurrió en Angicos (1963), donde jornaleros alfabetizados en 45 días elaboraron temas generadores y reescribieron su cotidianeidad. La “nueva tinta” no proviene de un maestro que dicta, sino de una comunidad que problematiza. El diálogo hilvana capítulos dispersos en una trama compartida y, por eso, cada cierre incluye voces múltiples. Además, cuando la palabra circula, las biografías se liberan del monólogo de la fatalidad. Entonces, pasar la página no es cambiar de libro, sino ampliar el margen para que otras manos escriban. La continuidad narrativa nace de la coautoría: nos reconocemos protagonistas que aprenden con los demás.

Ética de cerrar ciclos

En consecuencia, cerrar ciclos exige una ética del desprendimiento crítico. Freire insiste en Pedagogía de la autonomía (1996) en que enseñar requiere humildad: admitir límites, revisar supuestos y exponerse a aprender. Aferrarse a una unidad didáctica exitosa o a un error doloroso bloquea la tinta por venir. Por eso, los cierres necesitan evaluación dialógica: qué funcionó, qué no, qué hipótesis emergen. Esta práctica evita tanto el triunfalismo como el desaliento, porque convierte los resultados en insumos para el siguiente trazo. Además, protege la dignidad: al separar la valoración de las personas de la valoración de las prácticas, permite sostener la esperanza sin negar el conflicto. Así, la página que pasa honra lo trabajado y, a la vez, suelta lo que ya no sirve.

Memoria activa, no amnesia

Sin embargo, pasar la página no equivale a amnesia. La memoria es brújula del futuro; de ahí que procesos sociales como Nunca Más (Argentina, 1984) o la Comisión de la Verdad y Reconciliación del Perú (2001–2003) muestren que el avance responsable integra verdad y reparación. En clave freireana, recordar no es quedarse en el dolor, sino politizarlo para que no se repita. La “nueva tinta” se alimenta de archivos abiertos y relatos plurales, porque solo así el texto siguiente evita los errores del anterior. De forma semejante, en el aula, portafolios y bitácoras preservan huellas que orientan decisiones. En suma, la continuidad requiere memoria activa: pasamos la página con notas al pie que nos sostienen mientras ensayamos nuevas líneas.

Herramientas para la nueva tinta

Finalmente, para que la nueva tinta fluya, conviene diseñar rituales y herramientas de transición. Cierres breves con síntesis colectiva, cartas al yo futuro y acuerdos de “lo que dejamos ir” facilitan el paso. Luego, proyectos iterativos con evaluación formativa, rúbricas co-construidas y diarios de aprendizaje convierten cada capítulo en plataforma para el siguiente. Incluso la retroalimentación “feedforward” —centrada en próximos pasos— alinea la esperanza con la acción. Como recuerda Dweck en Mindset (2006), las creencias sobre la posibilidad de mejora sostienen la perseverancia; Freire añadiría que tal perseverancia es comunitaria y política. Así, entre la última línea y la primera del nuevo capítulo, no hay un salto ciego, sino una decisión compartida de seguir escribiendo con sentido.