La altura real se revela desde la cima
Creado el: 26 de septiembre de 2025

Nunca midas la altura de una montaña hasta que hayas llegado a la cima. Entonces verás lo baja que era. — Dag Hammarskjöld
La perspectiva de la cumbre
El aforismo de Hammarskjöld sugiere que la medida correcta de una dificultad casi nunca se obtiene desde el valle. Antes del ascenso, magnificamos pendientes y riesgos; después, el camino recorrido se comprime porque lo comprendemos. La cima ofrece una geometría moral y cognitiva distinta: el mismo trayecto parece más bajo, no porque haya cambiado, sino porque nosotros sí. Esta inversión de perspectiva no niega el esfuerzo; lo resignifica. Desde arriba, vemos conexiones, atajos y ritmos que eran invisibles al inicio. Así, la metáfora nos invita a posponer juicios tajantes hasta haber hecho la experiencia, preparando el terreno para una mirada más científica sobre por qué sucede.
Expectativa y experiencia en la mente
En psicología, la distancia entre expectativa y experiencia está bien documentada. Daniel Gilbert, en Stumbling on Happiness (2006), muestra cómo solemos sobreestimar dolores futuros y subestimar nuestra adaptación. Del mismo modo, Daniel Kahneman en Thinking, Fast and Slow (2011) describe cómo la memoria reconstruye el esfuerzo con reglas como el pico-final. Una vez dominada una tarea, la carga cognitiva cae: agrupamos patrones y automatizamos microdecisiones, como explican Ericsson y Pool en Peak (2016). Por eso, lo que parecía empinado se siente más bajo tras aprender. A partir de esta base, conviene mirar la montaña literal para afianzar la intuición.
Montañismo: falsos picos y ruta clara
En alpinismo, los falsos picos enseñan que el ojo desde abajo engaña. Maurice Herzog, en Annapurna (1952), narra cómo, alcanzada la cumbre, el laberinto previo se ordena y la ruta cobra lógica. La cumbre no reduce la montaña; reduce nuestra incertidumbre. Por eso, el descenso suele ser técnicamente más claro, aunque no menos peligroso. Este patrón ofrece una metáfora operativa: el conocimiento reconfigura la escala percibida. Con esa idea en mente, pasemos de la roca a la esfera pública, donde Hammarskjöld encarnó esta ética de ascenso prudente en medio de crisis globales.
Servicio y humildad en el liderazgo
Como secretario general de la ONU (1953–1961), Hammarskjöld afrontó Suez y el Congo con una mezcla de rigor y reserva. Sus apuntes espirituales en Markings, publicados póstumamente como Vägmärken (1963), destilan humildad: servir primero, juzgar después. En política internacional, el ruido inicial amplifica la montaña; solo tras desplegar mediaciones y hechos, la altitud se reevalúa. Así, su frase no celebra la jactancia del vencedor, sino la modestia del aprendiz. Desde esa lectura, la práctica aconseja no medir para desanimarse antes, sino para aprender mejor después. Allí entran métodos concretos.
Medir después para aprender mejor
En gestión y aprendizaje, las retrospectivas convierten la cima en aula. Equipos ágiles documentan qué funcionó y qué no, mientras Gary Klein propone el pre-mortem (HBR, 2007) para anticipar fallos sin paralizarse. La idea es descomponer la montaña en tramos, anotar señales y convertir lo vivido en guías para futuras ascensiones. Además, medir después evita fetichizar métricas previas que asustan o seducen sin contexto. Con todo, hay una trampa: al mirar atrás, podemos creer que el resultado era obvio. Reconocer ese sesgo preserva la empatía con quienes aún suben.
Sesgo retrospectivo y empatía
El sesgo retrospectivo, estudiado por Baruch Fischhoff (1975), nos hace ver el pasado como más predecible de lo que fue. Tras la cima, afirmamos que era fácil; olvidamos niebla, dudas y desvíos. Esa ilusión puede humillar a novatos y empobrecer el liderazgo. Para contrarrestarla, conviene registrar incertidumbres en tiempo real y compartirlas después. Así, la baja aparente de la montaña no borra su dureza, sino que ilumina el mapa. Este equilibrio prepara el ánimo para la siguiente escalada, donde la mentalidad importa tanto como la técnica.
De la cima a la próxima ascensión
Carol Dweck, en Mindset (2006), distingue entre mentalidad fija y de crecimiento. La primera mide pronto y se rinde; la segunda aprende en el trayecto y recalibra en la cima. Vista así, la frase de Hammarskjöld invita a convertir cada logro en trampolín y no en pedestal. Finalmente, reconocer que las montañas se abajan cuando comprendemos no trivializa el esfuerzo: valida que el saber transforma. Con esa claridad, elegimos la próxima ruta con menos miedo y más propósito, sabiendo que la verdadera medida surge al llegar.