Site logo

Persistencia amorosa: de lo ordinario a lo extraordinario

Creado el: 28 de septiembre de 2025

Convierte lo ordinario en extraordinario persistiendo con amor. — Octavio Paz
Convierte lo ordinario en extraordinario persistiendo con amor. — Octavio Paz

Convierte lo ordinario en extraordinario persistiendo con amor. — Octavio Paz

La alquimia de la atención

Comencemos por la mirada: cuando atendemos algo con amor, su contorno se afina y su sentido se expande. Persistir no es solo repetir; es regresar con curiosidad y cuidado, como quien pule una piedra hasta revelar vetas insospechadas. Así, lo cotidiano deja de ser ruido y se vuelve textura. Octavio Paz exploró esta metamorfosis de la percepción: en El arco y la lira (1956) sostiene que la palabra, trabajada con devoción, convierte la experiencia común en revelación poética. Del mismo modo, una conversación, un cuaderno de notas o una tarea doméstica se transfiguran cuando se sostienen con afecto.

El amor como método

Desde ahí, el amor pasa de ser sentimiento a método: un modo de hacer que prioriza la presencia sobre la prisa. Persistir con amor es aceptar ritmos, corregir con suavidad y volver a empezar con paciencia. La ceremonia del té, por ejemplo, eleva gestos mínimos a arte porque cada paso se cuida y se repite con sentido. Similarmente, una maestra que corrige dictados diariamente, pero con palabras que animan, produce una diferencia que no se ve en un día, sino en una constelación de avances. La constancia afectuosa no espectaculariza; profundiza.

Ecos en la obra de Paz

Esta intuición resuena en la obra de Paz, donde lo simple se abre a lo infinito. Piedra de sol (1957) orbita en círculos que, por insistencia, alcanzan una experiencia de plenitud: el ritmo vuelve, pero cada vuelta ensancha la mirada. Y en El laberinto de la soledad (1950), al examinar gestos y máscaras de la vida mexicana, su indagación muestra cómo la dignidad puede habitar lo humilde. No se trata de adornar lo ordinario, sino de atravesarlo: la perseverancia amorosa le extrae una verdad que estaba ahí, agazapada, esperando ser nombrada.

Ciencia de la práctica deliberada

A su vez, la investigación respalda esta poética. Anders Ericsson (1993) describió la práctica deliberada: repetir con objetivos claros y retroalimentación transforma habilidades. Teresa Amabile (1996) halló que la creatividad florece cuando el entorno ofrece significado y motivación intrínseca; el amor por la tarea provee ambas. Angela Duckworth (2016) llamó “grit” a la combinación de pasión y perseverancia, subrayando que sostener un interés en el tiempo predice logro. En conjunto, estas perspectivas muestran que el amor no solo calienta el ánimo: organiza el esfuerzo, afina la atención y persevera cuando el brillo inicial se apaga.

Del yo a la comunidad

Sin embargo, la transformación no es solo individual; la persistencia amorosa contagia. Un panadero de barrio que amasa a la madrugada y recuerda los gustos de sus vecinos convierte compras rápidas en ritual compartido; la hogaza resulta mejor, pero también el vínculo. De modo análogo, un huerto comunitario que riega a diario convierte un lote vacío en lugar de encuentro. Estas prácticas muestran que lo extraordinario no es lujo: es relación sostenida. Lo común cambia cuando alguien insiste en cuidarlo y otros aprenden ese cuidado como lengua franca.

Una ética de la paciencia

Por último, persistir con amor dibuja una ética: honrar procesos, aceptar imperfecciones y celebrar progresos discretos. Como en el kintsugi, donde la grieta se resalta con oro, el tiempo no borra las fallas; las integra y les otorga sentido. Esa misma paciencia convierte el ensayo en hallazgo y el error en escuela. Así, el consejo de Paz deja de ser consigna y se vuelve práctica diaria: volver, pulir, escuchar, servir. Al final, lo extraordinario no cae del cielo; se teje, hilo por hilo, con la constancia de quien ama.