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Claridad de propósito: luz frente a la incertidumbre

Creado el: 29 de septiembre de 2025

Un propósito claro disipa la niebla y guía pasos firmes — Desmond Tutu
Un propósito claro disipa la niebla y guía pasos firmes — Desmond Tutu

Un propósito claro disipa la niebla y guía pasos firmes — Desmond Tutu

La metáfora de la niebla

En la sentencia de Desmond Tutu, la niebla representa la confusión que desorienta y ralentiza, mientras que el propósito funciona como faro y brújula. Con un norte definido, el terreno no cambia, pero la percepción sí: se distinguen rutas, peligros y prioridades. Así, la claridad no elimina la complejidad; la vuelve navegable. De ahí que los “pasos firmes” no dependan de tener todas las respuestas, sino de saber hacia qué pregunta caminar.

Sentido que sostiene en la adversidad

A partir de esta metáfora, emerge su sustancia psicológica: el sentido. Viktor Frankl, en El hombre en busca de sentido (1946), mostró que quienes podían articular un “para qué” resistían mejor el sufrimiento. El propósito reencuadra el dolor como inversión, no como pérdida. Bajo esa luz, la niebla no desaparece, pero pierde su poder paralizante. La dirección dota de valentía: incluso un avance pequeño adquiere significado, y el ánimo encuentra suelo donde afirmarse.

Claridad operativa y toma de decisiones

En este marco, la evidencia empírica coincide. La teoría de metas de Locke y Latham (1990) demuestra que objetivos específicos y desafiantes elevan el desempeño al reducir ambigüedades. Del mismo modo, la “niebla de la guerra” de Clausewitz (Vom Kriege, 1832) ilustra cómo una intención clara orienta decisiones cuando la información es incompleta. En contextos ruidosos, la claridad delimita qué medir, qué ignorar y qué ritmo sostener, de modo que cada paso contribuya al trayecto entero.

El ejemplo de Tutu: verdad y reparación

Asimismo, el liderazgo de Tutu encarna esta idea. Al presidir la Comisión de la Verdad y Reconciliación de Sudáfrica (1996), su propósito no fue venganza, sino curación a través de la verdad. En No Future Without Forgiveness (1999) describe audiencias donde la confesión pública abrió sendas de perdón antes impensables. La claridad moral —verdad primero, luego reconciliación— convirtió el dolor en materia de construcción cívica. Así, la niebla del rencor cedió ante una dirección compartida.

Cómo afinar el propósito cotidiano

Trasladado a la vida común, la claridad se forja con prácticas concretas: declarar el propósito en una frase funcional (“para que…”), definir criterios de éxito observables y ensayar futuros con un premortem, técnica popularizada por Gary Klein (HBR, 2007) para anticipar fallos. Además, vincular acciones a “intenciones de implementación” (Gollwitzer, 1999) —si ocurre X, haré Y— convierte el norte en hábitos. Así, la visión inspira y, a la vez, la agenda aterriza.

Propósito compartido y coordinación colectiva

Finalmente, un propósito claro no solo estabiliza al individuo; sincroniza equipos. La anécdota del conserje de la NASA que decía “estoy ayudando a poner a un hombre en la Luna” (c. 1962) condensa esa alineación. La investigación de J. Richard Hackman en Leading Teams (2002) muestra que una dirección convincente mejora la coordinación y la energía del grupo. Cuando todos ven el mismo faro, las tareas dispersas se vuelven pasos concertados, y la niebla se transforma en camino.