Progreso medido por intención, no resultados instantáneos
Creado el: 29 de septiembre de 2025

Evalúa el progreso según la intención y el esfuerzo, no por el éxito de la noche a la mañana — Alice Walker
Replantear qué significa avanzar
Para empezar, la frase de Alice Walker nos invita a cambiar el foco: del brillo fugaz del logro inmediato a la constancia silenciosa del propósito y la práctica. En una cultura que celebra lo viral y lo súbito, medir por “éxito de la noche a la mañana” distorsiona la realidad de cualquier proceso creativo o ético. Walker, cuya obra y activismo crecieron con paciencia y raíces comunitarias, sugiere que el avance genuino se aprecia en la coherencia entre lo que queremos hacer y lo que hacemos cada día, no en un golpe de suerte.
La ética del esfuerzo consciente
A continuación, la psicología respalda esta mirada. La práctica deliberada, descrita por Anders Ericsson y Robert Pool en Peak (2016), muestra que la excelencia surge al trabajar con feedback y metas ajustadas, no de talentos repentinos. Del mismo modo, la mentalidad de crecimiento de Carol Dweck, Mindset (2006), explica que aprender a valorar el proceso fortalece la resiliencia. Y Angela Duckworth, Grit (2016), documenta cómo la combinación de pasión sostenida y perseverancia predice resultados más que la inspiración momentánea. Así, el esfuerzo intencional no es un consuelo; es el terreno donde las capacidades se vuelven realidades.
La intención como brújula moral
Asimismo, la intención orienta no solo la eficacia, sino la ética del camino. Walker celebró la creatividad resistente en In Search of Our Mothers’ Gardens (1983), donde mujeres negras convierten limitaciones en arte y cuidado; su mérito no radica en trofeos inmediatos, sino en la fidelidad a un legado. Medir por intención significa preguntarnos si nuestros métodos honran a quienes nos rodean. Además, evitar la trampa de optimizar solo métricas nos protege del efecto Goodhart: cuando un indicador se vuelve objetivo, deja de indicar. La intención, entonces, mantiene la dirección cuando los números tentadores nos invitan a atajos.
Ilustraciones literarias y cotidianas
Siguiendo esta línea, The Color Purple (1982) muestra a Celie transformarse mediante cartas y pequeños actos de afirmación. No hay milagros súbitos: hay una cuerda de días que, al tensarse, cambian su voz y su mundo. En lo cotidiano, ocurre igual: una huerta comunitaria que rinde tras estaciones de cuidado, o una violinista que mejora con sesiones guiadas, grabaciones y correcciones. En ambos casos, la medida de progreso no es un premio repentino, sino la evidencia acumulada de intención y esfuerzo que, con el tiempo, se vuelve fruto, sonido y comunidad.
Los riesgos del éxito inmediato
Sin embargo, el culto a lo instantáneo introduce sesgos. El sesgo del superviviente, popularizado por Nassim Taleb en Fooled by Randomness (2001), nos hace aprender de ganadores visibles e ignorar la masa de procesos en maduración. Esto desvaloriza trayectorias honestas y promueve tácticas de corto plazo. Cuando la urgencia por “resultados ya” se impone, sacrificamos aprendizajes profundos, ética de trabajo y salud mental. La promesa de atajos rara vez paga; en cambio, erosiona la base sobre la que se construye lo sostenible.
Medir mejor: procesos, aprendizajes y constancia
Finalmente, evaluar por intención y esfuerzo exige nuevas métricas: registrar prácticas (horas con calidad), hitos de aprendizaje, ciclos de feedback y mejoras marginales. En gestión, el ciclo Plan-Do-Check-Act de W. Edwards Deming, Out of the Crisis (1982), y el kaizen subrayan avances pequeños y verificables. Un diario de progreso con preguntas recurrentes—qué intenté, qué aprendí, qué ajustaré—convierte el proceso en evidencia. Así, celebramos coherencia y crecimiento, y el éxito, cuando llegue, será consecuencia, no sustituto, del camino recorrido.