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Pequeños riesgos, grandes aprendizajes, regreso con sabiduría

Creado el: 1 de octubre de 2025

Arriesga un poco, aprende mucho y vuelve más rico en sabiduría. — Paulo Coelho
Arriesga un poco, aprende mucho y vuelve más rico en sabiduría. — Paulo Coelho

Arriesga un poco, aprende mucho y vuelve más rico en sabiduría. — Paulo Coelho

El poder del riesgo medido

Para empezar, la invitación de Coelho a arriesgar un poco no celebra la temeridad, sino la exploración con límites. Taleb, en 'Antifrágil' (2012), muestra cómo sistemas y personas se fortalecen ante pequeñas tensiones: microapuestas que, si salen mal, duelen poco y, si salen bien, enseñan mucho. Así, el riesgo deja de ser ruleta para convertirse en laboratorio. Esa lógica convierte cada intento en un sensor: capta señales del mundo y nos vuelve más lúcidos sobre lo que funciona y lo que conviene dejar atrás.

Aprender haciendo, no solo pensando

A continuación, el aprendizaje florece cuando la acción reemplaza a la especulación. Dewey, en 'Experience and Education' (1938), sostuvo que la experiencia estructurada es el aula más honesta; Kolb, con su ciclo de aprendizaje (1984), conectó concretamente experiencia, reflexión, concepto y prueba. Cuando probamos algo pequeño y luego lo reelaboramos, el conocimiento deja de ser abstracto y se vuelve herramienta. Así, cada ensayo ilumina el siguiente paso y, por contraste, reduce la neblina de lo incierto.

Del conocimiento a la sabiduría

Con esos aprendizajes, el siguiente paso es distinguir saber de sabiduría. Aristóteles describió la 'phronesis' o prudencia en la 'Ética a Nicómaco' (s. IV a. C.): no solo saber qué es bueno, sino elegir el cómo y el cuándo adecuados. Del mismo modo, Odiseo regresa transformado en la 'Odisea' (c. siglo VIII a. C.), porque convierte pruebas en criterio. La sabiduría, entonces, no es acumular datos, sino integrar experiencia, valor y juicio para actuar con tino en contextos cambiantes.

Volver y compartir lo aprendido

Desde ahí, regresar más rico en sabiduría implica dar forma pública a lo privado. Campbell, en 'El héroe de las mil caras' (1949), llamó a ese retorno el momento de traer el elixir: el conocimiento que beneficia a la comunidad. Un error evitado, una pregunta mejor formulada o un proceso más simple son el elixir cotidiano. Al compartirlo, cerramos el ciclo: lo que empezó como riesgo personal se convierte en bien común y multiplica su valor.

Tácticas concretas para arriesgar mejor

Por eso, conviene diseñar riesgos pequeños con intención. El 'premortem' de Gary Klein (HBR, 2007) pide imaginar que el proyecto fracasó y listar por qué; así nacen salvaguardas antes de actuar. La práctica de experimentos breves y medibles, popularizada por 'The Lean Startup' de Eric Ries (2011), reduce apuestas grandes a pruebas reversibles. Añade un diario de aprendizaje con hipótesis, resultados y decisiones, y revisiones quincenales tipo 'after action review': cada ciclo suma claridad sin exponerlo todo.

Cuidar el error y la seguridad psicológica

Finalmente, para aprender mucho hay que poder fallar sin miedo paralizante. Amy Edmondson (1999) demostró que la 'seguridad psicológica' habilita preguntar, admitir errores y corregir a tiempo. Prácticas como listas de verificación, divulgadas por Atul Gawande en 'The Checklist Manifesto' (2009), convierten la prudencia en hábito, no en freno. Así se reconcilian riesgo y responsabilidad: fallas pequeñas, detectadas pronto, alimentan la sabiduría; fallas grandes, prevenidas, protegen lo que más importa.