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De la duda a la acción esclarecida

Creado el: 1 de octubre de 2025

Convierte las dudas en preguntas y las preguntas en acción. — Carl Sagan
Convierte las dudas en preguntas y las preguntas en acción. — Carl Sagan

Convierte las dudas en preguntas y las preguntas en acción. — Carl Sagan

La chispa: del escepticismo a la curiosidad

Sagan propone una secuencia vital: convertir la duda en preguntas y, luego, en acción. En su visión, la duda no es parálisis, sino combustible que enciende la curiosidad. Por eso, en Cosmos (1980) y El mundo y sus demonios (1995), insiste en que el escepticismo es una disciplina de la mente: nos protege de lo falso para poder abrazar con más fuerza lo verdadero. A partir de ahí, el primer movimiento práctico es aceptar que no saber es una oportunidad. Nombrar la incertidumbre —en lugar de ocultarla— abre el espacio para formular preguntas mejores, aquellas que reducen la niebla y señalan un próximo paso verificable.

Formular preguntas que abren camino

Transformar dudas en preguntas exige precisión. El método socrático, ya visible en los diálogos de Platón, muestra cómo depurar una inquietud hasta hallar su núcleo operativo: ¿qué queremos medir, comparar o predecir? De modo afín, la técnica Question Formulation Technique del Right Question Institute (Rothstein y Santana, 2011) invita a generar muchas preguntas, clasificarlas (abiertas/cerradas) y priorizarlas por impacto y factibilidad. Así, una duda vaga como ‘¿funciona nuestra idea?’ se traduce en ‘¿qué indicador debería mejorar y en cuánto, en cuatro semanas, si la idea realmente funciona?’. La pregunta bien formulada ya sugiere métodos, datos y plazos.

Del interrogante a la hipótesis y el experimento

Con una pregunta clara, el siguiente puente es la hipótesis: una afirmación refutable que anticipe qué veremos si la explicación es correcta. Sagan popularizó el kit para detectar camelos en El mundo y sus demonios (1995): pedir evidencias independientes, buscar explicaciones alternativas, cuantificar y aceptar la posibilidad de error. En consecuencia, la acción mínima valiosa es un experimento: definir una predicción, fijar umbrales de decisión y ejecutar una prueba sencilla antes de escalar. Si los datos contradicen la hipótesis, no es fracaso; es avance, porque reduce la ignorancia y reformula la pregunta con mejor puntería.

Lecciones históricas de la cadena Sagan

Esta secuencia tiene ecos profundos. Sócrates enseñó a interrogar supuestos para acercarse a definiciones más sólidas; Francis Bacon, en Novum Organum (1620), formalizó la observación sistemática contra los ‘ídolos’ del sesgo. Más tarde, Ignaz Semmelweis (1847) convirtió una inquietud sobre la fiebre puerperal en preguntas medibles y acciones concretas: lavado de manos, mortalidad antes/después; la evidencia habló incluso cuando el consenso dudaba. Del mismo modo, Marie Curie pasó de la pregunta por la radioactividad a isolar polonio y radio (1898). En todos los casos, la duda bien trabajada no detuvo; orientó.

Ciencia y cosmos: de una pregunta a Voyager

Sagan encarnó su propia máxima. Ante la pregunta ‘¿cómo nos presentaríamos a otras inteligencias?’, impulsó la placa de Pioneer (1972) y el Disco de Oro de Voyager (1977), acciones concretas que transformaron una especulación en un mensaje físico viajando entre estrellas. Luego, al preguntar ‘¿cómo nos vemos desde el borde del sistema solar?’, promovió girar Voyager 1 para fotografiar la Tierra: el Pale Blue Dot (1990), reflexión ampliada en su libro de 1994. Ese punto azul pálido no sólo respondió; reorientó valores y decisiones, conectando evidencia con responsabilidad planetaria.

Aplicación cotidiana: pasos pequeños, evidencia grande

En la vida diaria y profesional, el ciclo duda–pregunta–acción se traduce en micro-experimentos. Eric Ries, en The Lean Startup (2011), aconseja hipótesis de valor y una ‘versión mínima viable’ para aprender con rapidez. De forma similar, el pensamiento de diseño propone explorar, delimitar, idear y prototipar antes de escalar. Prácticamente: 1) redacta la duda; 2) conviértela en una pregunta medible; 3) formula una hipótesis con umbral de éxito; 4) diseña una prueba de bajo costo y alta información; 5) decide con anterioridad qué harás si el resultado es A o B. Así, la acción deja de ser salto ciego y se vuelve aprendizaje planificado.

Humildad, ética y aprendizaje continuo

Finalmente, convertir preguntas en acción exige humildad epistémica: estar dispuestos a corregir el rumbo. Karl Popper, en 1934, destacó que la ciencia progresa por conjeturas y refutaciones; Sagan lo resumió con su famosa máxima sobre evidencias extraordinarias. Esta actitud no sólo protege de engaños; también previene la parálisis por perfeccionismo. Con cada iteración, las dudas se afinan, las preguntas ganan poder explicativo y las acciones se vuelven más responsables. Así, el ciclo saganiano no es una escalera recta, sino una espiral que nos acerca, vuelta a vuelta, a comprender y mejorar el mundo.