Preguntar audazmente: respuestas que guían nuestros pasos
Creado el: 1 de octubre de 2025
Haz preguntas audaces; las respuestas les enseñarán a tus pies adónde ir. — Safo
El poder de una pregunta valiente
Safo sugiere que una pregunta no es un gesto mental aislado, sino un impulso que moviliza el cuerpo. Al decir “haz preguntas audaces”, la poeta lírica de Lesbos (c. 630–570 a. C.) convierte la curiosidad en un acto de coraje: arriesgar la comodidad de lo sabido para ganar orientación. Así, “las respuestas” no quedan en el aire; se vuelven orientación tangible, algo que los pies pueden seguir. En consecuencia, preguntar se vuelve una forma de cartografía: el mapa no preexiste, se dibuja a medida que interrogamos. Esta intuición inaugura un hilo conductor que atraviesa la historia intelectual: del canto íntimo de Safo a las prácticas públicas del debate, la investigación y el viaje, la pregunta audaz transforma la incertidumbre en dirección.
Del verso al movimiento del cuerpo
La imagen de los pies trae la reflexión al terreno físico: pensar caminando, caminar pensando. No es casual que la tradición peripatética describa a Aristóteles enseñando mientras paseaba en el Liceo; el movimiento acompasa el juicio, y el juicio marca el rumbo. El poema, entonces, no se queda en la página: habilita una marcha. De esta forma, el tránsito entre la metáfora y la acción es continuo. Primero preguntamos, luego ajustamos el paso con cada respuesta obtenida. Como en un sendero sin señales, el avance se corrige por pequeñas verdades que emergen al andar, y esa retroalimentación convierte la curiosidad en práctica cotidiana.
De Sócrates a la prudencia práctica
El método socrático ya encarnaba esta dinámica: en la Apología de Platón (c. 399 a. C.), las preguntas del filósofo desestabilizan certezas para orientar la vida examinada. En el Menón (c. 380 a. C.), el diálogo muestra cómo la indagación despierta conocimiento latente que guía decisiones concretas. Interrogar no busca humillar, sino orientar. Asimismo, Aristóteles en la Ética a Nicómaco VI describe la phronesis, una prudencia que delibera bien sobre lo que cabe hacer aquí y ahora. Las respuestas a buenas preguntas no son abstractas: calibran la acción, enseñan a los pies el siguiente paso. De ahí que preguntar no sea mero preludio, sino parte constitutiva del acto de vivir bien.
Ciencia como mapa de preguntas
Francis Bacon propuso en Novum Organum (1620) que la investigación avance por conjeturas puestas a prueba, convirtiendo preguntas en experimentos que literalmente guían las manos del investigador. A su modo, Charles Darwin relata en The Voyage of the Beagle (1839) cómo interrogantes sobre fauna y geología lo llevaron a caminar costas, subir montañas y registrar observaciones: la pregunta abrió ruta. Así, la ciencia no camina sobre certezas, sino sobre hipótesis que orientan cada paso de campo o de laboratorio. Primero se pregunta, luego el mundo responde con datos; entonces el trayecto se replantea. En este ir y venir, la curiosidad se vuelve brújula fiable.
Psicología de la curiosidad como brújula
La psicología describe la curiosidad como una “brecha de información” que buscamos cerrar. George Loewenstein (1994) mostró que, al percibir lagunas entre lo que sabemos y lo que deseamos saber, se activa un impulso dirigido a explorarlas. Esa tensión no paraliza: nos orienta hacia las fuentes más prometedoras de respuesta. En la misma línea, Kang et al., Neuron (2009) observaron que la curiosidad epistémica activa circuitos de recompensa y mejora la memoria, reforzando el aprendizaje dirigido. Por eso, cada respuesta no solo satisface; recalibra la ruta cognitiva y conductual, enseñando—literalmente—adónde mover los pies a continuación.
Educar y liderar desde la indagación
Paulo Freire defendió una educación problematizadora donde los estudiantes formulan preguntas que transforman su entorno (Pedagogía del oprimido, 1968). En medicina, Barrows y Tamblyn documentaron el aprendizaje basado en problemas como motor de pensamiento y acción (1980). En ambos casos, la pregunta no adorna el currículo: lo orienta. De modo semejante, los equipos creativos prosperan con preguntas catalizadoras: ¿qué nos falta ver?, ¿qué evidencia lo refuta?, ¿qué señales tempranas cambiarían nuestro rumbo? Así, al estilo de Safo, el liderazgo convierte respuestas en pasos verificables—pilotos, iteraciones, decisiones—y la audacia de preguntar se traduce en movimiento con propósito.