Coser el cambio, remendar lo desgarrado
Creado el: 3 de octubre de 2025
Cose tus manos al tejido del cambio y remienda lo que está desgarrado. — Alice Walker
La aguja como acto de voluntad
Para empezar, la imagen de “coser tus manos al tejido del cambio” convierte la acción política en una labor íntima: no se observa desde lejos, se toca, se atraviesa con puntadas firmes. El hilo es compromiso; la tela, una sociedad hecha de relaciones. Alice Walker ha descrito en ensayos cómo el arte cotidiano sostiene la vida cuando las instituciones fallan; en In Search of Our Mothers’ Gardens (1983) rescata esas manos anónimas que, con oficio y paciencia, mantuvieron un mundo habitable. Así, la metáfora no invita a un gesto espectacular, sino a una constancia que une lo roto y deja huella visible.
Del remiendo al bien común
Desde esa metáfora pasamos al terreno comunitario, donde coser es también organizar. Durante el movimiento por los derechos civiles, iniciativas como Freedom Quilting Bee (1966, Alabama) vendieron colchas para sostener la lucha y generar ingresos. Más tarde, las colchas de Gee’s Bend (Boykin, Alabama) hicieron visible ese genio colectivo; su exhibición en el Whitney Museum (2002) mostró cómo el diseño nacido de la necesidad podía reconfigurar el canon artístico. De este modo, el remiendo deja de ser reparación silenciosa y se vuelve herramienta de justicia: una puntada económica, otra cultural y otra política.
Womanism y la herencia de las manos
A continuación, Walker nombra con womanism (In Search of Our Mothers’ Gardens, 1983) una ética que centra la creatividad y supervivencia de las mujeres negras. No es casual que en The Color Purple (1982) Celie encuentre autonomía al coser pantalones: la costura se vuelve lenguaje propio, ingreso y dignidad. Enlazando con lo anterior, la aguja no solo cierra desgarros; también traza nuevos patrones de vida. Así, el cambio no se improvisa: se corta, se hilvana y se prueba hasta que encaja en cuerpos e historias reales.
Sanar desgarros de memoria y vínculo
Asimismo, remendar implica reparar daños menos visibles: los del recuerdo y la convivencia. La justicia restaurativa propone, como sugiere Howard Zehr en Changing Lenses (1990), reunir a quienes fueron heridos y a quienes dañaron para acordar reparaciones concretas. Es, en esencia, reatar hilos entre personas. Como en un zurcido fino, lo logrado es resistente porque distribuye la tensión; cada voz sostiene a la otra. Así, las comunidades aprenden que reconocer la rotura es el primer paso para tejer una trama más fuerte que la original.
Remiendos para la Tierra compartida
Por otra parte, el tejido del cambio incluye a la naturaleza. El Decenio de las Naciones Unidas sobre la Restauración de los Ecosistemas (2021–2030) propone reforestar, recuperar manglares y suelos, y enlazar corredores biológicos: puntadas ecológicas que devuelven resiliencia. Tradiciones como el boro y el sashiko japoneses celebran el remiendo visible; del mismo modo, la restauración ambiental asume las cicatrices y las integra, como el kintsugi que realza con oro las fracturas de la cerámica. Así, lo reparado no oculta su herida: la convierte en guía para no repetirla.
Ética de lo pequeño que sostiene lo grande
Finalmente, coser el cambio se practica en lo diario: arreglar una prenda, sostener una conversación difícil, organizar una red de cuidados. adrienne maree brown, en Emergent Strategy (2017), describe lo “fractal”: transformaciones grandes nacen de patrones pequeños repetidos con intención. En continuidad con todo lo anterior, cada puntada local crea una tensión a favor de la vida en la tela común. Remendar no es nostalgia; es método. Y cuando muchas manos se suman, el desgarro, aunque visible, deja de expandirse y se convierte en la línea por donde empieza lo nuevo.