Control, velocidad y riesgo: la paradoja de Andretti
Creado el: 6 de octubre de 2025
Si todo parece estar bajo control, simplemente no vas lo suficientemente rápido. — Mario Andretti
La paradoja de la velocidad controlada
La frase de Mario Andretti plantea una tensión fecunda: cuando todo parece bajo control, quizá estamos operando por debajo de nuestro verdadero umbral de rendimiento. En ese borde donde el control empieza a temblar aparecen la información nueva, la creatividad y el aprendizaje acelerado. No se trata de glorificar la imprudencia, sino de reconocer que el progreso raramente nace del confort. Así, la sensación de desborde funciona como un indicador: el desafío es suficientemente alto para exigir foco, adaptación y crecimiento. Este matiz nos lleva del eslogan al método.
Lecciones del automovilismo profesional
En las pistas, Andretti compitió en entornos con reglas, equipos y protocolos de seguridad diseñados para sostener altas velocidades. Su triunfo en la Indy 500 de 1969, logrado con auto de repuesto tras un accidente en prácticas, ilustra la idea: avanzar al límite sin perder el juicio (Indianapolis Motor Speedway, race history 1969). La clave no fue pisar a fondo sin más, sino ajustar ritmo, técnica y estrategia para superar a rivales bajo presión. Esta distinción importa fuera del circuito: velocidad sí, pero construida sobre preparación, redundancias y aprendizaje continuo.
El filo del aprendizaje: del confort al flujo
Mihály Csikszentmihalyi describe el ‘flujo’ como el punto en que la dificultad se alinea con la habilidad, exigiendo toda nuestra atención sin desbordarla (Flow, 1990). Si todo se siente demasiado estable, probablemente estamos por debajo de ese umbral óptimo; si el caos domina, lo superamos. La máxima de Andretti puede leerse entonces como una brújula: buscar ritmos que nos estiren lo suficiente para entrar en flujo. Así, la ligera pérdida de control no es fallo, sino señal de calibración: estamos aprendiendo en tiempo real y ampliando capacidades.
Innovar con rapidez responsable
En gestión, acelerar ciclos de feedback permite descubrir antes lo que funciona. El enfoque Lean Startup promueve iteraciones breves, hipótesis explícitas y métricas que guían correcciones tempranas (Eric Ries, 2011). Incluso compañías tecnológicas pasaron de ‘muévete rápido y rompe cosas’ a ‘muévete rápido con infraestructura estable’, reconociendo el costo de la deuda técnica (Zuckerberg, 2014). La enseñanza es clara: la velocidad crea valor cuando se ancla en mecanismos que preservan lo esencial y permiten aprender con daños acotados.
Diseñar el riesgo: marcos y salvaguardas
Para correr más rápido sin caer, conviene diseñar amortiguadores. El pre-mortem de Gary Klein invita a imaginar el fracaso por adelantado y a preparar respuestas (HBR, 2007). El ciclo OODA de John Boyd —observar, orientar, decidir, actuar— estructura decisiones ágiles bajo incertidumbre. Y la perspectiva Safety-II de Erik Hollnagel sugiere reforzar lo que suele salir bien para absorber variaciones (2014). Con estos marcos, la aceleración deja de ser temeridad y se convierte en disciplina: se prueban límites, pero con red.
Ética y sostenibilidad del desempeño
Acelerar tiene costos ocultos si se ignoran personas, normas o contextos. La investigación sobre burnout muestra que la presión sostenida sin recursos adecuados erosiona la calidad y el juicio (Maslach y Leiter, 1997). Por eso, medir la velocidad no solo en resultados inmediatos, sino en aprendizaje, seguridad y salud del equipo, evita victorias pírricas. En última instancia, la máxima de Andretti cobra sentido cuando elegimos bien el terreno: empujar en espacios preparados para absorber el riesgo y frenar cuando la integridad —propia o colectiva— está en juego.