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Del autocastigo a la fuerza de la autoaprobación

Creado el: 7 de octubre de 2025

Has estado criticándote durante años y no ha funcionado. Intenta aprobarte y observa qué pasa. — Louise L. Hay

El giro que propone Louise Hay

La invitación de Louise L. Hay es tan sencilla como radical: si años de crítica no han dado frutos, cambia el método y observa. Plantea la autoaprobación como un experimento empírico, no como dogma, y desplaza el foco del reproche al aprendizaje. You Can Heal Your Life (1984) popularizó esta intuición: tratarnos con amabilidad no niega los errores, sino que crea el clima para corregirlos. Así, el reto no es creer ciegamente, sino comprobar qué cambia cuando nuestra voz interna se vuelve aliada.

Evidencia de la autocompasión eficaz

La investigación respalda ese giro. Kristin Neff (2003) vincula la autocompasión con mayor motivación y menor procrastinación, porque reduce la vergüenza paralizante. En un estudio clásico, Breines y Chen (2012, Personality and Social Psychology Bulletin) mostraron que, tras un fallo, quienes recibían un mensaje de amabilidad hacia sí mismos mostraban más deseo de enmendar y estudiar que quienes se autocriticaban. En coherencia con la propuesta de Hay, la amabilidad no relaja la exigencia; más bien la orienta hacia la mejora sostenible.

Neurobiología: de la amenaza a la calma

En el plano cerebral, la autocrítica activa el sistema de amenaza, elevando cortisol y reactividad amigdalar; en ese estado, el aprendizaje se estrecha. Paul Gilbert, en Compassion Focused Therapy (2010), explica que el tono cálido hacia uno mismo moviliza sistemas de calma y afiliación, facilitando correcciones sin pánico. Complementariamente, Barbara Fredrickson (2001, American Psychologist) describe cómo las emociones positivas ensanchan la atención y construyen recursos. Dicho de otro modo, aprobarte cambia el terreno neurofisiológico donde intentas mejorar.

Rendimiento, aprendizaje y hábitos duraderos

Este cambio interno repercute en el desempeño. Carol Dweck (2006) mostró que una mentalidad de crecimiento prospera cuando el error se interpreta como información, no como identidad defectuosa. Además, la teoría de la autoafirmación de Claude Steele (1988) y los ensayos de valores de Geoffrey Cohen y colegas (2006, Science) evidencian que recordar lo que valoramos reduce la defensividad y mejora resultados académicos. En esa línea, la autoaprobación actúa como amortiguador que permite perseverar, ajustar y consolidar hábitos sin sabotaje interno.

Cómo probarlo en 14 días

Para llevar la idea a la práctica, convierte la autoaprobación en un protocolo breve. Cada mañana define una intención concreta en términos de conducta, por ejemplo, hablarte con respeto al enfrentar errores. Durante el día, cuando notes crítica interna, nómbrala y reformúlala en un mensaje útil que incluya responsabilidad y camino de mejora. Por la noche, registra dos cosas que validas de tu esfuerzo y una microcorrección para mañana. Mide semanalmente energía, foco y consistencia en una escala del 1 al 10; si puedes, pide a un colega una observación concreta de cambios visibles. Observa los datos, ajusta y repite.

Mitos, límites y ética de cuidarte

Aclarémoslo: autoaprobación no es indulgencia. Neff y Germer (2018) distinguen una compasión valiente que combina calidez con límites claros: se dice no a lo que daña y sí a lo que construye. Asumir responsabilidad permanece intacto; lo que cambia es el tono que facilita cumplirla. Y si hay rumiación intensa o síntomas clínicos, integrar terapia basada en evidencia, como TCC o ACT (Hayes, Strosahl y Wilson, 1999), potencia el proceso. Cuidarte es un medio ético para rendir mejor, no una excusa para evadir.

Una historia breve para ilustrar

A modo de ejemplo, María, diseñadora gráfica, solía decirse desastre cada vez que el cliente pedía cambios. Probó catorce días de autoaprobación enfocada: validaba su esfuerzo, traducía la crítica en criterios y planeaba un microaprendizaje por entrega. En dos semanas reportó mejor sueño y presentó un portafolio más nítido; su jefe notó mayor claridad en las justificaciones. No fue magia, fue método: menos amenaza, más ajuste fino. Así, tal como sugiere Hay, aprobarse abrió espacio para que el trabajo hablara mejor de ella.