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Del 'ojalá' al 'lo haré': voluntad en acción

Creado el: 8 de octubre de 2025

Lo más importante en la vida es dejar de decir 'ojalá' y empezar a decir 'lo haré'. — Charles Dickens

Del deseo a la decisión

Esta sentencia, atribuida a Charles Dickens, condensa un tránsito crucial: del deseo que nos exime de responsabilidad al compromiso que nos vincula con un resultado. Al decir 'ojalá', delegamos en la suerte; al afirmar 'lo haré', nos declaramos autores. Dickens ya dramatizó esa inflexión en Grandes esperanzas (1861), donde Pip deja de fantasear con otra vida y se compromete, con tropiezos, a merecerla. Desde ahí, la frase no solo inspira; establece un estándar de conducta. Para sostenerlo, conviene mirar cómo nuestras palabras abren o cierran posibilidades.

El lenguaje que compromete

Como mostró J. L. Austin en How to Do Things with Words (1962), ciertos enunciados no describen: actúan. 'Lo haré' es un acto performativo que crea una obligación social y personal; al pronunciarlo, convocamos testigos, reajustamos prioridades y reescribimos la historia que contamos de nosotros. Además, ese lenguaje que compromete activa la identidad: dejamos de ser alguien que desea y pasamos a ser alguien que cumple. Así, el verbo futuro se vuelve palanca y nos acerca al terreno psicológico donde se decide la acción.

La brecha entre intención y conducta

Sin embargo, entre intención y conducta se abre una brecha conocida. La Teoría del Comportamiento Planificado de Icek Ajzen (1991) explica que convertir 'quiero' en 'haré' exige actitud, normas percibidas y control conductual. Aquí interviene la autoeficacia de Albert Bandura (1997): creer que podemos ejecutar la tarea aumenta la probabilidad de hacerlo. Por eso, verbalizar 'lo haré' no es magia, pero sí incrementa el sentido de control y la disposición a actuar. Para cerrar definitivamente la brecha, necesitamos tácticas que traduzcan el compromiso en pasos observables.

De la promesa al plan ejecutable

Peter Gollwitzer (1999) mostró que las intenciones de implementación —del tipo si–entonces— multiplican la ejecución de metas. Decir 'Si es lunes a las 7, saldré a correr' crea un gatillo situacional que automatiza la conducta. Complementariamente, el método WOOP de Gabriele Oettingen (2014) —Deseo, Resultado, Obstáculo, Plan— obliga a anticipar fricciones y preparar respuestas. Al combinar 'lo haré' con estas microestructuras, el compromiso deja de ser retórico y empieza a reorganizar calendario, energía y atención. A continuación, la literatura y la historia ofrecen escenas memorables de ese giro práctico.

Escenas que encarnan el compromiso

En Cuento de Navidad (1843), Dickens hace que Ebenezer Scrooge despierte y proclame un 'lo haré' ético: ayudar, reparar, vivir con generosidad; el relato muestra cómo una promesa en futuro inmediato reescribe un carácter. En otro registro, la Autobiografía de Benjamin Franklin (1791) narra su plan de trece virtudes con seguimiento semanal, una coreografía de 'lo haré' cotidianos que produjo hábitos. Estos ejemplos, aunque distintos, coinciden en que la voluntad eficaz se prueba en calendarios y actos, no en suspiros. Desde ahí, aflora también una dimensión moral.

Responsabilidad, hábito e identidad

Aristóteles ya sostenía en la Ética a Nicómaco (c. 350 a. C.) que el carácter se forja por hábitos; elegir repetidamente el bien nos vuelve capaces de él. Bajo esa luz, pasar de 'ojalá' a 'lo haré' no solo optimiza proyectos: configura identidad y confianza pública. Además, al asumir promesas medibles, aprendemos a rendir cuentas y a ajustar el rumbo sin excusas. Así, la frase atribuida a Dickens se convierte en brújula práctica: un llamado a hablar como quien actúa y a actuar como quien cumple.