Acciones que definen, obstáculos que no excusan
Creado el: 9 de octubre de 2025

Mídete por las acciones que realizas, no por los obstáculos que mencionas. — Marco Aurelio
La vara de medir estoica
Para empezar, la máxima de Marco Aurelio exige un criterio práctico: valernos por lo que hacemos, no por lo que decimos enfrentar. En las Meditaciones (c. 180 d. C.), el emperador recuerda que solo el presente y el deber inmediato están bajo nuestra mano, y que la virtud se reconoce en el acto cumplido, no en la excusa elegante. Así, el obstáculo deja de ser coartada y se vuelve contexto; lo esencial es si hubo acción conforme a la razón y al bien común. Esta mirada desplaza el foco del relato a la ejecución, del temor al movimiento, invitándonos a un autobalance honesto.
De la queja a la agencia
A partir de esa premisa, el paso crítico es cambiar de la narración del impedimento a la elección responsable. Epicteto resume el giro en el Enquiridión 1: unas cosas dependen de nosotros y otras no. La queja prolongada confunde esas esferas y alimenta la impotencia; en cambio, la agencia comienza al identificar el mínimo gesto efectivo al alcance. Nombrar el obstáculo, sí, pero para delimitar la palanca: una llamada, un renglón escrito, un compromiso explícito. De este modo, la identidad deja de anclarse en lo que «nos pasa» y se redefine en lo que decidimos poner en marcha.
Lecciones de historia concreta
Esta idea se vuelve tangible en episodios donde la acción pesó más que el impedimento. Durante la peste antonina, los cronistas señalan que Marco Aurelio sostuvo el esfuerzo militar y civil incluso liquidando bienes de palacio para financiar auxilios, un ejemplo de prioridad en la obra por encima del lamento. Siglos después, Benjamin Franklin, en su Autobiografía (1791), registró trece virtudes con seguimiento diario, midiendo avances por conductas realizadas y no por dificultades previstas. De modo similar, el gesto de Rosa Parks en 1955, resistiendo ceder su asiento, muestra cómo una acción concreta reordena un sistema: el obstáculo era enorme, pero la medida del acto transformó la historia.
Lo que muestra la psicología
Asimismo, la investigación respalda el énfasis en el hacer. Albert Bandura describió la autoeficacia (1977) como la creencia, aprendida por experiencias de dominio, de que podemos lograr una tarea; dicha creencia crece con ejecuciones reales, no con quejas. Además, Peter Gollwitzer demostró que las intenciones de implementación —si X, entonces haré Y— (1999) convierten metas en conductas observables, reduciendo la fricción entre intención y acción. Incluso la mentalidad de crecimiento de Carol Dweck (2006) sugiere que los errores son información para el siguiente intento, reforzando la idea estoica de medirnos por la práctica continua, paso a paso.
Herramientas para medir por acciones
Por eso, conviene un sistema que convierta valores en evidencias. Primero, define conductas verificables: «enviar una propuesta diaria», «leer 20 minutos», «dar feedback a un colega». Luego, formula gatillos: «si abro el correo a las 8:30, envío la propuesta antes de leer otros mensajes». Mide en un registro breve: cuenta de acciones, no horas de preocupación. La regla de los dos minutos ayuda a comenzar, y una revisión semanal permite ajustar sin dramatizar. Así, el progreso deja de ser una sensación y se vuelve un inventario de hechos, exactamente la medida que propone la sentencia.
Obstáculos como datos útiles
En definitiva, los obstáculos no desaparecen: se reubican como información operativa. Si una barrera se repite, revela un cuello de botella que puede rediseñarse en el entorno, el horario o el tamaño del paso. Esta lectura es coherente con la ética estoica y con la ciencia del comportamiento: transformar fricción en aprendizaje y aprendizaje en la próxima acción. La identidad, entonces, se construye como una secuencia de elecciones efectuadas. Y cuando el balance del día se haga, que no pese lo que contamos que nos impidieron, sino lo que, a pesar de eso, hicimos.