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Dar sentido a la vida a través del aporte

Creado el: 9 de octubre de 2025

Estamos aquí para añadir cuanto podamos a la vida, no para obtener de ella cuanto podamos. — W. H. A
Estamos aquí para añadir cuanto podamos a la vida, no para obtener de ella cuanto podamos. — W. H. Auden

Estamos aquí para añadir cuanto podamos a la vida, no para obtener de ella cuanto podamos. — W. H. Auden

De la extracción al propósito

Auden nos propone un giro ético: vivir no como consumidores de experiencias, sino como co-creadores de valor humano. En lugar de medir la existencia por lo que obtenemos, invita a medirla por lo que añadimos: cuidado, belleza, claridad, justicia. Así, el éxito deja de ser saldo y se vuelve contribución. Esta inversión de perspectiva también redefine la libertad. No se trata solo de elegir para uno mismo, sino de elegir de modo que otros también puedan elegir mejor. De ese modo, la agencia personal se vuelve fecunda: mis actos no agotan al mundo, lo enriquecen.

Raíces históricas y biográficas

Para situar esta intuición, conviene recordar a Auden en la turbulencia del siglo XX. Tras mudarse a Estados Unidos en 1939, escribió “September 1, 1939”, donde aparece el polémico verso “We must love one another or die” (luego matizado por él). El gesto revela su preocupación por una vida pública que se construye compartiendo cargas. En ese clima de crisis, su aforismo suena menos a consigna estética que a ética cívica: ante la tentación de aprovechar el caos, Auden sugiere añadir cordura y cuidado. Así, su poesía dialoga con la responsabilidad social sin perder complejidad.

Filosofías que convergen en el dar

Más allá de su biografía, varias tradiciones respaldan el foco en la contribución. Aristóteles, en la Ética a Nicómaco (c. 350 a. C.), entiende la eudaimonía como actividad virtuosa: florecemos sirviendo fines valiosos que trascienden el yo. A su vez, el estoicismo habla de la “cosmópolis”: somos partes de un todo al que debemos servicio (Marco Aurelio, Meditaciones). En otras latitudes, Ubuntu resume: “Yo soy porque nosotros somos”. Y en clave moderna, Viktor Frankl mostró que el sentido emerge al dedicarse a una causa o a una persona (“El hombre en busca de sentido”, 1946). Todas convergen: sumar es la forma más sólida de ser.

La psicología del comportamiento prosocial

Estas intuiciones filosóficas encuentran respaldo empírico. Elizabeth Dunn, Lara Aknin y Michael Norton mostraron que gastar en otros aumenta el bienestar en diversos países y niveles de ingreso (Science, 2008). De modo similar, la Teoría de la Autodeterminación sostiene que satisfacer vínculos y competencia mediante el apoyo a otros nutre la motivación profunda (Deci y Ryan, 1985). Lejos del sacrificio estéril, el dar inteligente energiza. Los estudios sobre voluntariado señalan mejoras en salud percibida y propósito vital, efecto coherente con la ampliación del repertorio emocional positivo (Barbara Fredrickson, “Positivity”, 2009). Añadir a la vida, en suma, también nos añade.

Economía de los comunes y futuro sostenible

A escala social, pasar de extraer a aportar cambia los resultados colectivos. Elinor Ostrom documentó cómo comunidades que codiseñan reglas y aportes gestionan sosteniblemente recursos compartidos (“Governing the Commons”, 1990). Donde prima la contribución, los bienes comunes no se trágican; se regeneran. En la misma línea, la “economía rosquilla” de Kate Raworth propone prosperidad dentro de límites planetarios y umbrales sociales (2017). Añadir implica crear valor que no degrade su base ecológica: conocimiento abierto, infraestructuras cuidadas, capital social y confianza.

Arte, trabajo y la paradoja de la utilidad

En el terreno cultural, Auden ironizó que “poetry makes nothing happen”, en “In Memory of W. B. Yeats” (1939). Sin embargo, matiza: la poesía “sobrevive” y altera sutilmente climas de sentimiento. Así, añadir puede ser invisible en el corto plazo pero decisivo en la trama moral de una época. Trasladado al trabajo, esto sugiere una ética del oficio: diseñar, enseñar o programar como actos de hospitalidad. John Ruskin ya pedía juzgar la economía por las vidas que posibilita (“Unto This Last”, 1860). Crear bien es, entonces, crear para alguien.

Prácticas cotidianas de una vida que suma

Para cerrar, llevar este principio al día a día exige hábitos concretos. Empezar por preguntas-guía: ¿a quién sirve esto?, ¿qué mejora quedará cuando me vaya? Pequeños compromisos—mentoría mensual, una hora de voluntariado a la semana, documentación abierta del propio trabajo—acumulan impacto. Además, microgenerosidades sostienen el tejido: escuchar sin interrumpir, compartir crédito, reparar lo común, ofrecer claridad en procesos confusos. Con el tiempo, estas prácticas cambian identidades: dejamos de ser usuarios del mundo para volvernos sus cuidadores.