Solo el intento nos pertenece: lección de Eliot
Creado el: 13 de octubre de 2025
Para nosotros, solo existe el intento. Lo demás no es asunto nuestro. — T. S. Eliot
Contexto y sentido inmediato
En East Coker, segundo de los Four Quartets (1940), T. S. Eliot escribe: 'For us, there is only the trying. The rest is not our business.' Compuesta en tiempos de guerra e incertidumbre, la línea condensa una ética de humildad: controlamos el acto de intentar; los efectos se desbordan. Al centrar la mirada en el proceso, Eliot no predica pasividad, sino lucidez ante lo inevitable. El foco en el esfuerzo protege de la parálisis por expectativas y del orgullo por los resultados. Desde ahí, la frase invita a caminar con constancia en medio del caos, y abre la puerta a una conversación más amplia sobre desapego y responsabilidad.
Raíces de una ética del desapego
Esta intuición se hermana con voces antiguas. La Bhagavad Gita (2.47) enseña: tienes derecho a la acción, no a sus frutos. Epicteto, en el Enchiridion (c. 125 d. C.), distingue lo que depende de nosotros de lo que no; la serenidad nace de esa frontera. El budismo aconseja obrar con atención y soltar el apego a los resultados, pues el aferramiento multiplica el sufrimiento. Eliot, moderno entre ruinas, reencuentra ese hilo clásico: dignificar el intento como medida del carácter. Así, el sentido no se busca en la victoria final, sino en la fidelidad a la tarea presente, una orientación que transforma la ansiedad por el éxito en energía disponible para actuar mejor.
Psicología del proceso y la agencia
La investigación contemporánea respalda esta postura. Carol Dweck, en Mindset (2006), muestra que un enfoque de crecimiento valora el esfuerzo y el aprendizaje por encima del rendimiento momentáneo. Julian Rotter (1966) explica que un locus de control interno saludable se nutre de metas accionables, no de resultados aleatorios. Además, la experiencia de flujo descrita por Mihaly Csikszentmihalyi (1990) emerge cuando la atención se vuelve a la tarea misma. Incluso la terapia de aceptación y compromiso (Hayes, 1999) propone actuar según valores y tolerar la incertidumbre. Al conectar estas capas, el intento deja de ser un consuelo y se convierte en fuente de motivación estable, puenteando la brecha entre intención y logro.
Oficio, práctica deliberada y la microtarea
En el trabajo creador y el deporte, la excelencia nace de microintentos sostenidos. Anders Ericsson y Robert Pool, en Peak (2016), describen la práctica deliberada: identificar debilidades, diseñar ejercicios específicos, recibir retroalimentación. Un pianista que repite ocho compases con metrónomo encarna la máxima de Eliot: cada intento es una apuesta controlable; el aplauso no lo es. Atul Gawande, en The Checklist Manifesto (2009), muestra cómo listas simples convierten la intención en fiabilidad operativa. Incluso Samuel Beckett sintetiza la ética del taller en Worstward Ho (1983): 'Try again. Fail again. Fail better.' Desde el banco de ensayo, el intento deja de ser heroísmo abstracto y se vuelve hábito medible.
Equipos y sistemas: intentar iterando
Cuando pasamos del individuo a la organización, el intento se traduce en ciclos. El PDCA de Deming y la Toyota Kata (Rother, 2010) enseñan a fijar condiciones objetivo, ejecutar pequeños experimentos y aprender del desvío. Scrum condensa esta dinámica en sprints, revisiones y retrospectivas (Sutherland, 2014). La clave es medir insumos y procesos —ritmo de entrega, calidad en origen— además de resultados, evitando las vanidades. Así, el sistema protege a los equipos de la tiranía del éxito inmediato y los alinea con mejoras acumulativas. En este marco, la frase de Eliot se vuelve práctica: la iteración sostenida es el vehículo del intento, y el aprendizaje, su fruto no negociable.
Responsabilidad sin apego y hábitos concretos
Desapegarse del fruto no equivale a desentenderse del impacto. Pacientes, clientes y comunidades importan; por eso conviene una doble contabilidad: métricas de proceso y métricas de resultado, como proponen los OKR (Doerr, 2018). La responsabilidad vive en la coherencia entre valores, acciones y aprendizaje. Para operarla: define metas de proceso (p. ej., horas de estudio con retroalimentación), formula intenciones de implementación tipo 'si-entonces' (Gollwitzer, 1999), y cierra ciclos con retrospectivas breves. Al mismo tiempo, celebra el progreso conductual más que el marcador final. De este modo, el intento se sostiene sin negar la realidad; y, como sugiere Eliot, lo que no es asunto nuestro deja de distraernos de lo que sí lo es.