Site logo

Creer para lograr lo imposible: del sueño al hecho

Creado el: 20 de junio de 2024

La única manera de lograr lo imposible es creer que es posible. – Charles Kingsleigh
La única manera de lograr lo imposible es creer que es posible. – Charles Kingsleigh

La única manera de lograr lo imposible es creer que es posible. – Charles Kingsleigh

El acto fundador: creer antes de ver

Al comienzo, la frase de Charles Kingsleigh, el padre de Alicia en la película de Tim Burton (2010), apunta a una inversión radical del orden habitual: no se trata de ver para creer, sino de creer para poder ver caminos de acción. Lejos de la ingenuidad, esa creencia actúa como hipótesis operativa que abre opciones que el escepticismo cerraría. Así, la fe inicial no es un final, sino un punto de partida que transforma límites percibidos en problemas abordables.

Autoeficacia y mentalidad de crecimiento

A continuación, la psicología ofrece cimientos para esa intuición. Albert Bandura (1977) llamó autoeficacia a la convicción de que uno puede ejecutar las conductas necesarias para lograr un objetivo; su presencia incrementa el esfuerzo, la persistencia y la resiliencia ante el fallo. En paralelo, la mentalidad de crecimiento de Carol Dweck (2006) muestra que creer que las habilidades se desarrollan promueve el aprendizaje activo. En conjunto, estas creencias no garantizan el éxito, pero multiplican la probabilidad de intentarlo lo suficiente como para alcanzarlo.

Cuando el límite cae: ejemplos emblemáticos

Siguiendo esta línea, los hitos cambian lo que parece posible. Roger Bannister rompió la milla en cuatro minutos en 1954; en meses, varios corredores lo siguieron, señal de que el obstáculo era también mental. Del mismo modo, los hermanos Wright volaron en 1903 tras cientos de iteraciones; su convicción sostuvo la experimentación cuando la “imposibilidad” era consenso. Estas historias no niegan la dificultad; muestran cómo la creencia inicial alimenta el método, la prueba y el ajuste continuo hasta que lo impensado se vuelve rutinario.

Creencias compartidas y efecto Pigmalión

Por otra parte, creer colectivamente amplifica el alcance. El efecto Pigmalión, documentado por Rosenthal y Jacobson (1968), revela que expectativas altas—transmitidas en trato y recursos—elevan el desempeño. En gran escala, el “moonshot” de John F. Kennedy en Rice (1962) no fue mera retórica; fijó un horizonte común que coordinó talento, presupuesto y coraje en la NASA. Así, la fe pública no sustituye la competencia técnica, pero la orienta y la cohesiona hacia metas que ningún individuo lograría aislado.

Imaginación disciplinada, no optimismo ciego

Ahora bien, creer sin método degenera en autoengaño. La “imaginación disciplinada” combina visión con prueba: Eric Ries, The Lean Startup (2011), propone formular hipótesis y validarlas con datos; Gary Klein (2007) recomienda el pre-mortem para anticipar fallos; y una actualización bayesiana simple invita a ajustar la confianza según la evidencia. Así, la creencia se vuelve motor de exploración y no dogma: sostiene la motivación mientras la realidad corrige el rumbo.

Expectativa y cerebro: esfuerzo, error y dopamina

Además, la neurociencia sugiere cómo la expectativa moldea la acción. La señal de error de predicción dopaminérgica—Schultz, Dayan y Montague (1997)—ajusta aprendizaje cuando el resultado supera o defrauda lo esperado; creer que hay ganancia posible sostiene el ciclo de ensayo y corrección. Incluso el efecto placebo muestra que la expectativa modifica dolor y rendimiento. En suma, la creencia no crea milagros biológicos, pero regula esfuerzo, atención y persistencia, modulando la probabilidad de que el intento llegue más lejos.

Del credo a la práctica: rituales de posibilidad

Finalmente, convertir la creencia en hábito exige tácticas concretas. Las intenciones de implementación “si-entonces” de Peter Gollwitzer (1999) vinculan disparadores y acciones: “Si es 7 a. m., entonces escribo 20 minutos”. Gabriele Oettingen (2014) propone WOOP—Wishing, Outcome, Obstacle, Plan—para confrontar el deseo con obstáculos reales y planear el siguiente paso. Sumado a metas intermedias y retroalimentación frecuente, este arsenal hace que “lo posible” deje de ser consigna y se convierta en cadena de decisiones cotidianas.