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El pasado: Un latido constante en nuestro interior

Creado el: 6 de mayo de 2025

El pasado late dentro de mí como un segundo corazón. — John Banville
El pasado late dentro de mí como un segundo corazón. — John Banville

El pasado late dentro de mí como un segundo corazón. — John Banville

El pasado como fuerza vital

John Banville, con su célebre frase, nos invita a imaginar el pasado no solo como recuerdos distantes, sino como una entidad viviente: un segundo corazón que palpita dentro de nosotros. Esta metáfora sugiere que nuestras experiencias previas nos dan forma de manera tan tangible como nuestros propios órganos vitales. El pasado, entonces, no es meramente historia muerta, sino una fuente de energía subyacente en cada decisión y pensamiento diario.

La identidad forjada por recuerdos

Profundizando en la idea de Banville, la psicología y la literatura coinciden en que nuestra identidad está entrelazada con la memoria. Como se ve en 'En busca del tiempo perdido' de Marcel Proust, los recuerdos emergen inesperadamente y afectan profundamente nuestra percepción actual. Así, el pasado no solo late, sino que moldea, cual artesano invisible, las bases de quienes somos en el presente.

El pasado en la toma de decisiones

Este latido del pasado no es pasivo; influye activamente en las encrucijadas de nuestra vida. Al enfrentar nuevas situaciones, muchas veces recurrimos inconscientemente a vivencias previas, igual que un segundo corazón impulsa la sangre necesaria para actuar. Incluso en la filosofía estoica, Séneca advertía cómo arrastramos las huellas del ayer, afectando nuestro juicio y emociones hoy.

El peso y la liberación del recuerdo

Sin embargo, no todo latido es sinónimo de vitalidad. A veces, el pasado puede pesar, como un corazón fatigado. La literatura de Gabriel García Márquez ilustra cómo los recuerdos pueden ser tanto refugio como prisión, mostrados en ‘Cien años de soledad’ y sus eternos ciclos familiares. La comprensión de este fenómeno permite tanto aceptar como transformar los ecos de lo vivido.

Integrando el pasado en nuestro presente

Finalmente, reconocer ese segundo corazón implica aprender a convivir armónicamente con él. La madurez emocional surge cuando logramos integrar las lecciones del pasado sin ser prisioneros de sus sombras. Viktor Frankl, en ‘El hombre en busca de sentido’, argumenta que la aceptación de nuestra historia personal nos impulsa a encontrar propósito y sentido renovado en la vida presente, permitiendo que el pasado lata, pero no nos gobierne.