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Soltar hábitos para abrir un futuro mejor

Creado el: 10 de agosto de 2025

Deshazte de un viejo hábito para dejar espacio a un futuro mejor. — Isabel Allende
Deshazte de un viejo hábito para dejar espacio a un futuro mejor. — Isabel Allende

Deshazte de un viejo hábito para dejar espacio a un futuro mejor. — Isabel Allende

El gesto de soltar

Al inicio, la sentencia de Allende condensa una ley de crecimiento: lo nuevo necesita hueco. Su propia biografía lo ilustra: tras el golpe de 1973 en Chile, se exilió en 1975 y, al dejar atrás la identidad de periodista, comenzó una carta a su abuelo el 8 de enero de 1981; ese texto se convirtió en La casa de los espíritus (1982). Desde entonces, inicia cada novela un 8 de enero, símbolo de soltar para crear. Así, deshacerse de un viejo hábito no es pérdida: es un acto de jardinería interior que poda para que brote.

Cómo nacen los hábitos

Para comprender qué soltamos, conviene saber cómo se forma. William James, en The Principles of Psychology (1890), llamó a los hábitos «el gran volante de inercia de la sociedad». Hoy sabemos que el cuerpo estriado consolida rutinas que ahorran energía. El bucle señal–rutina–recompensa descrito por Charles Duhigg (2012) y las investigaciones de Wendy Wood (2019) muestran que repetimos conductas en contextos estables más por automatismo que por decisión. Por eso, romper un hábito empieza menos por fuerza de voluntad y más por interrumpir señales y recompensas que lo sostienen.

Hacer espacio: de lo material a lo mental

Desde ahí, surge la pregunta: ¿por qué liberar espacio ayuda tanto? Porque la mente también se llena. El efecto Zeigarnik (1927) sugiere que las tareas inconclusas ocupan memoria de trabajo; análogamente, rituales sin utilidad consumen atención. En lo cotidiano, la metáfora del orden funciona: Marie Kondo, en La magia del orden (2011), propone descartar para que lo valioso destaque. Al aplicar ese principio a la conducta —por ejemplo, reducir notificaciones antes de aprender una habilidad—, despejamos el terreno cognitivo donde puede crecer el futuro.

Desapego e identidad en tránsito

A continuación, conviene mirar la identidad. Ortega y Gasset recordó: «Yo soy yo y mi circunstancia…». Cambiar un hábito cambia la circunstancia que, a su vez, nos cambia. El budismo habla de no-apego: soltar identificaciones rígidas permite tránsito y compasión. En la práctica, dejar el hábito de responder al impulso (reaccionar) para cultivar una pausa (responder) reconfigura quién creemos ser. Así, el acto de soltar deja de ser renuncia y se vuelve alineación con una versión más amplia de nosotros.

Sustituir, no solo eliminar

Además, la evidencia sugiere que sustituir supera a suprimir. Los planes de implementación de Peter Gollwitzer (1999) —si X, entonces Y— reducen la fricción del cambio. Sustituir «desplazarme en redes al acostarme» por «leer 10 páginas» y rediseñar el entorno (cargar el libro junto a la almohada; sacar el móvil del cuarto) crea un nuevo circuito de señales. La arquitectura de elección de Thaler y Sunstein, en Nudge (2008), muestra que pequeños ajustes del contexto inclinan comportamientos sin coerción.

Pequeñas victorias y futuro ampliado

Finalmente, el futuro mejor se construye por acumulación de pequeñas victorias. Karl Weick llamó a esto small wins (1984): logros modestos encadenados desbloquean sistemas resistentes. En clave cotidiana, una racha de 10 minutos diarios —kaizen— vence al ímpetu efímero. Al cerrar el ciclo, volvemos a Allende: deshacerse del hábito no es vacío, sino apertura. Cada poda libera luz; y en esa claridad, el porvenir encuentra por fin dónde echar raíces.