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Tropiezos como giros: cartografías de la resiliencia

Creado el: 10 de agosto de 2025

Convierte cada traspié en la siguiente esquina de tu mapa. — Kenzaburo Oe
Convierte cada traspié en la siguiente esquina de tu mapa. — Kenzaburo Oe

Convierte cada traspié en la siguiente esquina de tu mapa. — Kenzaburo Oe

La metáfora del mapa

Al decir «convierte cada traspié en la siguiente esquina de tu mapa», Oe propone un desplazamiento de sentido: el error deja de ser bache para volverse bisagra. Una esquina en el mapa no es un final, sino un cambio de dirección que conserva lo recorrido y abre una vía nueva. Así, la caída no borra la distancia ganada; la geometría de la experiencia se reconfigura. Esta imagen nos invita a narrarnos como exploradores más que como víctimas: no se trata de evitar toda piedra, sino de registrar cada contacto con el terreno para navegar mejor la próxima curva.

La ética de Oe: herida y responsabilidad

A la luz de su obra, la frase revela una ética del cuidado. En «Una cuestión personal» (1964), Oe acompaña a un padre que transforma la desesperación ante la discapacidad de su hijo en una responsabilidad amorosa, trazando una esquina moral que redirige su vida. Más tarde, en su conferencia Nobel «Japan, the Ambiguous, and Myself» (1994), el autor vincula la herida histórica con una obligación creativa y cívica. No es triunfalismo, sino una manera de cartografiar lo roto para hallar rutas habitables. Así, la esquina no es un atajo, sino la forma concreta que toma la dignidad al avanzar.

Del error al aprendizaje intencional

Desde la psicología, convertir traspiés en esquinas se alinea con la mentalidad de crecimiento: los fallos informan, no definen. Carol Dweck (2006) mostró que quienes interpretan el error como dato ajustan estrategias y perseveran más. La esquina, en este marco, es un microexperimento: reencuadras el objetivo, cambias de hipótesis y rediseñas la ruta. Así, la autocrítica deja de ser castigo para volverse instrumentación de navegación. Con cada giro, el mapa personal gana relieve y escala, porque la experiencia se anota con precisión en lugar de borrarse por vergüenza.

Antifragilidad: crecer con el golpe

Asimismo, la idea dialoga con la antifragilidad de Nassim Nicholas Taleb (2012): hay sistemas que no solo resisten el estrés, sino que mejoran con él. Un hueso se fortalece bajo carga; del mismo modo, una vida que documenta sus golpes y pivota a tiempo incorpora redundancias, amortiguadores y nuevas sendas. La esquina es, entonces, un dispositivo de mejora incremental: el impacto se traduce en geometría útil. Más que volver al punto de partida, uno regresa con una cartografía más densa, capaz de absorber la incertidumbre sin colapsar.

Cartógrafos del riesgo: rutas que se corrigen

Llevado al mar, esta máxima recuerda cómo se hicieron nuestras cartas. Los navegantes polinesios memorizaban «caminos de estrellas» y olas; cada arrecife avistado se convertía en referencia para la siguiente travesía. Las cartas portulanas medievales añadían rumbos tras topar con escollos, y ese registro de tropiezos volvió navegables costas enteras. Así también en lo cotidiano: nombrar la roca, delimitar la corriente y dibujar la curva convierte lo imprevisto en instrucción. Tu mapa vital se vuelve legible no por la ausencia de peligros, sino por la precisión con que anotas sus límites.

Prácticas para doblar la esquina

Por último, la metáfora cobra fuerza con hábitos concretos. Tras un fallo, un After Action Review sintetiza qué esperabas, qué ocurrió y qué harás distinto la próxima vez; Gary Klein popularizó algo complementario con el premortem (2007), que anticipa dónde tropezarías para rediseñar hoy la ruta. Un diario de decisiones y pequeñas retrospectivas quincenales convierten percepciones en datos, y el prototipado rápido permite ensayar esquinas baratas antes del gran giro. Puesto así, la resiliencia deja de ser eslogan: es cartografía viva, actualizada en cada paso en falso que eliges transformar en orientación.