Rechazar la derrota, origen de toda victoria
Creado el: 10 de agosto de 2025

Un claro rechazo de la derrota es el principio de todas las victorias. — Naguib Mahfouz
El gesto fundacional
Para empezar, el rechazo claro de la derrota no es negacionismo; es una decisión identitaria que fija el horizonte de la acción. Al declarar que rendirse no es una opción, el individuo o la comunidad reorganiza su atención: cada obstáculo pasa a verse como problema a resolver, no como veredicto final. Así, la negativa se convierte en punto de partida y no en eslogan, porque ordena prioridades, asigna recursos y convoca aliados en torno a un propósito común. De este modo, la frase de Mahfouz formula una ética del comienzo: mientras otros esperan condiciones ideales, quien rechaza la derrota inicia el movimiento, y el movimiento crea oportunidades que la pasividad jamás descubre.
Mahfouz, prueba viva
Desde ahí, la sentencia se ilumina en la vida del propio Naguib Mahfouz, Premio Nobel de Literatura 1988. En 1994 sobrevivió a un atentado que le dañó nervios del brazo derecho; aun así, siguió escribiendo relatos breves, dictando y corrigiendo con ayuda, y mantuvo su diálogo con El Cairo que había cristalizado en la Trilogía de El Cairo (1956–1957). No idealizó el dolor: lo transformó en método, ritmo y tono. Su perseverancia no fue grandilocuente sino diaria, casi doméstica. Ese rechazo práctico de la derrota encarna su máxima: la voluntad firme inaugura victorias modestas que, acumuladas, sostienen una obra y un país lector.
Historia y liderazgo tenaz
En la esfera pública, la negativa a rendirse ha guiado momentos decisivos. Winston Churchill, ante la Cámara de los Comunes, prometió en 1940 que el Reino Unido nunca se rendiría (‘we shall never surrender’, House of Commons, 4 June 1940), y esa frase reconfiguró la moral nacional bajo bombardeos. Nelson Mandela, tras 27 años de prisión, narró en Long Walk to Freedom (1994) cómo convertir la derrota personal en palanca para desmantelar el apartheid. Estos liderazgos muestran una regla: el rechazo explícito de la derrota genera una narrativa compartida que alinea sacrificios presentes con logros futuros, y convierte la resistencia en política de Estado.
Ciencia de la perseverancia
Asimismo, la psicología explica por qué esta postura funciona. Albert Bandura demostró que la autoeficacia (1977) —la creencia en la propia capacidad de lograr metas— predice el esfuerzo sostenido frente a la dificultad. Carol Dweck popularizó la mentalidad de crecimiento (2006), según la cual los errores son insumos de aprendizaje, no pruebas de incapacidad. Y Angela Duckworth mostró que el grit (2016) combina pasión y perseverancia a largo plazo. En sentido inverso, Martin Seligman describió la indefensión aprendida (1975): cuando interpretamos los fracasos como inevitables, dejamos de intentar. Rechazar la derrota, por tanto, protege el circuito motivacional que hace posible mejorar.
Innovación que insiste
En la innovación, las victorias rara vez llegan a la primera. James Dyson ha contado en entrevistas que construyó 5,127 prototipos antes de su aspiradora ciclónica comercial; cada fallo refinó el siguiente intento. Marie Curie, doble Nobel (1903 y 1911), persistió años entre prejuicios y escasez para aislar nuevas sustancias radiactivas en 1898 junto a Pierre Curie, demostrando que la investigación avanza por insistencia disciplinada y revisión constante. Así, el rechazo de la derrota no endiosa la terquedad: institucionaliza el experimento, el registro de datos y la iteración hasta que los resultados acompañan.
Lecciones del deporte
Finalmente, el deporte condensa esta verdad en temporadas y marcadores. Tras siete meses fuera por lesión, Rafael Nadal regresó en 2013 para ganar Roland Garros y el US Open, y recuperar el número 1 del mundo; el relato de su temporada muestra cómo convertir la rehabilitación en estrategia competitiva. La negativa a caer no elimina el dolor: lo convierte en plan de trabajo, microobjetivos y hábitos diarios. La cancha enseña lo esencial: primero se decide no perderse a uno mismo; después se ajusta la táctica hasta que el marcador lo refleja.
Rehusar no es negar
Por último, conviene precisar el alcance de la máxima. Rechazar la derrota no implica cerrar los ojos a la realidad, sino reescribir la relación con ella. El ciclo OODA de John Boyd (observar, orientar, decidir, actuar; años 1970) muestra que la ventaja surge de actualizar creencias rápidamente y volver a intentar mejor. No es obstinación ciega, es aprendizaje veloz. Así, la idea de Mahfouz se vuelve práctica: declarar inaceptable la derrota inicial, absorber información con humildad y iterar con constancia. Ese triángulo inaugura la mayoría de las victorias sostenibles.