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Rechazar la derrota, origen de toda victoria

Creado el: 10 de agosto de 2025

Un claro rechazo a la derrota es el comienzo de todas las victorias. — Naguib Mahfouz
Un claro rechazo a la derrota es el comienzo de todas las victorias. — Naguib Mahfouz

Un claro rechazo a la derrota es el comienzo de todas las victorias. — Naguib Mahfouz

Una voluntad que inaugura el camino

Para empezar, la sentencia de Mahfouz convierte la victoria en un acto de voluntad antes que en un resultado. El rechazo a la derrota no niega las dificultades; más bien establece un umbral interior: aquí no acaba la historia. Esta decisión inicial reconfigura el horizonte, permitiendo que los tropiezos se lean como retroalimentación y no como veredictos finales. En términos filosóficos, recuerda la prohairesis de Epicteto: la libertad de orientar la propia respuesta, incluso cuando el mundo es adverso (Enchiridion, c. s. I d. C.). Así, el primer triunfo es mental y narrativo: cambiar el guion de fracaso irreversible por el de proceso abierto. Desde esa base, lo demás, sea aprendizaje técnico o coalición social, se vuelve posible. Ese es el giro: no se trata de una terquedad ciega, sino de una promesa lúcida de continuidad.

Mahfouz: ciudad, censura y persistencia

A continuación, conviene escuchar la voz del propio autor. Naguib Mahfouz retrató en la Trilogía de El Cairo (1956–1957) a personajes cercados por tradiciones y cambios, que sin embargo rehúsan resignarse. No es casual que la Academia Sueca reconociera en 1988 su mirada ética y tenaz. Más aún, su biografía encarna la frase: tras el atentado de 1994 que dañó su brazo, continuó dictando relatos como Sueños de la convalecencia (2004). Su persistencia no fue mera obstinación; fue artesanía paciente en condiciones limitadas. Así, la ciudad que describió —bulliciosa, contradictoria, viva— se convierte en metáfora de una conciencia que rehúsa capitular. De este modo, la máxima no queda en consigna abstracta: nace de un escritor que, pese a la censura y la violencia, rompió el cerco creando, frase a frase, su propia victoria.

Historia: del no al cambio real

Desde esa luz, algunos hitos muestran cómo un no inaugural abre rutas colectivas. Winston Churchill, ante la amenaza nazi, pronunció en el Parlamento el 4 de junio de 1940 su célebre compromiso de no rendirse; aquella negativa sostuvo la resistencia británica cuando la derrota parecía inevitable. En otro registro, el gesto de Rosa Parks el 1 de diciembre de 1955 —rehusar ceder su asiento en Montgomery— encendió el boicot a los autobuses y aceleró el movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos. En ambos casos, el rechazo inicial no fue un conjuro mágico: activó redes, estrategias y sacrificios. El principio es el mismo que en Mahfouz: antes de que lleguen las victorias visibles, alguien replantea el límite de lo posible. Ese acto, aunque sencillo en apariencia, reorganiza fuerzas y tiempos.

Ciencia y trabajo: iterar hasta acertar

En el terreno técnico, la negativa a dar por definitivo un fracaso se traduce en iteración. A Thomas Edison se le atribuye la frase: no fracasé, encontré 10 000 formas que no funcionaban; hipérbole o no, describe la lógica experimental. Durante la crisis del Apollo 13 (1970), los ingenieros improvisaron soluciones con materiales mínimos y trajeron a salvo a la tripulación: negarse a la derrota permitió explorar combinaciones impensadas bajo presión. En esa línea, James Dyson afirma haber construido 5 127 prototipos antes de su aspiradora ciclónica (Against the Odds, 1997). El hilo común es claro: cuando la derrota se declara no-conclusiva, el error se vuelve insumo y el tiempo, aliado. Así, la excelencia deja de ser un golpe de suerte y se vuelve consecuencia de ciclos de ensayo, feedback y ajuste.

Psicología de la tenacidad

Asimismo, la investigación psicológica ilumina por qué este rechazo inicial funciona. Carol Dweck mostró que la mentalidad de crecimiento convierte el fracaso en información y no en etiqueta (Mindset, 2006). Angela Duckworth, por su parte, define la garra como pasión y perseverancia sostenidas hacia metas a largo plazo (Grit, 2016). En contrapunto, Martin Seligman describió la indefensión aprendida: cuando concluimos que nada cambia, dejamos de intentar (1975). Rehusar la derrota interrumpe ese bucle: restituye agencia y fomenta conductas de exploración. Así, la frase de Mahfouz no presupone invulnerabilidad; propone una relectura cognitiva que protege la motivación. Con cada intento, el cerebro actualiza modelos, reduce la incertidumbre y refuerza circuitos de autocontrol. El resultado es una espiral virtuosa: más intentos, mejor información, decisiones más finas.

Persistir no es obstinarse

Con todo, persistir sin criterio puede hundir proyectos. El sesgo del costo hundido nos empuja a seguir invirtiendo en rutas perdidas por lo ya gastado (Arkes y Blumer, 1985). La clave, entonces, es distinguir entre renunciar y recalibrar. Rechazar la derrota significa no ceder en el objetivo de fondo, pero sí cambiar de táctica cuando la evidencia lo exige. La mejora continua kaizen (Masaaki Imai, 1986) ilustra esta ética: pequeños ajustes sin fin, guiados por datos y aprendizaje. Así, el coraje se acompaña de humildad epistémica: medir, comparar, iterar. En ese marco, incluso decir no a una vía concreta puede ser el acto que salva la misión. La victoria no es una línea recta; es una sucesión de correcciones que preservan el propósito y optimizan el camino.

Hábitos para empezar venciendo

Por ello, en la práctica conviene sembrar el rechazo a la derrota en rutinas concretas. Formular promesas de proceso —escribir 500 palabras diarias, ensayar 30 minutos— protege la constancia cuando el resultado tarda. Diseñar micro-metas y métricas de aprendizaje (hipótesis probadas, prototipos descartados, clientes entrevistados) evita medir solo por hitos finales. Añádase un diario de decisiones para revisar sesgos y un ritual de recuperación —sueño, ejercicio, atención plena— que sostenga energía. Por último, crear círculos de apoyo y precompromisos sociales eleva la adherencia. Así, la voluntad se institucionaliza: el no de hoy se convierte en un sistema que, día tras día, hace probable la victoria de mañana. Y cuando llegue el tropiezo, el guion ya estará escrito: seguir, ajustar, volver a intentar.