Prosperar desde el asombro en lo cotidiano
Creado el: 23 de agosto de 2025

Recoge el asombro de los momentos cotidianos y prosperarás. — Rabindranath Tagore
Una brújula para la plenitud diaria
Para empezar, la sentencia de Tagore propone una ética de la atención: quien aprende a recoger el asombro en lo común no solo “ve” más, sino que se vuelve más pleno. El verbo recoger sugiere práctica, no accidente; un gesto deliberado de inclinarse hacia lo pequeño para ensanchar la vida. De este modo, prosperar deja de ser mero aumento de bienes y se convierte en florecimiento interno, donde la riqueza principal es la sensibilidad despierta.
Tagore y la sacralidad de lo común
A continuación, su propia obra encarna esta mirada. En Gitanjali (1912), Tagore bendice la luz de la mañana, el polvo del camino y el pan compartido, señalando que lo divino vibra en lo cotidiano. Del mismo modo, en Sadhana (1913) insiste en que la verdad se revela en la experiencia inmediata, no en abstracciones lejanas. No es casual que fundara Santiniketan, una escuela al aire libre donde los alumnos aprendían bajo los árboles: pedagogía de la presencia que convierte cada hoja en maestra.
Ciencia del asombro y bienestar
Además, la psicología respalda este hilo tagoreano. Keltner y Haidt (2003) describen el asombro como respuesta ante la vastedad que obliga a “reacomodar” la mente, ampliando marcos de comprensión. Rudd, Vohs y Aaker (2012) muestran que el asombro expande la sensación de tiempo, reduce la impaciencia y potencia la satisfacción. A su vez, Piff et al. (2015) hallaron mayor prosocialidad tras experiencias de asombro. En conjunto, estos hallazgos dialogan con la teoría ampliar–construir de Fredrickson (2001): emociones expansivas ensanchan la atención y, con repetición, construyen recursos duraderos.
Hábitos sencillos para cultivar la mirada
Por otra parte, el asombro puede entrenarse con microprácticas. Los “paseos de asombro” guiados a notar texturas, luces y proporciones aumentaron el bienestar en adultos mayores (Sturm et al., 2020). Un diario breve de saboreo, descrito por Bryant y Veroff (2007), ayuda a anclar sensaciones y detalles antes de que la adaptación hedónica los borre. Sume la regla 3-3-3: detenerse tres veces al día, mirar tres cosas comunes y nombrar tres rasgos únicos. Así, la atención se vuelve un músculo: cuanto más se usa, más descubre.
Creatividad nacida de lo mínimo
En consecuencia, esa sensibilidad no solo consuela: también inventa. La famosa conversación entre Einstein y Tagore (1930) giró en torno a cómo la mente humana participa en la realidad; esa apertura, alimentada por el asombro, nutre el pensamiento creativo. Incluso en la ciencia aplicada, hallazgos como el de Fleming en 1928 surgieron de notar una “anomalía” cotidiana en una placa de Petri y dejar que la curiosidad guiara el siguiente paso. La innovación, sugiere Tagore, comienza mirando mejor, no necesariamente mirando más lejos.
Redefinir prosperidad: del tener al florecer
Finalmente, prosperar desde el asombro reencuadra nuestras metas. La Ética a Nicómaco de Aristóteles sitúa la eudaimonía como vida lograda, no como acumulación. En la psicología contemporánea, el modelo PERMA de Seligman (2011) incluye emociones positivas, compromiso, vínculos, sentido y logro: todos se robustecen cuando la atención se vuelve receptiva a lo cotidiano. Así, la frase de Tagore funciona como brújula práctica: cultivar asombro hoy es invertir en recursos internos que sostendrán la alegría, la creatividad y la generosidad de mañana.