Cuando hay bifurcación, elige el crecimiento
Creado el: 31 de agosto de 2025

Cuando los caminos se bifurquen, elige el que te haga crecer. — Haruki Murakami
La bifurcación como metáfora vital
La frase de Murakami condensa una intuición existencial: cada elección dibuja un mapa del yo. En sus novelas, los protagonistas suelen hallar puertas, túneles o desvíos que exigen decisión interior; Kafka se marcha de casa en Kafka en la orilla (2002) y Aomame abandona la normalidad en 1Q84 (2009–2010). No son giros espectaculares del destino, sino pasos deliberados hacia zonas desconocidas. Así, la bifurcación no es solo una encrucijada externa, sino una invitación a dejar de vivir en piloto automático y a responder: ¿quién quiero ser después de esta decisión? La senda que “te haga crecer” es, entonces, la que te obliga a preguntarte por tus límites y a ensayar una versión más amplia de ti mismo.
Salir de la comodidad con criterio
Elegir crecer suele significar abandonar la comodidad. La psicóloga Carol Dweck, en Mindset (2006), muestra que una mentalidad de crecimiento convierte el error en insumo de aprendizaje, mientras que la fija lo vive como juicio. De forma complementaria, la ley de Yerkes-Dodson (1908) sugiere que un nivel moderado de desafío optimiza el rendimiento: ni estancamiento ni pánico, sino tensión estimulante. Por eso, en la bifurcación, conviene preguntar: ¿este camino me reta sin quebrarme? La zona de confort no es enemiga, pero, si se vuelve única residencia, asfixia; el crecimiento pide visitas regulares a la periferia de lo conocido, donde la curiosidad se mezcla con el vértigo y, gradualmente, lo nuevo deja de ser amenaza para convertirse en competencia.
Disciplina y resistencia en la obra de Murakami
Murakami encarna su propio aforismo en De qué hablo cuando hablo de correr (2007), donde narra cómo el hábito de correr modela su carácter creativo. Describe maratones, e incluso el ultramaratón del lago Saroma (100 km, 1996), como laboratorios de paciencia y humildad. No hay epifanías instantáneas, sino un porfiado pulso diario entre el cansancio y la voluntad. Elegir el camino que hace crecer, sugiere, es optar por una disciplina que transforma; se llega a la meta no por un arrebato, sino por miles de pasos ordinarios. Así, la bifurcación deja de ser un momento aislado y se convierte en un compromiso sostenido: el trayecto difícil se vuelve transitable cuando el cuerpo y la mente aprenden a acompañarse.
Filosofía de la elección y el yo
Kierkegaard, en O lo uno o lo otro (1843), sostiene que elegimos y, al elegir, nos elegimos: la decisión no añade un adorno, configura identidad. Los estoicos lo formularon con otra música: “No es porque las cosas sean difíciles que no nos atrevemos; es porque no nos atrevemos que son difíciles” (Séneca, Cartas a Lucilio). Ambas tradiciones coinciden con Murakami en que el crecimiento no es un accidente benévolo, sino una postura ante la adversidad. Elegir el camino más formativo implica aceptar la incomodidad como maestra, no como enemiga, y cultivar una serenidad activa: no se trata de sufrir por orgullo, sino de orientar el esfuerzo hacia lo que amplía nuestro margen de acción y nos vuelve más responsables.
Riesgo inteligente y aprendizaje antifrágil
Nassim N. Taleb, en Antifrágil (2012), propone crecer con el desorden mediante dosis pequeñas de estrés: cargas manejables que, acumuladas, fortalecen. Esta lógica dialoga con la práctica deliberada de Anders Ericsson (Peak, 2016): mejorar exige trabajar justo en el borde de la habilidad, con retroalimentación y propósito. Así, en la bifurcación, el camino que hace crecer no siempre es el más arduo, sino el que permite iterar: riesgos fragmentados, ensayos reversibles, evaluaciones frecuentes. El objetivo no es demostrar valentía grandilocuente, sino construir capacidades que sobrevivan al error. Elegimos, aprendemos, ajustamos; y, en esa espiral, el fracaso pierde su aura de amenaza para convertirse en materia prima de dominio.
Visión del futuro y narrativa personal
Para sostener la elección, conviene mirar al porvenir. Hal Hershfield (2011) mostró que sentir continuidad con el “yo futuro” aumenta decisiones de largo plazo, desde el ahorro hasta el estudio. Del mismo modo, Dan McAdams (2001) describe la identidad como una historia en construcción. En la bifurcación, preguntar “¿qué capítulo deseo escribir ahora?” alinea el esfuerzo con un horizonte significativo. Pequeños rituales —cartas al yo de cinco años, métricas semanales de progreso— convierten la intención en trayectoria. Así, la frase de Murakami deja de ser consigna motivacional y se vuelve método: elegir, narrar, medir y volver a elegir. Crecer, entonces, ya no es un destino incierto, sino una práctica diaria que da coherencia a la vida.