Manos y palabras que tejen sentido duradero
Creado el: 1 de septiembre de 2025

Crea sentido con las manos y las palabras; lo demás llega con el tiempo. — Toni Morrison
El gesto inaugural
Para empezar, la sentencia de Morrison condensa una ética de la creación: el sentido no se espera, se fabrica. Las manos nombran el mundo por medio de gestos, cuidados y oficios; las palabras lo vuelven compartido, inteligible y transmisible. Al decir "lo demás", la autora alude a los resultados, el reconocimiento, la claridad e incluso la justicia, bienes que rara vez se apresuran. "Con el tiempo" no es resignación, sino paciencia activa: el tiempo como herramienta de maduración y de prueba. Así, crear con manos y palabras funda una plataforma desde la cual lo posterior puede asentarse sin prisa ni estridencia.
Cuerpo que piensa: el trabajo de las manos
A partir de ahí, conviene mirar el papel del cuerpo. Maurice Merleau-Ponty, en Fenomenología de la percepción (1945), muestra que conocemos al manipular: el objeto se revela cuando lo tocamos, lo giramos, lo trabajamos. Panaderos, bordadoras o albañiles comprenden con la palma lo que el discurso todavía no formula. En ese hacer se tejen ritmos, hábitos y pericias que ya significan. No es casual que los vínculos sociales florezcan alrededor de tareas compartidas: huertos, cocinas, mingas. Lo tangible prepara la escucha de las palabras, abriendo un suelo común donde luego la conversación prende con menos malentendidos.
La palabra como medida
Asimismo, la palabra no es adorno del hacer, sino su espejo crítico. En su Nobel Lecture (1993), Morrison afirma: "Morimos; ese puede ser el sentido de la vida. Pero hacemos lenguaje; esa puede ser la medida de nuestras vidas". Al narrar, nombramos heridas y deseos, y con ello habilitamos cambios. Playing in the Dark (1992) muestra cómo las narrativas fundan marcos morales y raciales; al modificarlas, cambia el horizonte de lo posible. La palabra, entonces, no clausura la experiencia: la corrige, la orienta y la devuelve a la acción con mayor precisión.
El tiempo como aliado
Por otra parte, el tiempo opera como aliado de esa labor. The Bluest Eye (1970) tuvo una recepción modesta y fue objeto de controversia en escuelas; décadas después, su lectura es canónica. Beloved (1987) obtuvo el Pulitzer en 1988 tras un proceso de escritura que hila memoria, investigación y escucha comunitaria. Estos trayectos sugieren que el sentido construido con manos y palabras sedimenta lentamente, y que los premios, las audiencias y las interpretaciones abundan cuando la obra ha hecho su trabajo silencioso. De ahí que la prisa por "lo demás" distraiga: primero se siembra; solo luego se cosecha.
Narrar para reparar
De manera complementaria, Morrison vincula hacer y decir con reparación. En Beloved (1987), el acto de "re-miembro" junta cuerpos y relatos: mujeres del vecindario entonan juntas y, con esa voz común, restablecen la vida de Sethe; al mismo tiempo, cocinar, abrazar y lavar devienen liturgias. En Song of Solomon (1977), la genealogía se transmite como canto, y las manos que sostienen el duelo permiten que la historia circule sin romperse. Así, la comunidad muestra que sentido no es teoría abstracta, sino tejido de prácticas y palabras que abrigan.
Praxis cotidiana del sentido
En última instancia, la frase invita a una praxis diaria. Un cuaderno de taller, una receta preparada contando su procedencia, una asamblea que combina tarea y diálogo: pequeñas coreografías donde el hacer y el decir se afinan juntos. Paulo Freire, en Pedagogía del oprimido (1970), llamó a esa unión palabra-acción "praxis" transformadora. Si esa rutina se sostiene, el tiempo hará su parte: llegarán claridad, reconocimiento y efectos duraderos. Pero la llave permanece donde Morrison la dejó: en las manos que actúan y en las palabras que, al nombrar, vuelven habitable el mundo.