Ser arco: guiar sin poseer la infancia
Creado el: 3 de septiembre de 2025

Ustedes son los arcos desde los cuales sus hijos, como flechas vivientes, son enviados. — Kahlil Gibran
La imagen del arco y la flecha
Kahlil Gibran, en El profeta (1923), condensa en una metáfora la dinámica de la crianza: los adultos son el arco, los hijos la flecha viva. El arco sostiene, orienta y ofrece energía; la flecha, en cambio, encarna el impulso hacia lo propio. Así, la paternidad y la maternidad se entienden como una fuerza que prepara y lanza, no como una mano que retiene. La vida aparece como trayectoria, no como propiedad.
Guiar sin poseer
Si la imagen sugiere movimiento, también delimita la relación: los hijos no nos pertenecen. Gibran advierte que el amor verdadero respeta el rumbo ajeno, incluso cuando inquieta. Este principio conversa con la Convención sobre los Derechos del Niño (1989), que reconoce a la niñez como sujeto de derechos y no objeto de tutela absoluta. Desde ahí, la guía se convierte en acompañamiento: orientar sin colonizar los deseos, sostener sin suplantar la voz.
La tensión justa: firmeza y flexibilidad
Ahora bien, ningún arco lanza bien sin la tensión adecuada. Demasiada rigidez rompe; demasiada laxitud no impulsa. En crianza, esa proporción recuerda el estilo denominado autoritativo por Diana Baumrind (1966): altas expectativas combinadas con calidez y diálogo. La firmeza marca límites protectores; la flexibilidad permite experimentar. El resultado no es obediencia temerosa, sino competencia y confianza para volar más lejos.
Autonomía y motivación intrínseca
En esa línea, la teoría de la autodeterminación de Deci y Ryan (1985) muestra que el apoyo a la autonomía, la competencia y el vínculo nutre la motivación intrínseca. Cuando los cuidadores escuchan, explican razones y ofrecen elecciones apropiadas, los niños internalizan valores y metas con convicción propia. La metáfora se afina: el arco no dicta cada milímetro del trayecto; más bien alinea energía y dirección para que la flecha encuentre su vuelo.
Aprender a soltar en el momento debido
Por eso, soltar no es abandono, sino el gesto final de confianza. Una escena cotidiana lo ilustra: quien enseña a pedalear corre junto a la bicicleta, ajusta el manubrio y, cuando percibe equilibrio, abre la mano. Ese instante duele y alegra a la vez; marca un antes y un después. Como en los ritos de paso, el cuidado maduro sabe despedirse gradualmente, dejando que el riesgo calculado se vuelva aprendizaje duradero.
Comunidad, escuela y vientos favorables
A su vez, ninguna flecha vuela sola: necesita aire, campo abierto y quien cuide el entorno. La comunidad y la escuela son vientos favorables cuando promueven pensamiento crítico y pertenencia. Paulo Freire, en Pedagogía del oprimido (1968), defendió una educación como práctica de libertad, capaz de hacer sujetos y no meros receptores. Así, redes de mentores, bibliotecas y espacios seguros amplifican el impulso inicial del hogar.
Propósito y dirección más allá del control
Finalmente, orientar no equivale a trazar destinos. Los adultos pueden ayudar a nombrar talentos y valores para que el propósito emerja desde dentro. Viktor Frankl (1946) observó que un sentido elegido sostiene en la adversidad más que cualquier mandato externo. El arco, entonces, apunta hacia horizontes de significado; la flecha elige su blanco concreto. Entre ambos se teje una libertad responsable, capaz de honrar el origen sin quedar atada a él.