La pasión como brújula hacia tu propósito
Creado el: 3 de septiembre de 2025

Si no puedes descubrir tu propósito, descubre tu pasión. Porque tu pasión te llevará directamente a tu propósito. — T.D. Jakes
Del desconcierto al movimiento
Para empezar, la exhortación de T.D. Jakes invierte el orden habitual de la búsqueda: en vez de perseguir un gran propósito abstracto, nos invita a detectar la chispa concreta que ya enciende nuestra energía. Así, la pasión funciona como el primer paso que rompe la parálisis analítica y transforma la vaguedad en acción. Este cambio de enfoque importa porque el propósito rara vez llega como una revelación total; más bien se decanta caminando. Cuando elegimos lo que nos entusiasma —aunque sea pequeño o provisional— reunimos evidencias sobre lo que aportamos mejor y para quién. En ese trayecto, la dirección se aclara: la pasión mueve, el movimiento enseña, y el aprendizaje perfila el propósito.
La pasión como brújula neurológica
A continuación, conviene notar que la pasión no es solo un sentimiento poético: activa circuitos de recompensa y atención (dopamina y noradrenalina) que sostienen el esfuerzo prolongado. Esa energía sostenida es crucial para recorrer caminos largos, donde el propósito se construye a lo largo del tiempo. Además, la psicología distingue entre pasión armoniosa y obsesiva. El “Modelo Dual de la Pasión” de Robert Vallerand (2003) muestra que la pasión armoniosa se integra con la identidad y favorece bienestar y rendimiento, mientras que la obsesiva genera conflicto y agotamiento. El consejo de Jakes se vuelve así más fino: sigue la pasión, sí, pero cultívala en una forma que te haga libre y útil, no prisionero.
Historias que ilustran el principio
Por ejemplo, Steve Jobs contó en su discurso en Stanford (2005) que una clase de caligrafía, elegida por puro interés, años después determinó la tipografía del Macintosh. La pasión estética abrió una senda técnica y, finalmente, una contribución que cambió la computación cotidiana. De modo similar, el cocinero José Andrés transformó su amor por la gastronomía en ayuda humanitaria con World Central Kitchen (fundada tras el terremoto de 2010 en Haití), llevando comida caliente a zonas de desastre. En ambos casos, una inclinación personal actuó como brújula: primero hubo gusto y pericia; luego, al encontrarse con una necesidad real, emergió el propósito.
Marcos de sentido: ikigai y Frankl
En paralelo, el concepto japonés de ikigai sugiere que el propósito surge donde confluyen lo que amas, lo que haces bien, lo que el mundo necesita y por lo que pueden pagarte. Empezar por la pasión facilita trazar ese mapa, porque revela con qué actividades perseveras y en qué contextos floreces. Viktor Frankl, en El hombre en busca de sentido (1946), añade otra clave: el sentido se encuentra al orientarnos hacia una tarea, un amor o una actitud ante la adversidad. Siguiendo a Jakes, la pasión nos pone en marcha hacia esas tareas y vínculos; luego, la realidad —con sus demandas y oportunidades— afina la dirección hasta convertirse en propósito.
El flujo como señal de rumbo
Asimismo, Mihály Csikszentmihalyi describe el flujo (Flow, 1990) como ese estado de concentración profunda donde el desafío y la habilidad se equilibran, el tiempo se diluye y la acción se siente con sentido. Notar dónde entras en flujo es una pista fiable: allí tu pasión no solo te excita, también te absorbe de manera productiva. Cuando repetidamente experimentas flujo y otros se benefician del resultado, aparece la huella del propósito. Es la diferencia entre entretenerse y contribuir: la primera te distrae; la segunda te orienta.
De la chispa al servicio concreto
Entonces, ¿cómo convertir pasión en propósito? Primero, explórala en proyectos breves y reales, cerca de problemas específicos. El prototipo humilde —una clase piloto, un boletín, una app simple— convierte entusiasmo en evidencia: ¿me sostiene en el tiempo?, ¿ayuda a alguien?, ¿qué piden después? Luego, deja que el impacto te corrija. Habla con quienes recibieron valor, ajusta tu enfoque y busca aliados. A medida que crece la maestría, conecta tu pasión con causas, comunidades o mercados que la necesiten. Así, del hacer reiterado nace una dirección estable: el propósito ya no es una idea inspiradora, sino una práctica sostenida.
Riesgos, límites y sostenibilidad
Con todo, no toda pasión guía bien. La versión obsesiva puede empujar al burnout o a metas que chocan con tus valores. Por eso conviene integrar límites saludables: descanso, relaciones fuera del trabajo y una ética de servicio que mantenga el ego a raya. Revisa periódicamente tres preguntas: ¿me hace crecer?, ¿hace bien a otros?, ¿es sostenible? Si las respuestas se alinean, la pasión se convierte en combustible limpio para un propósito duradero. Y si no, ajusta el rumbo: una brújula no te obliga a un camino, te recuerda cuál te lleva a casa.