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Pensar como reina: del fracaso a la grandeza

Creado el: 4 de septiembre de 2025

Piensa como una reina. Una reina no tiene miedo de fracasar. El fracaso es otro peldaño hacia la gra
Piensa como una reina. Una reina no tiene miedo de fracasar. El fracaso es otro peldaño hacia la grandeza. — Oprah Winfrey

Piensa como una reina. Una reina no tiene miedo de fracasar. El fracaso es otro peldaño hacia la grandeza. — Oprah Winfrey

Mentalidad regia: coraje sin permiso

Oprah Winfrey condensa en una sola imagen el mandato del liderazgo: pensar como reina. No alude al linaje, sino a la compostura interior que desautoriza el miedo al error. Cuando la corona es una actitud, la valentía deja de depender de aprobaciones externas y se vuelve responsabilidad personal. Desde esa premisa, el fracaso pierde su filo punitivo y se vuelve información; no un veredicto, sino un diagnóstico que la mente regia sabe traducir en siguiente paso.

Reencuadre del fracaso en peldaños

A partir de ahí, el reencuadre del tropiezo se vuelve método. La psicóloga Carol Dweck mostró en Mindset (2006) que quienes abrazan una mentalidad de crecimiento interpretan los reveses como pistas para ajustar estrategias, no como pruebas de incapacidad. Esa lectura reduce el miedo escénico y libera la experimentación. En términos prácticos, llamar peldaño a un fallo ordena cronológicamente el aprendizaje: primero se intenta, luego se interpreta, finalmente se itera. De esa secuencia nace la grandeza, no de la infalibilidad.

Oprah como ejemplo vivo

Así lo ilustra la propia Winfrey: relegada de un puesto como presentadora de noticias en Baltimore a finales de los setenta, convirtió People Are Talking (1978) en un espacio de conexión emocional que redefinió su carrera; más tarde, al lanzar OWN en 2011 y enfrentar bajos ratings, reorientó la cadena con alianzas estratégicas como las series de Tyler Perry en 2013, remontando la audiencia. Estas vueltas no son anécdotas aisladas, sino la práctica deliberada de subir peldaños: cada desvío afina la brújula y ensancha el margen de maniobra.

Ecos históricos del liderazgo femenino

En la historia, el temple regente también se forjó en la fricción. Isabel I de Inglaterra, tras prisión y sospechas sucesorias, convirtió la amenaza de la Armada Española (1588) en cohesión nacional; su arenga de Tilbury metabolizó el peligro en propósito compartido. Del mismo modo, Hatshepsut en el Egipto del Imperio Nuevo sorteó dudas sobre su legitimidad construyendo obras y relatos iconográficos en Deir el-Bahari que consolidaron su autoridad. Ambas muestran que la grandeza no niega el riesgo: lo administra.

Ciencia del crecimiento ante el error

Desde la ciencia, el principio se robustece. La teoría de la antifragilidad de Nassim N. Taleb (2012) describe sistemas que mejoran con el estrés bien dosificado; la investigación sobre práctica deliberada de Anders Ericsson en Peak (2016) explica cómo los errores, cuando se corrigen con feedback específico, aceleran la maestría. Y la constancia descrita por Angela Duckworth en Grit (2016) une pasión y perseverancia frente al fracaso. En conjunto, estas líneas sugieren que no se trata de blindarse contra el golpe, sino de diseñar golpes administrables que enseñen.

Del principio a la práctica cotidiana

Para llevarlo al día a día, la mente de reina institucionaliza el aprendizaje: retroalimentaciones posmortem sin culpables, métricas de progreso más que de ego, diarios de intentos y lenguaje que nombre hipótesis, no verdades. Sara Blakely cuenta que su padre le preguntaba en la mesa: ¿en qué fallaste esta semana? (entrevistas en NPR, 2012); la pregunta normalizaba la apuesta y celebraba la lección. Así, el miedo se vuelve guía y el fracaso, peldaño. Paso a paso, se asciende: no por evitar caídas, sino por convertir cada una en plataforma hacia la grandeza.