Valentía sin permiso: el proyecto de libertad
Creado el: 5 de septiembre de 2025

Rehúsa esperar permiso para ser valiente; inventa tu propia valentía. — Simone de Beauvoir
Libertad que se ejerce, no se espera
La sentencia de Simone de Beauvoir condensa una ética de la acción: la valentía no llega por autorización externa, se inventa en el acto de elegir. En La ética de la ambigüedad (1947), Beauvoir describe la libertad como un proyecto que se asume aun sin garantías; la decisión valiente no aguarda validaciones, las crea. Así, negarse a esperar permiso es negarse a delegar la propia autonomía en instituciones, tradiciones o miradas ajenas. Esta clave inaugura una narrativa donde el coraje se entiende como práctica concreta y continua, no como atributo fijo.
Desobediencia creadora en la historia
A partir de esta ética, la historia aparece como archivo de permisos negados y valentías inventadas. Las sufragistas que marcharon y se encadenaron a rejas a inicios del siglo XX no pidieron beneplácitos para votar; al actuar, volvieron pensable lo que parecía imposible. Rosa Parks, en Montgomery (1955), ensayó un 'no' que reorganizó un sistema de autobuses y conciencias. Incluso Olympe de Gouges, con su Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadana (1791), modeló una voz política sin precedentes. En todos los casos, el permiso vino después, como efecto de la acción.
Género y la valentía de trascender
Asimismo, El segundo sexo (1949) contrapone la inmanencia impuesta a las mujeres con la trascendencia de proyectos elegidos. La célebre tesis de Beauvoir —'no se nace mujer, se llega a serlo'— sugiere que inventar valentía es sustraerse a papeles prescritos. Denunciar un acoso laboral, exigir salario igual o estudiar una carrera desalentada por estereotipos son gestos de trascendencia. El impulso de movimientos como #MeToo (2017) ejemplifica cómo miles de voces, al nombrar lo indecible, transformaron miedo en agencia. Así, la valentía cotidiana se vuelve el puente entre identidad encasillada y libertad vivida.
Riesgo, responsabilidad y solidaridad
Por eso, la invención del coraje no romantiza el riesgo; lo asume con responsabilidad. En La ética de la ambigüedad (1947), Beauvoir sostiene que mi libertad se afirma promoviendo la libertad de otras y otros. No es un heroísmo solitario: es una práctica situada que teje alianzas. Las Madres de Plaza de Mayo, desde 1977, transformaron el miedo en presencia pública sostenida, y su valentía fue tanto personal como colectiva. Cuando una actúa sin permiso pero con cuidado de las consecuencias, convierte el gesto audaz en ética compartida.
Imaginación y lenguaje como herramientas de coraje
De ahí que 'inventar' la valentía requiera imaginación y palabra. Audre Lorde, en The Transformation of Silence into Language and Action (1977), muestra cómo nombrar la experiencia abre posibilidades de actuar donde antes había silencio. Del mismo modo, Paulo Freire en Pedagogía del oprimido (1968) propone que 'nombrar el mundo' es el primer acto liberador. Al articular deseos y límites, diseñamos escenarios de acción que no existían. Así, el lenguaje deja de describir lo dado para inaugurar lo posible.
Prácticas para ejercitar el coraje propio
Finalmente, esta ética se cultiva en ejercicios concretos: micro-ensayos de acción (un correo pidiendo reconocimiento de autoría), pactos de apoyo mutuo antes de un desafío, y diarios de temores convertidos en planes. Una estudiante que organiza un protocolo contra la violencia en su facultad, aun sin tradición previa, inventa una forma de valentía institucional; cuando otras la replican, el permiso se vuelve innecesario porque la práctica ya existe. Así, paso a paso, la valentía que no esperaba autorización termina autorizando un mundo más libre.