Site logo

Imaginar y construir un mundo más amable

Creado el: 5 de septiembre de 2025

Atrévete a imaginar un mundo más amable que el de hoy y luego trabaja para hacerlo realidad. — James
Atrévete a imaginar un mundo más amable que el de hoy y luego trabaja para hacerlo realidad. — James Baldwin

Atrévete a imaginar un mundo más amable que el de hoy y luego trabaja para hacerlo realidad. — James Baldwin

Imaginación valiente como punto de partida

Al comenzar, la exhortación de James Baldwin invita a la valentía de imaginar lo que aún no existe. No pide consuelo, sino lucidez: atreverse a concebir una sociedad más compasiva para desafiar la inercia del presente. En The Fire Next Time (1963) y en The Creative Process (1962), Baldwin sugiere que la imaginación responsable revela verdades ocultas y abre espacios donde la dignidad humana puede respirarse. Imaginar, entonces, no es evasión, sino un acto moral que nos compromete con la realidad. Desde aquí surge la pregunta inevitable: si la visión ya está, ¿cómo convertirla en movimiento sostenido?

Del sueño al trabajo concreto

A partir de esa invitación, el segundo verbo del aforismo cobra peso: trabajar. Transformar una visión en práctica exige traducir valores en objetivos, mapear aliados, diseñar rutas y medir avances. Baldwin, en No Name in the Street (1972), insiste en la responsabilidad personal ante la historia: no hay cambio sin asumir tareas. Así, imaginar un mundo más amable se vuelve un plan de acción con ritmos, roles y rendiciones de cuentas. Esta disciplina no enfría la esperanza; la protege del voluntarismo y la hace compartible. Con ese marco, vale mirar cómo otros lo han logrado.

Lecciones de la historia reciente

De hecho, hay precedentes donde la imaginación ética encontró su método. El boicot de autobuses de Montgomery (1955–56) transformó una indignación en logística solidaria: redes de transporte comunitario y coordinación barrial convirtieron un ideal de dignidad en hábito cotidiano. A otro nivel, la Comisión de la Verdad y Reconciliación en Sudáfrica (1996) unió verdad pública con amnistías condicionadas para priorizar reparación y no venganza, encarnando una amabilidad institucional que no negó la justicia. Ambos casos muestran que la bondad no es debilidad, sino diseño social con consecuencias reales. Estas lecciones inspiran métodos contemporáneos para nuestro propio trabajo.

Esperanza con método: la psicología lo respalda

Asimismo, la investigación psicológica sugiere que la esperanza eficaz combina metas, rutas y agencia. La teoría de la esperanza de C. R. Snyder (1994) describe cómo las personas perseveran cuando formulan objetivos claros, generan caminos alternativos y sostienen la voluntad de recorrerlos. Traducido a la propuesta de Baldwin, imaginar define la brújula moral; trabajar traza caminos y cultiva la energía para avanzar incluso cuando el primer plan falla. De este modo, la amabilidad deja de ser un deseo tenue y se vuelve una competencia aprendible.

Diseñar la amabilidad en sistemas cotidianos

En la práctica, un mundo más amable se prototipa en lo cercano. En educación, los círculos de justicia restaurativa han mejorado climas escolares y reducido conflictos, según experiencias reportadas en distritos de Oakland y programas en Nueva Zelanda (2009–2018). En ciudades, las supermanzanas de Barcelona reordenan calles para priorizar peatones y convivencia, haciendo tangible la cortesía urbana. En democracia local, el presupuesto participativo iniciado en Porto Alegre (1989) muestra cómo deliberar con respeto y asignar recursos con transparencia fortalece el tejido cívico. Pequeños cambios de diseño, repetidos, generan cultura.

Perseverar sin perder la ternura

Sin embargo, todo avance enfrenta retrocesos. Baldwin, en Notes of a Native Son (1955), narró cómo canalizar la ira sin sucumbir al odio, sosteniendo una ética de verdad y cuidado. Además, como señaló Theodore Parker (1853) y popularizó Martin Luther King Jr., el arco del universo moral se inclina hacia la justicia, pero solo si manos humanas lo empujan. Por eso, perseverar implica aprender de los tropiezos, reponer la confianza y seguir cuidando a quienes caminan con nosotros. Así, la imaginación inicial se convierte en hábito colectivo y, poco a poco, en realidad compartida.