Amar el trabajo para abrazar el mundo
Creado el: 6 de septiembre de 2025

Ama con fiereza tu trabajo y te enseñará a amar el mundo. — bell hooks
La ética del amor en bell hooks
Al iniciar, la invitación de bell hooks a amar con fiereza el trabajo afirma que la práctica cotidiana puede volverse un puente hacia el cuidado del mundo. Su ética del amor, desarrollada en "All About Love: New Visions" (2000), entiende el amor como una práctica hecha de cuidado, responsabilidad, respeto y conocimiento. Desde ahí, el trabajo no es solo medio de subsistencia, sino lugar de relaciones que pueden cultivar justicia y sentido. En "Teaching to Transgress" (1994), hooks describe cómo la docencia amorosa libera a estudiantes y docentes, enlazando deseo, conocimiento y comunidad. Así, amar el trabajo no aísla; nos capacita para amar más allá del yo.
Vocación y sentido: un hilo histórico
A continuación, la idea de que el amor al oficio abre el mundo resuena con tradiciones antiguas y modernas. Aristóteles entendía la eudaimonía como florecimiento a través de la virtud en actos concretos; el oficio bien hecho orienta la vida hacia el bien común (Ética a Nicómaco, c. 350 a. C.). Más tarde, Max Weber mostró cómo la vocación enmarcó el trabajo como llamado ético (1905). Y en "The Craftsman" (Sennett, 2008), el cuidado del detalle conecta al artesano con la comunidad que recibe su obra. Visto así, la ferocidad amorosa por el trabajo se expande en responsabilidad hacia otros.
Pedagogía del compromiso y comunidad
Desde esa base, hooks propone una pedagogía del compromiso que torna el aula en laboratorio de mundo. En "Teaching Community: A Pedagogy of Hope" (2003), narra clases donde el rigor convive con la vulnerabilidad, y donde el conocimiento se comparte como acto de cuidado. Un ejemplo: cuando estudiantes co-diseñan reglas de convivencia, no solo mejoran tareas; ensayan ciudadanía. Este tránsito del espacio laboral (la clase) al tejido social ilustra la tesis: amar con fiereza lo que hacemos entrena la mirada para reconocer la dignidad del otro y, por tanto, del mundo.
Flujo, propósito y conducta prosocial
Además, la psicología aporta un mecanismo: el estado de flujo describe una atención plena y gozosa al desafío (Csikszentmihalyi, "Flow", 1990). Quienes experimentan propósito en su trabajo reportan mayor cooperación y ayuda a otros; por ejemplo, cuando recaudadores de fondos conocieron a beneficiarios reales, su rendimiento y persistencia aumentaron (Grant, 2007). Así, el gozo competente no encierra, sino que amplía la disposición prosocial. En términos de hooks, el amor que cultivamos en la tarea se vuelve energía que circula hacia la comunidad, haciendo del oficio una práctica de cuidado.
Amar no es idolatrar el trabajo
Sin embargo, conviene distinguir amor de idolatría laboral. La ferocidad de hooks no invita al sacrificio ciego ni al burnout, reconocido en la CIE-11 como fenómeno ocupacional asociado a estrés crónico no gestionado (OMS, 2019). En "All About Love" (2000), hooks afirma que el amor rechaza la dominación; por ello, límites, descanso y reciprocidad son parte del amor al trabajo. Cuidarnos sostiene la capacidad de cuidar el mundo. Amar bien el trabajo implica decir no a ritmos que degradan la vida y sí a prácticas que preservan la dignidad propia y ajena.
Prácticas para una ética del amor
Concretando, amar con fiereza puede traducirse en hábitos: alinear la tarea con un propósito explícito; diseñar el trabajo considerando a quienes lo reciben; cultivar excelencia con humildad (revisión por pares, feedback honesto); y sostener comunidades de apoyo. La ética del amor de hooks—cuidado, compromiso, confianza, responsabilidad, respeto y conocimiento—sirve como lista de verificación diaria. Un ritual breve de comienzo y cierre de jornada, preguntando a quién sirve cada acción, convierte el oficio en práctica de mundo. Así, la pasión deja de ser un sentimiento para volverse método.
De lo íntimo a lo planetario
Finalmente, cuando el trabajo se vive como cuidado, su alcance se vuelve eco-social. Una enfermera que escucha más allá del síntoma mejora la salud comunitaria; un diseñador que piensa en accesibilidad amplía la participación cívica; un agricultor urbano regenera suelos y vínculos. Como mostró Elinor Ostrom en "Governing the Commons" (1990), comunidades comprometidas pueden gestionar bienes comunes de manera sostenible. En esta línea, la ferocidad amorosa que aprendemos en la tarea se convierte en práctica de custodiar lo compartido. Así, amar el trabajo nos enseña, efectivamente, a amar el mundo.