Tocar lo posible hasta oír su respuesta
Creado el: 6 de septiembre de 2025

Ve más allá de lo conocido y toca la idea de lo posible hasta que te responda. — Helen Keller
Una brújula para la audacia
La frase de Helen Keller sugiere un gesto activo: no basta con imaginar lo posible; hay que tocarlo, como quien tantea una puerta en la oscuridad hasta sentir el picaporte. Ir más allá de lo conocido implica aceptar la incertidumbre como terreno fértil y no como amenaza. Así, la respuesta de lo posible no llega por revelación súbita, sino por insistencia curiosa. De esta manera, el consejo se convierte en método: acercarse, rozar, insistir. Lo posible habla cuando preguntamos con acciones, y cada ensayo —acierto o tropiezo— es una sílaba en su idioma. La clave, entonces, es sostener la pregunta en movimiento, porque solo el movimiento abre rendijas en lo desconocido.
La lección del agua: nombre y mundo
Keller conoció el mundo tocándolo. En The Story of My Life (1903), narra la escena de la bomba de agua: la mano bajo el chorro, y en la otra, la palabra W-A-T-E-R deletreada. De pronto, la experiencia y el signo se alinean; el mundo responde con un significado tangible. Ese instante no fue milagro caprichoso, sino ensayo repetido: tanteos, frustraciones y, finalmente, respuesta. Por eso su imperativo resulta creíble: tocar lo posible no es metáfora poética, sino técnica de conocimiento. Nombrar después de sentir ancla las ideas en la realidad, y esa secuencia —contacto, nombre, comprensión— convierte la posibilidad en puerta abierta.
Cuando el mundo responde: pragmatismo y retroalimentación
La lógica de “que te responda” entronca con el pragmatismo. William James, en Pragmatism (1907), defendía que la verdad se verifica por sus consecuencias: probamos una idea y la realidad contesta. John Dewey amplió este ciclo como indagación: problema, hipótesis, experimento, aprendizaje, ajuste. Más tarde, J. J. Gibson describió las affordances (The Ecological Approach to Visual Perception, 1979): oportunidades de acción que emergen cuando tocamos el entorno con intención. Así, la respuesta del mundo no es un mensaje místico, sino retroalimentación utilizable. Primero exploramos; luego el entorno nos devuelve señales que refinan lo posible y, por tanto, nos transforman.
Sorpresa preparada: ciencia y descubrimiento
Louis Pasteur resumió esta dinámica: “La suerte favorece a la mente preparada.” Alexander Fleming vio morir bacterias alrededor de un moho en 1928 y, en lugar de barrerlo, tocó esa posibilidad: nació la penicilina. La respuesta del mundo fue un halo en una placa; la audacia consistió en escucharlo. De modo similar, la imagen Earthrise del Apolo 8 (1968) respondió a una vieja pregunta —¿dónde estamos?— con un cambio de perspectiva que impulsó el ambientalismo. En ambos casos, el posible habló primero en voz baja. Había que acercarse lo suficiente, sostener la mirada y traducir la sorpresa en conocimiento compartido.
Mente exploradora: del aprendizaje al prototipo
La psicóloga Carol Dweck mostró que la mentalidad de crecimiento (Mindset, 2006) convierte el error en señal, no en veredicto. En el mismo espíritu, el diseño iterativo prototipa para aprender: cada versión es una pregunta concreta al mundo. El ciclo construcción–medición–aprendizaje (Ries, 2011) formaliza esta escucha activa. Asimismo, la tensión exploración/explotación (March, 1991) recuerda que debemos reservar energía para tocar bordes nuevos sin abandonar lo que ya funciona. Así, la disciplina no sofoca la audacia: la encauza, permitiendo que lo posible responda con datos y no solo con deseos.
Posibilidad y justicia: cuando la sociedad contesta
Keller no solo amplió su mundo personal; activó cambios colectivos. Cofundó Helen Keller International en 1915 para combatir la ceguera prevenible, transformando posibilidad en política pública. Décadas después, la Ley ADA (1990) mostró cómo la insistencia organizada hace que la sociedad responda con accesibilidad y derechos. La lección es nítida: tocar lo posible también es tocar instituciones, lenguajes y normas. Persistir, documentar y construir alianzas convierte el anhelo en infraestructura. Así, la respuesta del mundo se vuelve rampa, subtítulo, empleo: concreciones que devuelven voz a quienes no eran escuchados.
Prácticas cotidianas para tocar lo posible
Para cerrar el círculo, conviene un ritual simple: formular una pregunta audaz por semana y diseñar un experimento de una tarde que pueda falsarla. Llevar un diario de hipótesis y registrar qué respondió el mundo —señales, silencios, sorpresas— acelera el aprendizaje. Además, mantener un “umbral de incomodidad 4/10” ayuda a salir de lo conocido sin quemarse: suficientemente retador para crecer, suficientemente seguro para sostenerse. Con estas prácticas, la frase de Keller deja de ser un lema y se convierte en método: tocar, escuchar, ajustar; y repetir hasta que lo posible, finalmente, responda.