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Vivir con sentido: más que solo existir

Creado el: 6 de septiembre de 2025

El secreto del ser humano no consiste solo en vivir, sino en tener algo por lo que vivir. — Fiódor D
El secreto del ser humano no consiste solo en vivir, sino en tener algo por lo que vivir. — Fiódor Dostoievski

El secreto del ser humano no consiste solo en vivir, sino en tener algo por lo que vivir. — Fiódor Dostoievski

Del mero vivir al sentido

Para empezar, la sentencia de Dostoievski separa claramente sobrevivir de vivir con un horizonte. No basta con respirar y cumplir rutinas; el secreto, sugiere, es tener un motivo que unifique esfuerzos, dolores y alegrías en una dirección. Ese ‘algo por lo que vivir’ funciona como brújula: otorga coherencia al pasado, energía para el presente y paciencia para el futuro.

Ecos existenciales y literarios

A continuación, su idea resuena en sus propios personajes, desgarrados entre culpa y propósito. Raskólnikov en Crimen y castigo (1866) se hunde en la desolación hasta que un sentido moral comienza a reordenar su caos; en Los hermanos Karamázov (1880), Alyosha encarna una orientación hacia el bien que sostiene su vida frente al escepticismo de Iván. Esta tensión dialoga con Nietzsche: ‘quien tiene un porqué para vivir, casi cualquier cómo puede soportar’ (Crepúsculo de los ídolos, 1889), consolidando la intuición de que el sentido vuelve habitable el dolor.

La psicología del propósito

Desde la psicología, Viktor Frankl mostró que el sentido puede ser decisivo incluso en condiciones extremas (El hombre en busca de sentido, 1946). De otro modo, la Teoría de la Autodeterminación propone que autonomía, competencia y vínculo fortalecen la motivación sostenida (Deci y Ryan, 2000). En paralelo, la neurociencia describe cómo el sistema dopaminérgico no solo responde a recompensas, sino a metas anticipadas que orientan la acción (Berridge y Robinson, 1998). Así, propósito y energía se retroalimentan: la meta convoca esfuerzo y el progreso refuerza el compromiso.

Comunidad, valores y trascendencia

De ahí que el sentido rara vez sea puramente individual. Aristóteles ya intuía que la vida buena se teje alrededor de fines compartidos, la eudaimonía como realización de un telos cívico y personal (Ética a Nicómaco, c. 350 a. C.). En la práctica, causas, oficios y vínculos nos sitúan en tramas más amplias. El servicio, la creación y el cuidado permiten trascender el yo inmediato, devolviendo la experiencia de pertenecer a algo que nos excede y nos orienta.

Riesgos del vacío y sus antídotos

Por otra parte, el vacío de sentido puede derivar en anomia, esa desorientación cuando faltan normas y metas comunes (Durkheim, El suicidio, 1897). Camus respondió proponiendo una rebelión lúcida: afirmar la vida pese al absurdo (El mito de Sísifo, 1942). Como antídoto práctico, pequeños compromisos con valores elegidos—aunque sean modestos—reconstruyen dirección y generan evidencia cotidiana de que otra trayectoria es posible.

Prácticas para cultivar un porqué

Finalmente, el propósito se entrena. Útil es clarificar valores (escribe diez, reduce a tres y formula acciones semanales), encuadrar proyectos con un horizonte y métricas, y crear rituales que sostengan la constancia. La identidad narrativa—recontar tu historia subrayando contribuciones y aprendizajes—integra pasado y futuro en un hilo coherente (McAdams, 1993). Además, las ‘intenciones de implementación’ del tipo ‘si X, entonces haré Y’ facilitan la ejecución (Gollwitzer, 1999). Así, el consejo de Dostoievski deja de ser una consigna y se vuelve un método para vivir con norte.