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Cuando la oportunidad llega, solo la preparación responde

Creado el: 10 de septiembre de 2025

La oportunidad no pierde el tiempo con quienes no están preparados. — Idowu Koyenikan
La oportunidad no pierde el tiempo con quienes no están preparados. — Idowu Koyenikan

La oportunidad no pierde el tiempo con quienes no están preparados. — Idowu Koyenikan

De la sentencia al principio rector

La frase de Idowu Koyenikan sugiere que la oportunidad es impaciente: no enseña, solo verifica. En otras palabras, no concede margen para improvisar competencias básicas; aparece, evalúa en segundos y se va. De ahí que la preparación no sea un adorno, sino la condición de acceso. Y como toda condición, actúa antes del encuentro: se construye en rutinas, criterios y ensayos que convierten la eventualidad en posibilidad concreta.

Historia: la fortuna y la mente preparada

Esta intuición resuena con la observación de Louis Pasteur: “en los campos de la observación, la suerte favorece solo a las mentes preparadas” (discurso en Lille, 1854). Del mismo modo, la máxima que suele atribuirse a Séneca—“la suerte es lo que sucede cuando la preparación se encuentra con la oportunidad”—resume la misma lógica. Así, Koyenikan se inserta en una tradición que no romantiza el azar: lo enmarca como intersección entre hechos externos y disciplina interna.

Tiempo oportuno: del cronos al kairós

Si el cronos mide el tiempo que pasa, el kairós nombra el instante propicio. Las oportunidades son kairóticas: aparecen y caducan. Por eso la preparación no es solo saber, sino sincronización lista para actuar. Protocolos, listas de verificación y reglas de decisión reducen la fricción temporal, permitiendo aprovechar ventanas breves sin sacrificar criterio. Así, la velocidad deja de ser prisa y se vuelve precisión cronometrada.

Práctica deliberada y hábitos que anticipan

La investigación sobre práctica deliberada muestra que la pericia surge de objetivos específicos, retroalimentación inmediata y corrección sostenida (Anders Ericsson, Psychological Review, 1993; Peak, 2016). Prepararse, entonces, es descomponer habilidades en microdestrezas, simular contextos reales y ensayar respuestas bajo presión. Al convertir el rendimiento excepcional en rutina controlable, uno transforma la sorpresa en terreno familiar.

Caso Fleming: ver lo que otros pasan por alto

En 1928, Alexander Fleming notó que un moho contaminante inhibía bacterias en una placa de Petri. Muchos habían visto mohos; pocos vieron penicilina. Su preparación—años estudiando estafilococos y sensibilidad antibacteriana—permitió interpretar un accidente como descubrimiento. La anécdota ilustra el punto: la oportunidad no explica, solo se deja reconocer por quien ya posee el lenguaje para nombrarla.

Redes y señales: aumentar la superficie de roce

Además de habilidad, la preparación crea visibilidad. Las oportunidades viajan por vínculos débiles, esos contactos lejanos que abren puertas inesperadas (Mark Granovetter, The Strength of Weak Ties, 1973). Portafolios públicos, contribuciones abiertas y pequeñas pruebas de concepto funcionan como señales verificables de preparación. En consecuencia, no solo se está listo: también se es encontrable.

De listo a listo-para-accionar: protocolos y precompromisos

Finalmente, la preparación se vuelve acción mediante estructuras que reducen dudas. Las listas de verificación mejoran la ejecución bajo estrés (Atul Gawande, The Checklist Manifesto, 2009), y el premortem ayuda a anticipar fallos antes de decidir (Gary Klein, HBR, 2007). Con precompromisos claros—fechas, criterios de salida, umbrales de riesgo—la oportunidad deja de pasar de largo porque encuentra una respuesta ya ensayada.