Persistencia silenciosa: de montañas a senderos
Creado el: 17 de septiembre de 2025

La persistencia silenciosa transforma las montañas en senderos. — bell hooks
El poder de lo que no hace ruido
Tomar en serio la frase de bell hooks es reconocer que el cambio duradero suele nacer sin estridencias. La persistencia silenciosa no es pasividad: es el ritmo constante que desgasta el obstáculo, como el agua que pule la piedra. En su obra, hooks insiste en que la transformación requiere práctica diaria y una ética que priorice la coherencia sobre el espectáculo; el gesto sostenido importa más que el golpe de efecto. Así, el silencio no borra la fuerza, la concentra. Y cuando esa fuerza se repite, inventa caminos donde antes solo veíamos barreras. Para precisar cuáles son esas montañas, conviene nombrar las estructuras que las vuelven tan difíciles de escalar.
Montañas: sistemas que entrecruzan opresiones
Hooks analiza cómo género, raza y clase se entrelazan y refuerzan mutuamente, lo que hoy llamamos un enfoque interseccional (Kimberlé Crenshaw acuñó el término en 1989). Ante esas montañas sistémicas, la persistencia silenciosa actúa por acumulación: pequeños actos coordinados, repetidos con paciencia, desplazan los contornos del poder. Cuando una norma injusta se cuestiona en cada reunión, cuando una práctica excluyente se corrige en cada formulario, el paisaje social se altera. No se trata de un golpe heroico, sino de un desgaste metódico que vuelve transitable lo que parecía inamovible. Esa erosión empieza en lo cotidiano, y el cuidado es su herramienta más constante.
Cuidado y amor como práctica política
En 'All About Love' (2000), hooks propone el amor como ética concreta: una combinación de cuidado, responsabilidad, conocimiento y respeto. Bajo esa luz, el cuidado cotidiano deja de ser invisible y se vuelve estrategia: escuchar con atención, sostener límites sanos, redistribuir tareas y reconocer el trabajo de reproducción social. Estos gestos, repetidos, reconfiguran relaciones y desarman jerarquías. Un grupo que cuida bien puede persistir más y mejor, porque ahorra desgaste y genera confianza. El amor, entendido como práctica, alimenta la constancia y la vuelve contagiosa. Con esa ética como base, la pedagogía se convierte en otro espacio privilegiado para transformar montañas en senderos.
Pedagogía: transformar el aula con constancia
En 'Teaching to Transgress' (1994), hooks plantea una pedagogía comprometida donde enseñar y aprender son actos de libertad. No es un arrebato, sino un hábito: abrir la clase con chequeos de bienestar, rotar la palabra, vincular teoría y experiencia, sostener el diálogo incluso cuando es incómodo. Un ejemplo simple: antes de discutir un texto, cada quien comparte una pregunta que le incomoda; semana tras semana, el aula aprende a escuchar. Son prácticas silenciosas, pero su acumulación altera la cultura del aprendizaje. Ese mismo pulso, trasladado al barrio o al trabajo, puede arraigar cambios más amplios. De ahí que la comunidad sea el terreno donde la constancia adquiere escala.
Comunidad: construcción lenta de confianza
Las transformaciones colectivas prosperan cuando la confianza se construye a fuego lento. Piénsese en un huerto vecinal que rescata un solar baldío: cada sábado, las mismas manos riegan, compostan y conversan. No hay titulares, pero a los meses emergen pasillos entre bancales, y al año el barrio tiene alimentos, sombra y encuentro. La persistencia convierte el pedregal en sendero compartido. Estas pequeñas victorias anclan procesos más complejos: planificar cuidados, negociar con autoridades, sostener fondos comunes. Ahora bien, para que la constancia no oculte ni acalle, hace falta distinguir entre un silencio elegido y el silenciamiento impuesto.
Silencio estratégico versus silenciamiento
El silencio de la persistencia es táctico: escucha, calibra y prepara la palabra eficaz. No confundirlo con el silenciamiento que despoja de voz. Hooks problematiza esta tensión en 'Talking Back: Thinking Feminist, Thinking Black' (1989), donde hablar se vuelve un acto de reclamación. Persistir en silencio puede significar no desgastarse en toda pelea y elegir las batallas que abran camino; pero también implica alzar la voz cuando el riesgo del silencio es la complicidad. Saber cuándo callar para construir y cuándo hablar para romper el cerco es parte de la disciplina. Para sostener esa disciplina, conviene convertir la constancia en hábitos visibles y medibles.
Hábitos y métricas amables
Lo que se repite, se vuelve estructura. Por eso, traducir la intención en hábitos ayuda: registrar conversaciones difíciles mantenidas, horas dedicadas a tutorías, formularios revisados con enfoque inclusivo, reuniones comunitarias sostenidas mes a mes. Micro-métricas no punitivas visibilizan el progreso y protegen la motivación. Un diario de práctica, revisado semanalmente, muestra cómo el camino aparece donde insistimos. Cuando el avance parece mínimo, estas huellas evitan el desaliento y orientan ajustes finos. Con tales apoyos, la persistencia deja de depender del impulso y se asienta en un método. Así, la esperanza deja de ser un sentimiento y se vuelve una forma de trabajar.
Esperanza como método de transformación
Para hooks, la esperanza es una praxis que se aprende y se practica. En 'Feminism Is for Everybody' (2000), insiste en la accesibilidad del cambio: si cualquiera puede participar, cualquiera puede perseverar. La persistencia silenciosa habilita esa participación porque reduce barreras, reparte esfuerzos y teje continuidad. No promete milagros; promete caminos. Y un sendero, una vez trazado, guía a otras y otros a caminarlo, ampliando el paso. Así, la frase inicial deja de ser metáfora y se vuelve instrucción: caminar, cuidar, escuchar, hablar y repetir. Con ese compás, las montañas no desaparecen: se atraviesan.