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El poder silencioso de comprometerse sin reservas

Creado el: 17 de septiembre de 2025

Hasta que uno no se compromete, hay vacilación, la posibilidad de dar marcha atrás, siempre ineficac
Hasta que uno no se compromete, hay vacilación, la posibilidad de dar marcha atrás, siempre ineficacia. — W. H. Murray

Hasta que uno no se compromete, hay vacilación, la posibilidad de dar marcha atrás, siempre ineficacia. — W. H. Murray

La encrucijada del compromiso

Para empezar, la sentencia de W. H. Murray encuadra el momento decisivo en que una intención deja de ser un deseo y se convierte en acción. Antes de ese umbral, dice, todo es vacilación e ineficacia, porque la mente mantiene abiertas demasiadas salidas. Su reflexión nace de la práctica: como montañista, sabía que el primer paso comprometido altera el terreno mismo que pisamos. En The Scottish Himalayan Expedition (1951), Murray describe cómo la determinación inaugura una cadena de consecuencias difícil de prever en la mera planificación. Ligado a ello, cita unos versos atribuidos a Goethe —“la audacia encierra genio, poder y magia”—, una formulación que no aparece literalmente en el alemán, pero cuyo espíritu refuerza su punto. Así, el compromiso no solo fija una meta: reconfigura el campo de juego y empieza a convocar recursos, personas y oportunidades.

De la vacilación a la efectividad

A continuación, conviene mirar el fenómeno desde la psicología de la acción. Mientras hesitamos, el costo cognitivo de comparar opciones nos drena y la ejecución se diluye; en cambio, el compromiso reduce la “parálisis por análisis” al convertir una intención difusa en una regla clara de conducta. Las intenciones de implementación —planes del tipo “si X, entonces haré Y”— aumentan de forma robusta la consecución de metas al desambiguar el momento de actuar (Peter Gollwitzer, Psychological Bulletin, 1999). Dicho de otro modo, decidir de antemano cómo responderemos a los disparadores del entorno aclara el camino y acorta la distancia entre intención y resultado. Así, Murray no invoca solo romanticismo montañero: señala un mecanismo operativo que transforma energía dispersa en trabajo efectivo.

Providencia, serendipia y movimiento

Partiendo de esa base, Murray sugiere que “la providencia” se mueve cuando nosotros lo hacemos. Traducido a términos seculares, el compromiso genera superficie de contacto con la suerte: al actuar, exponemos más líneas en el agua y aumentamos la probabilidad de encuentros fortuitos. La noción de serendipia, popularizada en ciencias sociales por Robert K. Merton, describe precisamente descubrimientos valiosos nacidos de búsquedas distintas. En emprendimiento, la teoría de la effectuation muestra algo similar: los compromisos tempranos atraen socios, recursos y nuevas metas que reconfiguran el proyecto sobre la marcha (Saras D. Sarasvathy, Academy of Management Review, 2001). Así, el “movimiento” que provoca el compromiso no es magia, sino una dinámica de red que recompensa a quien ya está en juego.

Diseñar ataduras que liberan

Ahora bien, comprometerse también puede diseñarse. Los “contratos de Ulises” —como cuando el héroe se ata al mástil para oír a las sirenas sin sucumbir— ilustran cómo restricciones voluntarias protegen decisiones futuras (Homero, Odisea, canto XII). En la vida moderna, esto se traduce en dispositivos de precompromiso: pagar por adelantado un curso, bloquear redes a ciertas horas, o anunciar públicamente una fecha límite. La economía del comportamiento ha mostrado que estos empujones bien diseñados aumentan la adherencia a nuestros propios objetivos (Richard Thaler y Cass Sunstein, Nudge, 2008). Paradójicamente, al limitar opciones nos damos libertad para avanzar sin renegociar cada paso con nuestra voluntad cambiante.

Evitar la trampa del compromiso ciego

Con todo, existe un riesgo: confundir perseverancia con testarudez. La “escalada del compromiso” describe cómo, tras invertir tiempo y recursos, seguimos en una mala dirección para no “perder lo ya invertido” (Barry M. Staw, Organizational Behavior and Human Performance, 1976). Para equilibrar, el compromiso necesita salvaguardas. Dos herramientas ayudan: el premortem, que imagina el fracaso por adelantado para fijar señales de alerta (Gary Klein, Harvard Business Review, 2007), y los criterios de abandono, definidos antes de empezar. De este modo, nos atamos al objetivo correcto, pero también a la evidencia que nos dirá cuándo ajustar el rumbo.

Un método sencillo para comprometerse bien

Por último, traducir la idea en práctica requiere un pequeño ritual: 1) formula un objetivo conductual, observable; 2) crea tres intenciones de implementación del tipo “si es lunes a las 7, salgo a correr 20 minutos”; 3) establece un contrato de Ulises (recordatorios, bloqueos, depósito reembolsable); 4) comunica una fecha límite a alguien que te importe; y 5) da hoy el primer paso que haga irreversible el segundo. Este encadenamiento convierte deseo en movimiento y movimiento en tracción. Así, la frase de Murray deja de ser un aforismo inspirador y se vuelve un protocolo: comprometerse primero, para que la eficacia llegue después.