Sabiduría profunda, palabras claras para todos
Creado el: 3 de octubre de 2025
Piensa como un hombre sabio, pero comunícate en el lenguaje del pueblo. — William Butler Yeats
La paradoja que propone Yeats
Para empezar, la frase de Yeats distingue entre la complejidad del pensamiento y la claridad de la expresión. No pide simplificar la mente, sino simplificar el mensaje. Pensar como un sabio exige matices; hablar en el lenguaje del pueblo pide puentes, no muros. Así, la sabiduría se mide no solo por lo que comprende, sino por lo que logra hacer comprensible. Esta tensión creativa convierte a la comunicación en un acto ético: si el conocimiento no se comparte de forma accesible, queda encerrado en círculos que se felicitan entre sí pero no transforman la realidad.
Raíces clásicas de la claridad
A continuación, la retórica antigua ya intuía esta lección. Aristóteles en Retórica distinguía entre logos, ethos y pathos, recordando que la verdad necesita una forma adecuada para persuadir. Quintiliano, en Institutio Oratoria (c. 95 d. C.), defendía la perspicuitas: la claridad como virtud central del buen orador. Incluso Cicerón, en De Oratore, sostenía que enseñar, deleitar y conmover son fines inseparables; si falla uno, la verdad queda coja. Vista así, la frase de Yeats no es un capricho poético, sino la continuación de un hilo clásico: la sabiduría no se rebaja al hablar claro, se realiza.
El vernáculo como herramienta de cambio
Luego, la historia confirma que el idioma común moviliza ideas complejas. Martín Lutero llevó debates teológicos al pueblo con su traducción de la Biblia (1522), y la imprenta amplificó su alcance. Cervantes convirtió la filosofía de la libertad en humor y camino en Don Quijote (1605), enseñando sin sermonear. Shakespeare, escribiendo para el patio del Globe (c. 1599), mezcló profundidad y chistes de taberna para hablar de poder y deseo. En cada caso, el vernáculo no diluyó el contenido; lo encendió. Por eso, comunicar en lenguaje popular no es bajar el nivel, sino abrir la puerta.
Ciencia y divulgación sin jerga
Asimismo, la ciencia prospera cuando se hace legible. Richard Feynman modeló una claridad lúdica en The Feynman Lectures on Physics (1964), traduciendo abstracciones a intuiciones palpables. El célebre aforismo atribuido a Einstein sobre explicar a un niño es apócrifo, pero su espíritu perdura en buenos divulgadores que podan jerga sin amputar precisión. Las charlas públicas, de TED a museos interactivos, confirman que la comprensión crece con metáforas verificables, ejemplos cotidianos y límites explícitos. Así, pensar como expertos y hablar con sencillez no es marketing; es método.
Política: pedagogía frente a demagogia
Por otra parte, la política distingue a quien simplifica de quien simplifica en exceso. El Discurso de Gettysburg de Lincoln (1863) es breve, concreto y moralmente profundo; enseña mientras convoca. La demagogia, en cambio, reduce para manipular, ocultando costos y matices. La guía de Yeats sugiere una tercera vía: claridad con responsabilidad. Nombrar los problemas sin tecnicismos, pero también explicar consecuencias y opciones. En tiempos de eslóganes virales, esa pedagogía cívica es una forma de respeto.
Lenguaje llano como política pública
En esta línea, varios gobiernos han institucionalizado la claridad. La ley estadounidense Plain Writing Act (2010) obliga a que las agencias redacten documentos comprensibles para el público general. Iniciativas de lenguaje claro en Argentina, Chile y España buscan lo mismo en justicia y administración, reduciendo ambigüedades que generan costos y desconfianza. La evidencia muestra que formularios y normas legibles mejoran el cumplimiento y la equidad. Así, la claridad deja de ser una cortesía y pasa a ser infraestructura democrática.
Técnicas para pensar alto y hablar claro
En la práctica, hay herramientas concretas. Primero, destilar la idea en una oración de propósito y construir de ahí hacia afuera (pirámide). Luego, usar ejemplos familiares, analogías que se puedan desarmar y verificar, y cifras con contexto comprensible. Eliminar jerga o traducirla entre paréntesis. Probar con la regla de la abuela: si alguien ajeno lo entiende sin perder exactitud, vas bien. Finalmente, cerrar con una imagen o acción concreta que guíe al oyente del concepto a la decisión.
Los límites de la simplificación
Finalmente, conviene vigilar la frontera entre claridad y recorte indebido. Demasiada poda produce caricaturas, y el resultado es espejismo de comprensión. Una salida es señalar explícitamente qué se simplifica y dónde hallar mayor detalle, cultivando confianza. Como recordaba E. O. Wilson en Letters to a Young Scientist (2013), la brevedad es pariente de la claridad; pero la integridad es su madre. Así, la máxima de Yeats se cumple del todo: pensar con rigor y hablar con lucidez para que la verdad viaje sin perderse.